Ricardo Peirano

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La bolsa o la vida

La sociedad uruguaya se ha vista conmovida días con dos serios incidentes de inseguridad ciudadana
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09 de octubre de 2016 a las 05:00

La sociedad uruguaya se ha vista conmovida días con dos serios incidentes de inseguridad ciudadana. Dos asesinatos en el curso de rapiñas. Uno ocurrió en la noche de 30 de setiembre en Carrasco Norte, donde Heriberto Prati salió de su auto para defender a una mujer que acababa de dejar en la puerta en su casa y que estaba siendo rapiñada. Prati encaró al asaltante y le recriminó su cobardía y, cuando este sacó una pistola, lo incitó a disparar, cosa que hizo a sangre fría. Tanta sangre fría tenia el asesino, que volvió a los pocos minutos a lugar de los hechos a buscar más botín porque no le alcanzaba con la cartera de la mujer asaltada y quiso llevarse la billetera del muerto.

La segunda víctima falleció en la noche del sábado 1. Balmer Lucas era sanitario y vivía en el barrio 24 de junio cerca de Punta de Rieles. Mientras dormía oyó el pedido de auxilio de una mujer que era asaltada. Corrió en su auxilio y fue asesinado de siete puñaladas.

El primer caso tuvo más repercusión por la zona en que se produjo pero básicamente los dos hechos fueron similares: rapiña, persona que acude en defensa del rapiñado, muerte del "héroe" que intentó defender o acudir a un pedido de auxilio sin saber con qué se iba a encontrar.

Por esa razón, el ministro Bonomi reiteró a la población su consejo, ya expresado en otros casos similares, de que "no es conveniente resistirse" si el rapiñero está armado. No fue una intervención feliz del ministro. Si bien parece algo de Perogrullo no resistirse ante un individuo armado, eso no es garantía de salir con vida: 16 de cada 100 homicidios se producen en el curso de rapiñas. Y no necesariamente por resistencia de la víctima o de algún "Rambo" que concurre en su defensa. El 24 de setiembre en la ruta 102 y Camino de los 7 Cerros, asaltaron a un hombre de 69 años que iba en moto con dos nietos de 14. El señor entregó la moto sin ofrecer resistencia pero fue baleado en el ojo izquierdo y falleció en el lugar. Lo mismo le ocurrió a Gastón Hernández, "planchero" de La Pasiva de 8 de Octubre y Garibaldi, que fue asesinado por un menor en mayo de 2012. El menor le pidió dinero, Hernández se agachó para entregárselo y fue asesinado de un disparo en el pecho.

De modo que si bien parece razonable no resistirse ante un delincuente armado, no hay ninguna garantía de salir con vida porque los códigos de acción y la proporcionalidad entre acción y reacción no son los de antes cuando el dilema que enfrentaba la víctima era "la bolsa o la vida". Pero era un dilema claro y uno podía optar. Antes, si el rapiñero obtenía "la bolsa" no atentaba contra "la vida" porque era un código de conducta y porque sabía que iba a ser más perseguido por un homicidio que por una de las miles de rapiñas que se comenten anualmente en nuestro país. 23.187 rapiñas en el año 2015 para ser precisos, más del triple de las 7.000 rapiñas del año 2004, cuando aún gobernaba el Dr. Jorge Batlle y la economía no había experimentado su mayor bonanza en más de 50 años ni se habían extendido amplios planes de asistencialismo a los sectores más vulnerables.

En segundo lugar, la recomendación del ministro Bonomi no fue bien recibida porque implicaba un "dejar hacer a la delincuencia" y rogar por tener un poco de suerte para salir ileso. Además, reaccionar o resistir no es algo que cada persona determine a priori y ejecute fríamente llegado el caso. Si uno está solo puede verse más inclinado a quedarse quieto que si ve que atacan a su mujer o a sus hijos o a su amigo. También depende de cuantas rapiñas lleve uno encima. Y por supuesto, nadie sabe cómo va a reaccionar si se oye a alguien pedir auxilio. ¿Habrá que hacerse el desentendido y mirar para otro lado sin saber que es lo que esta ocurriendo si rapiña, intento de violación o intento de homicidio?

Y en tercer lugar, porque el ministro "puede" dar consejos a la población de que hacer o no hacer frente a determinada situación. Pero más que consejos, "debe" dar seguridad. Esa es su función. Y por más que uno sabe que su tarea es muy difícil, que la delincuencia tiene múltiples causas y no se arregla con más penas, o con mano más dura sino con un conjunto de medidas interdisciplinarias que empiezan y terminan por la educación, del ministerio del Interior se espera una mayor preocupación por la vida y la propiedad de las personas. Y lo mismo del partido de gobierno y de sus fuerzas sociales. De ahí que llame la atención que el secretario general del PIT-CNT Marcelo Abdala eche más leña al fuego diciendo que esto se debe a que "vivimos en un capitalismo absolutamente salvaje" y responsabilice a la sociedad, al igual que hizo José Díaz, primer ministro del Interior en la primera administración Vázquez. A esta altura del partido, no hacen falta más diagnósticos sino soluciones. El presidente prometió reducir un 30% las rapiñas para el final de su mandato, pero ya en su primer año de gobierno subieron un 15% de 20.097 a 23.187. No será tema de sustituir al ministro pero sí es hora que enfrentemos todos juntos y con responsabilidad este flagelo de la inseguridad, sin banderías partidarias porque es el futuro de nuestros hijos lo que está en juego.

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