No tanto por la gravedad del hecho, que no es tal porque estas cosas ocurren y una traza es una cantidad minúscula de una sustancia en una mezcla, sino porque en los seis años que lleva desempeñando su cargo ha repetido hasta el cansancio –a modo de alerta– que la confianza de los mercados se gana con los años y se pierde en un día.
En junio del año pasado, al presentar la trazabilidad de la carne vacuna en la Expo Milán, Aguerre comentó a El Observador la intención de Uruguay de "posicionarnos como un país confiable en la producción de alimentos de calidad, con sanidad e inocuidad". Los cortes ofrecidos –la parrilla, el fuego encendido y el sabor de la carne– deslumbraron a medio centenar de invitados de primer nivel.
El episodio de la carne contaminada, que llevó a la suspensión preventiva del Frigorífico PUL y al inicio de una investigación que determine las causas que lo provocaron, demuestra que lo sucedido tiene un costo. Para empezar, mayores exigencias en los controles de EEUU, al menos por un tiempo.
Hacia la interna del complejo cárnico uruguayo, el meollo del asunto es muy claro: si el problema fue que un productor –o varios– no respetaron los tiempos requeridos en la aplicación de un plaguicida de uso autorizado, se deberá concluir que las conductas individuales son importantes cuando se trabaja en cadena. Es aquello de que pagan justos por pecadores. Porque tres contenedores (uno en enero y dos en febrero) han cortado el flujo comercial de más de 30 contenedores que llevaba exportados el PUL a EEUU al 4 de marzo pasado.
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