Jorge Álvarez estuvo 9 meses y 27 días preso en el módulo 11 del Comcar
<p class="MsoNormal">Estuvo preso en el segundo módulo más violento y tras ser liberado juega al rugby en PSG</p>

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Jorge Álvarez, del infierno del Comcar al rugby

Estuvo preso en el segundo módulo más violento del Comcar, vio varias muertes y tras ser liberado juega al rugby en PSG
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07 de mayo de 2017 a las 05:00

El proyecto había sido lanzado hace seis años con el excapitán de Los Teros Carlos Arboleya como uno de sus impulsores, pero tomó nuevo impulso en los últimos meses, de la mano de varios jugadores de Primera División de distintos clubes: entre todos, Danilo Botta (Trébol), Matías Benítez (Champagnat), Rodolfo De Mula (PSG) y Alejandro Nieto (Champagnat), este último parte del plantel mundialista en Inglaterra 2015. El acuerdo con el ministerio tomó nuevo impulso y amplió su llegada dentro de la cárcel, con el objetivo de transmitir a los reclusos los valores del deporte ovalado, ese "juego de hooligans practicado por caballeros": respeto, compañerismo, esfuerzo.

"En mi primer día se me dio por mirar hacia la ventana y vi cómo un tipo le clavaba un cuchillo adentro del ojo a otro. Lo mató en el acto. En el tercer día vi un copamiento donde prendieron fuego a los presos que estaban en la celda y al cuarto día prendieron fuego otra celda del costado. Esto es como el que va a cazar. El primer animal muerto te impresiona, el quinto no. Vi cinco muertes y muchos apuñalados. Llega un momento que es natural. Te dicen que hay una pelea o que mataron a uno, y te acostumbrás. Vi como seis tipos apuñalaban a uno solo por todos lados. Se te endurece el corazón de ver sangre todo el tiempo", dice Jorge Álvarez, un rugbista de 27 años que se incorporó hace tres meses al club Pucaru Stade Gaulois (PSG).

Álvarez no estuvo en una guerra ni en un set de películas de acción. Estuvo en el Módulo 11 del Complejo Carcelario Santiago Vázquez (Comcar), el segundo más violento de esa cárcel que puede ser la recreación del infierno terrenal. Salió en libertad hace unos meses, y parte de su reintegración a la sociedad la está haciendo a través del rugby, ese deporte con mote de elitista pero que hace tiempo ha dejado los prejuicios de lado y está cumpliendo una labor social de rehabilitación clave en la cárcel más violenta del país.

¿Cómo llega un recluso del Comcar a un equipo del deporte ovalado? La respuesta está en el programa de rugby en las cárceles, que tiene el respaldo de la Unión de Rugby del Uruguay y del Ministerio del Interior a través del plan la Pelota al Medio a la Esperanza, por el cual se imparten clases del deporte tres veces por semana a presos con buena conducta.

"Llegué porque era una actividad dentro de la cárcel. Al principio lo vi como una posibilidad para ver el sol y de a poco fui agarrándole el gusto. Estuve dos meses esperando que la educadora me permitiera salir y me salvó la prensa. Como fueron los periodistas nos sacaron a todos y ahí aproveché. Si nadie entraba a la cárcel capaz que yo nunca jugaba al rugby", dice el forward de PSG.

"Yo tengo una cicatriz de un plomazo de La Republicana. Me tocó pasar yerba y azúcar por un ventilador (pequeñas ventanas exteriores donde con un lampazo y una bolsa atada al extremo los presos pueden pasarse objetos) y cuando metí la mano sentí el plomazo. Vi compañeros irse con los ojos vaciados, muchos ciegos o con un ojo menos".

"No soy un delincuente, nunca robé nada ni maté. Tuve un problema puntual con una persona y lo pagué. Estuve 9 meses y 27 días en el módulo 11 del Comcar pero pasé por el castigo, estuve en cuatro pisos diferentes y en todos los cantes. En el cante B, C y D", dice Álvarez mientras las manos y los labios le tiemblan. No es por miedo, ni porque el recuerdo de esa pesadilla lo deje petrificado.
Tiembla como todos los jugadores de PSG que se cambian en las instalaciones del Lycée Français bajo una noche gélida.

Por un problema personal que ya tenía varios meses y una deuda que no se pagaba, Álvarez se peleó con una persona y le tipificaron lesiones graves. De un día para el otro dejó su trabajo y la casa que compartía con su esposa y sus dos hijos, para cruzar las puertas del infierno.

Jorge Álvarez
Jorge Álvarez estuvo 9 meses y 27 días preso en el módulo 11 del Comcar
Jorge Álvarez estuvo 9 meses y 27 días preso en el módulo 11 del Comcar

Jorge se frota las manos, busca refugio bajo una capucha que no le congele las orejas y explica: "Los cantes son lo peor, son los espacios dentro de la cárcel donde cae toda la materia fecal por la descarga de los inodoros, te pega en la ventana y se mete para adentro de tu celda. Tenés que dejar todo cerrado porque el olor es insoportable, no podés respirar. No hay agua, la luz se te corta siempre y tampoco hay lugar como para cocinarte. Cuando llegás no sabés ni para dónde ir".

El módulo 11 es uno de los tres sectores del Comcar de nivel crítico, ya que en celdas diseñadas para dos personas conviven hasta un máximo de ocho.

El sistema carcelario está minado de agujeros negros, donde los problemas de adicciones, la superpoblación, las nulas condiciones de higiene y la ausencia de actividades educativas o laborales hacen que la convivencia sea imposible.

"Con hambre no te fijas si la comida es de ayer o cuantos días tiene. Vos veías ratas por todos lados, las ollas de la comida estaban llenas de palomas y comías igual".

En 2016 murieron 37 personas en las cárceles uruguayas, 25 de ellas por muertes violentas: 15 homicidios, 8 suicidios y dos casos por situaciones violentas no aclaradas. Si se cuenta la última década el número de reclusos muertos asciende a 381 y los dos megapenales uruguayos se destacan por cosas diferentes. El Comcar es la vedette de los homicidios mientras que el Penal de Libertad lidera la cantidad de suicidios. Por eso, para muchos, el programa de rugby fue una salvación.

"En la cárcel se pelea con cuchillo. Si querés pelear con las manos sos un cobarde, al revés que afuera. Si no querés agarrar un cuchillo te lo tiran y lo agarrás porque es tu vida. O te defendés o te sacan en una bolsa negra como vi sacar a varios y sos uno menos. Para la cárcel uno menos es un alivio", dice Álvarez.

"En algunos módulos todavía se conservan esos códigos de no pelearte antes de una visita para que la familia te vea bien. Ahora te lastiman adelante de tu padre, de tu madre o de tus hijos. Convivís con asesinos y rapiñeros y cuantos más años están más medallas de honor tienen. El respeto te lo ganás lastimando a uno o matándolo. Al llegar te dicen te convido con una puñalada".

Jorge fue liberado el 14 de febrero de 2017 y Alexandra, su señora, lo esperaba del otro lado del portón: "Justo fue el día de los enamorados. Después de haber visto nacer a mis hijos la sensación más grande fue recobrar la libertad", cuenta, mientras se prepara para disfrutar de esa libertad dentro de una cancha de rugby.


El club y la oportunidad del trabajo

"Jorge venía del módulo 11 y era un muchacho que mostraba mucho interés. Encontré un pibe con muchas ganas de salir adelante y muy sincero. Al salir se comunicó enseguida y por la cercanía de donde vive con mi trabajo arreglamos para llevarlo a PSG", dice Rodolfo de Mula, pilar del club, que tiene una verdulería en Nuevo París y que presentó a Álvarez ante los directivos del club.

En su etapa de recluso, Jorge estuvo entrenando siete meses, formó parte de la selección del penal y jugó ante Old Christians y Old Boys, campeón y vicecampeón del Uruguayo de rugby 2016, que hicieron sendas visitas al Comcar para jugar con los reclusos. Eso le permitió darse el gusto de soñar con jugar afuera: "Cuando salíamos a la cancha éramos personas y cuando volvíamos era al infierno de la cárcel. En el rugby arrancamos abrazados y terminamos abrazados. En un lugar tan frío como el Comcar, un abrazo lo sentís. Psicológicamente nos ayudaron. El rugby fue un escape y un salvavidas", puntualiza Jorge Álvarez.

Jorge Álvarez trabaja de lunes a sábado de siete de la mañana a siete de la tarde, en una empresa que se encarga del mantenimiento y la pintura de la refinería de La Teja.

Además de recibirlo sin prejuicios, en PSG le dieron la posibilidad de reinsertarlo en la sociedad. Un contacto del club le consiguió un trabajo en una empresa que presta servicios de mantenimiento en la refinería de La Teja, y Álvarez combina el rugby con un trabajo de 12 horas.

Semejante esfuerzo vale la pena, tanto, que hasta llevó a sus hijos Lautaro y Agustín a la cancha y quiere que adopten el rugby como deporte: "En PSG no importa de donde venís. En la cancha tenés que dejar todo. Acá somos jugadores de rugby, lo que hiciste afuera no les interesa y no te juzgan por los errores que cometiste. Traje a mis hijos y quedaron fascinados. Me preguntan cuando los traigo de nuevo, pero no sé si les gustó el deporte o las hamburguesas del tercer tiempo", dice Jorge con una sonrisa.

El contacto físico, la agresividad y el dolor de sus horas en el Comcar terminaron pero encontraron un significado diferente en una cancha de rugby, donde deja hasta la última gota de sudor entre pilares y hookers, con la diferencia de que el padecimiento termina cuando el árbitro hace sonar el silbato.

Dos frases de Rodolfo de Mula


"Adentro de la cancha nos tratamos de igual a igual. Nosotros entrenamos y jugamos. Ellos no tienen que tener miedo porque somos más grandes ni nosotros porque son presos. Yo no juego contra presos, juego contra jugadores de rugby".

"Jorge tiene una familia constituida y tiene valores más allá de lo que le pasó. Lo que hicimos nosotros fue insertarlo en un deporte y eso no lo tenía. Jorge después de trabajar se juntaba con los amigos a jugar al pool y hoy sale del trabajo y va a entrenar. Ese hábito no lo tenía. Que los hijos lo vean jugar, vengan a la cancha y compartan un rato con el equipo para nosotros no tiene precio. Esas cosas te las da el deporte y este trabajo".

Rodolfo De Mula
Rodolfo de Mula en su puesto
Rodolfo de Mula en su puesto "La Ovalada"; fue quien llevó a Álvarez a PSG


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