Con la crisis del euro olvidada y el flujo de
inmigrantes contenido por el cierre de fronteras, la derecha populista alemana de la AfD (Alternativa para
Alemania), se reúne este fin de semana en un congreso en la ciudad de Stuttgart donde los debates, entre otros temas, se centrarán en la presencia del Islam en el país. Es que este partido pretende ganarse al electorado con sus críticas sobre esa religión, que gracias a la inmigración ha sumado adeptos en Alemania.
Sin embargo, tras haber ganado fuerza en las elecciones regionales de marzo y alcanzar el 14% en las intenciones de voto en los sondeos, el joven partido ha perdido, con el cierre de fronteras en Europa, su argumento favorito: la política de acogida de migrantes de la canciller Angela Merkel.
En Alemania, donde el
desempleo es débil y la confianza en el gobierno es "más alta que en otras partes", la AfD solo puede prosperar con "un descontento generalizado", explicó Timo Lochocki, especialista en derecha populista del German Marshall Fund de Berlín.
Alternativa para Alemania, creado en la primavera de 2013 y presente en el parlamento europeo y en la mitad de los parlamentos regionales del país, ha visto en el Islam un posible catalizador que le permita engrosar las filas de sus simpatizantes.
Entre las mociones que votarán los parlamentarios en Stuttgart figura la prohibición de minaretes en mezquitas, "símbolos de la dominación islámica", de las llamadas del muecín y del velo, "signo político-religioso de la sumisión de las mujeres musulmanas a los hombres". Sus líderes ya habían declarado recientemente que el Islam es "incompatible con la Constitución", calificándolo de "ideología política" y de la "mayor amenaza para la democracia y la libertad".
Con 4 millones de musulmanes en Alemania, y la llegada el año pasado de un millón de solicitantes de asilo procedentes en su mayoría de países musulmanes, la retórica contra esta religión "puede beneficiar mucho a la AfD" de cara a las legislativas de 2017, considera la politóloga Nele Wissmann.
Para Timo Lochocki, "todo dependerá" de la reacción de los otros partidos y de los medios, porque la formación "no tiene poder para marcar la agenda imponiendo solo sus temas favoritos".
En general, la condena parece unánime y Angela Merkel recalca desde hace más de un año que "el Islam pertenece a Alemania". Pero los partidarios de la canciller están divididos desde hace tiempo sobre el tema y sus aliados de la CSU (Unión Social Cristiana de Baviera) reclaman, por su parte, una "ley sobre el Islam" que sirva para frenar el avance de la AfD.
Un estudio de la fundación Bertelsmann revelaba el año pasado que el 57% de los alemanes ve al Islam como una "amenaza" y que el 61% piensa que es "incompatible con el mundo occidental", un desafío "difícil de ignorar", destacó Wissmann.
Otra cuestión que será votada este fin de semana será si al partido le conviene aliarse con el Frente Nacional francés en el parlamento europeo o no. El ala derecha del partido es favorable a la coalición, mientras que el ala liberal es más reacia a vincularse con el partido de Marine Le Pen.
En medio de esta disputa interna, algunos caudillos del partido han visto en el éxito de la extrema derecha austriaca en la primera vuelta de las presidenciales una oportunidad para afianzar sus posiciones dentro de la AfD, buscando adelantar un destino similar en Alemania.
El gobierno alemán busca que la xenofobia contra los seguidores del Islam no se generalice en todo el país y por eso ha comenzado a castigar los actos de odio contra ellos. Por ejemplo, el juicio contra el fundador del movimiento islamófobo alemán Pegida, que llama a los seguidores del islam "el ganado", comenzó la semana pasada en la ciudad de Dresde.