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La cocina de Halloween: golosinas y calabazas

La temporada de Halloween se caracteriza por la presencia de las calabazas, que, además de utilizarse en la decoración, pueden disfrutarse en varios platos gastronómicos
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31 de octubre de 2014 a las 17:06

Una chuchería es, según el diccionario, una cosa de poca importancia, pero pulida y delicada.

Como segunda acepción, que es la que nos interesa, se define chuchería como alimento corto y ligero, generalmente apetitoso. Hoy, la palabra se ha visto recortada, como tantas otras y se ha quedado en “chuche”.

A los niños les encantan las chuches, entendiendo por tales todo tipo de lo que antes llamábamos golosinas, especialmente aquellas a las que nuestros padres llamaban directamente “porquerías”.

En mi casa no hay niños, pero estos días hacemos acopio de chuches. La razón es que Hollywood y, sobre todo, las grandes tiendas han impuesto una celebración completamente ajena a las tradiciones hispanas, que es, como han adivinado ustedes, la noche de Halloween, festividad celta exportada a los Estados Unidos por los irlandeses.

De modo que estos días veremos multitud de calabazas vaciadas, con cortes que simulan boca y ojos iluminadas desde dentro, y vendrán a llamar a nuestra puerta todos los niños del barrio, con disfraces de lo más estrafalarios pero presuntamente terroríficos. Al grito de “truco o trato”, traducción no muy literal del inglés trick or treat, tratarán de obtener un cargamento de sus queridísimas golosinas.

Eso es hasta bonito; los chicos lo pasan muy bien, y a los mayores, en general, nos gusta verlos divertirse. Otra cosa es lamentar que dos creaciones puramente comerciales, Halloween y Papá Noel, de ámbito angloamericano, hayan desplazado las tradiciones hispanas. Qué se le va a hacer; hace 2.000 años Roma imponía sus costumbres y hoy las imponen los Estados Unidos de América.

Preparen, pues, calabazas, llámenlas así o zapallos, para la famosa noche. En otros tiempos, la noche especial era la del 1o al 2 de noviembre, la noche de difuntos, en la que se contaban junto a la chimenea cuentos de terror. Pero hoy las cosas son como son, y no vamos a tirar una hermosa calabaza. Disfrutémosla. Por ejemplo, preparando una cremita para la cena. Así, laven, pelen y corten en daditos una zanahoria, un puerro y una cebolla.

Pongan un poco de aceite de oliva en una olla y sofrían las verduras hasta que se ablanden. Incorporen entonces una papa así como medio kilo de calabaza naranja, todo ello igualmente troceado. Cubran con un caldo, que puede ser de verduras o de ave, y dejen hacerse a fuego suave unos 40 minutos. Trituren todo y sírvanlo. En casa decoramos esta crema con una espiral de crema líquida: aporta untuosidad y además queda bonito. Y ponemos al lado un platito con dados de pan de menos de un centímetro de lado, que antes hemos secado en el horno, una vez rociados con un poco de aceite de oliva aromatizado con ajo y guindilla.

Hay que dosificar estos costrones y poner solo unos pocos cada vez para que no les dé tiempo a empaparse en la crema y perder la textura crujiente, que es su magnífica aportación a este plato. No está nada mal, aunque los niños prefieran, sin duda, las chuches.

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