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La estrategia de Cristina Kirchner: se juega a todo o nada en las parlamentarias

La ex presidenta asume el riesgo de confrontar con el gobierno macrista sin acordar con el resto del peronismo. Si gana, frenará el proyecto macrista y quedará en carrera para 2019. Si pierde, se expone a la debacle.
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25 de junio de 2017 a las 14:51
Se develó finalmente una de las grandes interrogantes políticas de la Argentina. Aunque en las elecciones legislativas de este año se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y las representaciones de ocho provincias (un tercio del total) al Senado, había un único tema que acaparaba toda la atención: si Cristina Kirchner se postularía en la crucial provincia de Buenos Aires.

En la previa, hubo extensas argumentaciones tanto en el sentido de si le convendría presentarse como de si lo inteligente era dirigir todo desde fuera.

Estaban quienes afirmaban que, tras ocupar ocho años la presidencia y haberse ganado su lugar en los libros de historia, Cristina no debía exponerse a un "descenso de categoría" en una contienda electoral parlamentaria. En la cual, para colmo, arriesgaría la posibilidad de que un mal resultado significara la debacle de su proyecto político.

A fin de cuentas, si otro candidato de su corriente se presentaba y perdía, Cristina siempre quedaría desde lo personal y podría intentar suerte en las presidenciales de 2019. Sin embargo, la ex mandataria decidió correr el riesgo.

Cristina tiene a su favor un muy alto índice de adhesión en las encuestas. No baja de 30% en ninguna medición de la provincia, y su apoyo es más alto en el populoso conurbano.

Algo que contrasta con la baja intención de voto para cualquier otro candidato de su propio espacio. Es lo que lleva a pensar que, para la ex presidenta, la postulación no fue tanto una decisión propia como una imposición de la realidad: si ella no juega personalmente, su espacio político corre riesgo de diluirse a expensas de otras corrientes peronistas.

Entre quienes alentaban su candidatura, figuran quienes la ven como único factor aglutinante de un sector de la población que sufre el costo del ajuste económico.

Todo el ámbito político admite que, en caso de obtener un buen resultado, Cristina estaría logrando un freno definitivo al proyecto de Mauricio Macri y sepultando sus chances de reelección. Es, de hecho, lo que ella misma pregona en su campaña.

Y, por supuesto, como ruido de fondo está su situación judicial. Procesada en tres causas e investigada en otras tres, Cristina Kirchner tiene una ajetreada agenda en los tribunales, donde suele acusar a los jueces de jugar políticamente en connivencia con Macri. Para muchos, la búsqueda de fueros es el principal motivo que explica la postulación.

Un protagonismo sin desgaste

De manera que el debate del momento es si su candidatura es una señal de fortaleza o de debilidad. Pero, en todo caso, lo que queda nuevamente en evidencia es cómo Cristina, pese al desgaste de los años en el poder y a las acusaciones en su contra, sigue ocupando un rol central en la política argentina.

Su protagonismo es tan alto que el resto de los candidatos peronistas esperó a ver qué decidía ella para armar sus propias estrategias. Fue el caso de Sergio Massa, que sólo se postularía en caso de que antes Cristina oficializara su candidatura.

Del otro lado del mostrador, el gobierno de Macri festeja el hecho de que el peronismo vaya dividido. Hasta última hora hubo negociaciones en un intento de que el sector de Florencio Randazzo, ex ministro del Interior de Cristina, aceptara una lista de unidad.

Pero esto no fue posible, con lo cual el peronismo tendrá al menos tres grandes corrientes: la de Cristina –con tono menos peronista y más abierta a sectores de centro izquierda-, el de Randazzo, que espera aglutinar al peronismo tradicional de los intendentes bonaerenses, y el de Massa, que aspira a la presidencia en 2019 y quiere figurar equidistante del kirchnerismo y de Macri.

Cuando se pone la lupa en los candidatos que integran las listas, quedan en claro las diferentes estrategias. Cristina apostó a la renovación de imagen, lo que implica prescindir de viejas figuras de su gobierno y optar por dirigentes jóvenes.

En sus listas tuvieron lugares destacados economistas, científicos y dirigentes sindicales. Lo cual va en línea con el tono que ella quiere darle a la campaña: transformarla en un gran debate nacional sobre los costos del ajuste económico.

El estilo verticalista de Cristina quedó, una vez más, ratificado. La lapicera para conformar las listas fue exclusivamente de ella y no tuvo problema en relega a un oscuro y no muy honroso quinto lugar a diputados a Daniel Scioli, luego de haber apoyado su candidatura a presidente.

La polarización con el kirchnerismo

Del lado macrista, la estrategia es que la elección se torne en un "nosotros o ella". La táctica es polarizar el escenario, recordar los aspectos más cuestionables del kirchnerismo, y que, más que centrarse en los logros de la gestión macrista –todavía exiguos en materia económica- el debate vuelva a agitar el rechazo a Cristina.

Tanto es así que hasta pasó a ser un dato secundario la identidad del candidato oficialista. Será finalmente el ministro de Educación, Esteban Bullrich, quien encabece la lista macrista en la provincia. Pero todos saben que la batalla será entre Cristina y la dupla que concentra el poder político en la Argentina: Macri y la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal.

Vidal rompió todos los esquemas en 2015 al ganar en un territorio históricamente peronista. Obtuvo en aquella ocasión un 39% de los votos, cuando fue electa gobernadora. En el macrismo dudan que se pueda repetir ese caudal electoral pero sí creen que se puede superar el 30% y disputarle el primer lugar a Cristina Kirchner.

En tanto, para los peronista no kirchneristas, la apuesta es a la "doble decepción". Es decir, apelar al voto de los que no quieren a Cristina pero simultáneamente están disgustados por la gestión macrista. Es la estrategia que se conoce como la apuesta a la "ancha avenida del medio", un término acuñado por Massa en las legislativas de 2013.

En aquel momento, el ex jefe de gabinete kirchnerista dio el gran salto y pudo transformarse en presidenciable, al captar correctamente el humor social: se quería un cambio político, pero sin poner en riesgo la mejora económica ni, mucho menos, que se aplicara un ajuste clásico.

Pero cuatro años después, con un escenario más polarizado, no está tan claro que esa misma estrategia sea exitosa.

¿Interna o primera ronda?

En medio de toda la especulación, lo que parece quedar en segundo plano es el hecho de que estas listas que se oficializaron el sábado no son las de candidatos definitivos, sino las de pre-candidatos para internas partidarias.

Una paradoja, porque el sistema de las PASO –Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias- se desdibujó a tal punto que casi ningún partido disputará internas reales. En un entorno de listas únicas, entonces, las primarias de agosta harán las veces de una primera vuelta informal.

Y las elecciones "de verdad" de octubre, serán una especie de balotaje de hecho, porque quienes se ubiquen terceros o cuartos en las PASO corren riesgo de perder apoyo en aras del "voto útil".

Eso es lo que en los próximos meses tendrán en mente los candidatos, sabedores de que, en un escenario polarizado, siempre llegará el momento de tener que acordar con quien hoy aparece como rival.

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