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El camino al desarrollo

La delgada línea entre la práctica y la aceptación del castigo corporal

En general, hay un amplio acuerdo entre especialistas de desarrollo infantil que el castigo físico severo en los niños produce un daño psicológico perdurable
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12 de diciembre de 2014 a las 00:00

por Norbert Schady

Un estudio revela que en los Estados Unidos, más del 70% de la población está de acuerdo en que a veces hay que disciplinar a los niños con una buena y firme nalgada. En la práctica, la aceptación del castigo corporal varía en cuanto a la frecuencia, la severidad y la cultura. ¿Qué tan frecuente es la práctica del castigo corporal de niños pequeños en América Latina y el Caribe?

En primer lugar, definamos algunos términos. Por lo general, los investigadores distinguen entre el castigo corporal “moderado” o la nalgada (golpear con la mano abierta a un niño en las nalgas o extremidades sin causar lesión física) y el castigo corporal “severo” o maltrato infantil (golpear con un objeto, el puño cerrado o darle golpes a un niño en el rostro o el torso).

En general, hay un amplio acuerdo entre especialistas de desarrollo infantil que el castigo físico severo en los niños produce un daño psicológico perdurable, incluso índices elevados de problemas de salud mental y agresión en la adolescencia y la edad adulta. Sin embargo, no existe el mismo acuerdo con respecto a los efectos de las nalgadas. Algunos investigadores han argumentado que la nalgada puede ser tan efectiva como deseable, en tanto que otros han alegado que es tan inefectiva como dañina.

El castigo corporal en América Latina y el Caribe
En este artículo presento evidencias sobre la repercusión del castigo corporal severo de niños pequeños —y los gradientes socioeconómicas de ello— en diez países de América Latina y el Caribe. Dichos países son Bolivia, Colombia, Perú, Argentina, Belice, Costa Rica, Jamaica, Santa Lucía, Surinam, y Trinidad y Tobago.

En cuatro países —Belice, Bolivia, Jamaica y Santa Lucía— por lo menos el 40% de los niños fueron castigados severamente durante el último mes, mientras que en otros cuatro países —Colombia, Perú, Surinam, y Trinidad y Tobago— dicha proporción es cercana al 30%.

Con respecto al sexo, las siguientes cifras revelan que en todos los países se castiga severamente a los varones con más frecuencia que a las niñas —en lo cual hay una diferencia de entre 2 y 4 puntos porcentuales.

Otro factor que estudié en todos los países son las gradientes educacionales de las madres. Es menos probable que reciban un castigo corporal severo los hijos de madres con mayor educación. Dichas diferencias son considerables en Argentina y Surinam. Por ejemplo, tanto en Argentina como en Bolivia, el hijo de una madre con cierto grado de educación terciaria tiene un 50% menos de probabilidades de ser castigado severamente que el hijo de una madre con educación primaria solamente. Observa las siguientes cifras que comparan los 10 países según el grado educacional de la madre.

Otros factores importantes dignos de mencionarse entre mis hallazgos:
• Hay un aumento en el castigo corporal severo a medida que crecen los niños, hasta aproximadamente los 5 ó 6 años de edad en que deja de aumentar la repercusión del castigo corporal.
• Es más probable que los hijos de mujeres de mayor edad reciban un castigo severo que los hijos de mujeres más jóvenes.

¿Qué observamos de las consecuencias?
Es muy difícil identificar los efectos causales más allá de simples asociaciones entre el castigo corporal y la manera en que se desempeña la persona en fases posteriores de la vida. No obstante, un estudio revela que los hijos de madres que aplicaron un castigo corporal escaso o nulo “desarrollaron aptitudes cognitivas más rápidamente que los niños que recibieron nalgadas”.

Norbert Schady es el Asesor Económico Principal para el Sector Social en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Nota: Los cálculos del autor estan basados en datos de la Encuesta de demografía y salud: Bolivia (2008), Colombia (2010) y Perú (2012); Encuesta de indicadores múltiples por conglomerados (MICs): Argentina (2011), Belice (2011), Costa Rica (2011), Jamaica (2011), Suriname (2011), Santa Lucía (2011) y Trinidad and Tobago (2006).

Este post fue publicado en el blog Primeros pasos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)

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