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José Luis Peixoto: la impermanencia del ser

Curioso, atento, relajado. José Luis Peixoto se detuvo a conversar con Seisgrados de su novela Cementerio de pianos; de la coexistencia entre pasado, presente y futuro; de su escritura; de esa vocación que permanece allí, tan atemporal, tan deliciosa
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22 de diciembre de 2016 a las 05:00

Por Tania de Tomas

Es uno de los autores portugueses más prestigiosos y reconocidos dentro y fuera de fronteras. Es narrador, es poeta y es dramaturgo. Con 26 años recibió el premio José Saramago por su novela Nadie nos mira. Cementerio de pianos, que se publicó por primera vez en 2006, es un relato que transcurre en un taller de carpintería y que se construye a través de las vivencias de un padre y de un hijo. La novela está inspirada en la vida de Francisco Lázaro, carpintero y maratonista portugués, que fue el primer atleta que murió durante una carrera, en los Juegos Olímpicos de 1912.

¿Cómo recordás el proceso de construcción del relato?

Al ser una novela que trata aspectos tan personales, está muy presente en mi memoria, no ha perdido vigencia. Habla de un tiempo que se quedó allí y aunque hoy estoy más lejos de él, todavía me habla.

Cuando intento recordar la construcción del relato sucede que siento que en algunos aspectos he evolucionado y que estoy más preparado para escribir que en ese entonces, pero que en otros hay cosas que perdí.

¿Qué cosas?

La inocencia, por ejemplo, que puede ser un aspecto muy positivo porque te permite mirar las cosas de una manera más nítida. En ese tiempo no había dejado crecer un cierto pudor que hoy tengo con algunas cuestiones más sentimentales. Cuando escribí esa novela tenía una relación distinta con algunas palabras... Palabras tan sencillas como amor, que hoy tengo más dificultad de usar.

El nacimiento, la muerte y la regeneración. Hay una reconstrucción de esos tres estadios a lo largo de la novela. ¿Qué rol juegan los límites?

En la novela se superponen estos tres aspectos, todos esos marcos existen al mismo tiempo y de algún modo, vivir y existir es la coexistencia de esa paradoja, de esas contradicciones. Un momento muere, al tiempo que ese mismo momento u otro nace. Todas esas dimensiones, que por cierta pereza analítica señalamos como estáticas, hacen parte de un movimiento que puede llamarse simplemente el tiempo, que desde un punto de vista humano tiene distintas perspectivas. La cuestión de la edad es una manera de identificar momentos de la vida, es una medida del tiempo en función del tiempo de vida de una persona. Y eso está presente en varios aspectos en la novela, algunas veces directamente, otras de forma más simbólica.

¿Es la novela más personal que has escrito?

Todas mis novelas son muy personales pero, ahora que pienso, sí, es la más personal. Con esto no quiero decir que sea autobiográfica, porque si fuera autobiográfica no sería una novela. Pero sí, reconozco mucho de esa ficción...

¿Cómo es ver tu vida en parte friccionada? ¿Cuánto de terapia hay?

Hoy estoy acostumbrado. Mi primer libro fue hace 16 años... De alguna manera los textos (lo que escribo) organizan mi memoria, aunque sea una memoria un poco distorsionada por esa obra. Cada libro es un balance; tengo que ajustar lo que estoy escribiendo a mis maneras de estar y de ver las cosas en ese momento. Es cierto que sigo teniendo el nombre que tenía, pero es cierto que muchas cosas cambiaron. Para mí, escribir es hacer ese ajuste con quien soy en ese momento.

¿Cómo es ese reencuentro con tu obra?

Me gusta normalmente reencontrarme con ella. Como ocurre con mi vida, encuentro diferencias y similitudes. Aún soy capaz de identificar en ese libro lo que me llevó a escribirlo. Si no encontrara nada, no tendría ningún sentido que continuase promoviendo su edición y presentarlo en Montevideo. Incluso voy a presentar el libro en árabe y eso me dejó muy impactado porque lo escribí en un alfabeto completamente distinto. ¿Cómo lo irá a entender la gente? Hablábamos de cómo los textos resisten al tiempo y no es muy distinto a cómo resisten al espacio; se trata de confrontarse con otra manera de entender el mundo. De algún modo la literatura está destinada a buscar esas cosas que no cambian y que forman parte de la naturaleza humana. Y eso es una diferencia grande entre literatura y periodismo; el periodismo se fija en las cosas que cambian y la literatura intenta decir lo que permanece.

¿Cómo abordar esos grandes dilemas universales y no caer en lugares comunes?

El peligro más grande de la literatura es el lugar común. Es la trampa más peligrosa. Al hacerlo estás rechazando el intento de la búsqueda, es redundante y es aburrido. Si otros ya lo dijeron, no vale la pena repetirlo. No es fácil que uno llegue a tener la conciencia de que está diciendo algo que nadie jamás haya dicho. Una de las cosas que me da cierta confianza es quedarme cercano a mis experiencias. No porque otros no lo hayan hecho antes, sino porque todos tenemos un camino único. Nadie ha estado exactamente en los mismos lugares.

¿Cómo escribís? ¿Cuándo escribís?

Tengo un período de búsqueda y atención a las cosas con las cuales me cruzo y en ese período desarrollo las ideas y defino mucho de cómo quiero escribir. Intento llegar al momento práctico de la escritura con ideas muy concretas. Normalmente empiezo despacio y me voy entusiasmando. Escribo solo, de preferencia, en una habitación sin ventanas. En otros tiempos lo hacía con música, hoy prefiero el silencio, me deja más espacio.

¿Te obsesionás con las historias que contás?

Sí, mucho. Creo que la obsesión no siempre es un aspecto negativo. Sin la obsesión no podría escribir. Una novela es un camino largo, siempre te pone obstáculos y no son sencillos. Algunas veces son tan difíciles... te llevan a dudar de ti mismo. La diferencia está en cuando uno continúa y eso muchas veces ocurre con cierta dosis de obsesión.

¿Y qué pasa cuando tenés que dejar partir a la novela?

Terminar una novela es una cuestión de sensibilidad porque puedes quedarte escribiéndola, reescribiéndola o corrigiéndola para siempre. Hay que identificar el momento de parar. Personalmente, el punto final es un momento de gloria, de triunfo. Es un momento de gran realización porque estoy delante de algo que no existía. Era un secreto que ahora puedo empezar a compartir con los demás.

¿Por qué escribís?

Hoy ya no sé hacer otra cosa. Sé que hay muchas cosas que nunca iré a hacer. La escritura está muy arraigada a mi manera de ver, de pensar, de posicionarme en el mundo; incluso a mi identidad... La gente me llama escritor, es difícil convencerla de que también puedo ser acróbata.

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