La diva de la memoria efímera

¿Es tan fácil retroceder 50 años en la vida de alguien? ¿Qué pasaba hace 50 años? Mil y una circunstancias, pero hay necesidad de reducir. Estados Unidos ya estaba bastante hundido en el lodo de Vietnam, Los Beatles sacudían el flequillo y el mundo seguía aullando por ellos, Muhammad Ali seguía siendo el ring del cuadrilátero.

La oscuridad que se levantó con el derrumbe del imperio británico estaba surcada por algunos rayos de sol a mediados de esa década. Así como los cuatro de Liverpool y otras bandas habían copado la escena musical del globo terráqueo, a nivel cinematográfico en 1965 una atractiva joven inglesa de 25 años se comía los niños crudos. Se llamaba Julie Christie y había ganado el Oscar a Mejor actriz por su papel en la película Darling, dirigida por John Schlesinger.

Luego de varios años de ostracismo para los británicos en la Academia de Hollywood, una nueva camada de actrices –como otra Julie, (Andrews) lo había logrado el año anterior– se llevaba los galardones máximos en la categoría femenina.

Además (¡y por si fuera poco!), Christie había protagonizado ese mismo año la monumental Doctor Zhivago, en el papel de Lara, dirigida por el maestro David Lean. Ojos celestes refulgentes, pelo rubio frío, mirada tan intensa como congelada. La actriz se llevó todos los aplausos de las plateas del mundo. Tanto es así que la revista Life consideró que 1965 era "el año de Julie Christie".

Para muchos críticos, ese fue su pico. Y aunque desde entonces su carrera no dejó de tener puntos de destaque, la actriz nunca volvió a conseguir tanto éxito. Julie Christie le puso la cara a los personajes femeninos de Farenheit 451 (del francés Francois Truffaut), Lejos del mundanal ruido (también de Schlesinger), Petulia (de Richard Lester), El amante sin rostro (de Peter Wood) y el genial western de Robert Altman Del mismo barro.

Es inevitable no recordarla también en El mensajero del amor, dirigida por Joseph Losey, en Shampoo, de Hal Ashby, o en Venecia rojo shocking, de Nicolas Roeg.

Julie Christie se ganó el mote por muchos años de ser la actriz más linda de la pantalla. Su novio de entonces, el actor Warren Beatty, con quien actuó en varias películas, se vanagloriaba de eso. Y los años no hicieron mella en su belleza. Al contrario, siempre consiguió comentarios piropescos de hombres mucho más jóvenes que ella.

Salvo algunos lapsos en que estuvo inactiva, nunca dejó de filmar y en 1983 el director inglés James Ivory, la convocó para Noches de oriente, donde Christie regresó física y metafóricamente a su India natal.

Su último gran destello fue en 2006 con Lejos de ella, por la que recibió otra nominación al Oscar. Basada en un cuento de la canadiense Alice Munro, el filme narra la historia de una mujer víctima del alzhéimer que paulatinamente pierde sus recuerdos.

El paralelismo se hizo patente con la vida íntima de Christie, quien sufre de una extraña enfermedad denominada epilepsia amnésica, que consiste en la pérdida de recuerdos a corto plazo e incluso algunos a largo plazo. Esta situación llevó a la actriz a considerar si dejar o no la actuación, ya que le significaba un desafío aprenderse sus parlamentos en el set. La última aparición de Christie fue en 2012, bajo las órdenes de Robert Redford en Causas y consecuencias, una película sobre espionaje.

Pasaron cinco décadas desde que Julie Christie tocara su Everest personal. Hoy la actriz tiene 75 años y es una auténtica diva de la memoria efímera. Es tarea de sus admiradores guardar los recuerdos de sus mejores películas. Porque, de hecho, un actor vive en los demás, en quienes lo ven, en quienes lo hicieron, a través de la devolución de su mirada, en ser quien fue.