Los músicos se integran a la escena en el espectáculo de Orfeo Ed Euridice

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La Fura dels Baus volvió con contundencia al Solís

La puesta del grupo catalán de la ópera Orfeo Ed Euridice cosechó múltiples elogios que opacaron las críticas a su espectáculo masivo en los festejos del Bicentenario
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20 de diciembre de 2011 a las 18:33

La Fura dels Baus fue uno de los platos fuertes más esperados en los festejos centrales por el Bicentenario el pasado 10 octubre. Cientos de personas se aproximaron a la Plaza Independencia para apreciar en forma gratuita un espectáculo que prometía un gran despliegue escénico, con una muñeca gigante de 8 metros de altura, 60 personas colgadas haciendo una coreografía aérea, una gran rueda gigante interactuando frente al Palacio Salvo y más de 150 artistas en escena.

Sin embargo, a la hora de hacer el balance, muchos de los que habían tenido que dejar de ver otros espectáculos para apreciar al grupo catalán, sintieron que habían “gastado” pólvora en chimangos. Y es que daba la sensación de que había sido un espectáculo compuesto por retazos que no lograba tener consistencia.

¿Qué tenía que hacer una payadora colgada de una bola gigante a la altura del techo del edificio Artigas (ex Casa de Gobierno), payando con un español vía satélite? La duda predominó entre los asistentes. Daba la sensación de que el grupo había puesto en un bolillero números locales (como payadas, tango, y candombe) y en otro números de acrobacias propias para mezclarlos al azar.

Pero no fue esto, en absoluto, lo que ocurrió con la puesta de la compañía catalana de Orfeo ed Euridice de Christoph Willibald Gluck, el pasado sábado 17 que consiguió que un Solís repleto la aplaudiera de pie.

Así como Gluck había tenido el mérito en el siglo XVIII, de reformar el género de la ópera, eliminando el aria da capo, adaptando las voces a los personajes y recuperando el contenido teatral que se había perdido en el período barroco, la versión que trajo a Uruguay la Fura dels Baus 250 años después cuenta con el acierto de haber llevado a los músicos al escenario para encarnar el poder del arte.

“La música contenida y repetitiva de Gluck es ideal para mostrar las coreografías espontáneas que realizan los arcos de las cuerdas o los estiramientos y contracciones de los trombones. La belleza del movimiento de los cuerpos generadores de música es un tesoro para mostrar”, dice el director de escena en el programa de la puesta y no se equivoca. Realmente el esfuerzo de los 40 músicos de la Orquesta Filarmónica de Montevideo, de trasladarse a lo largo y ancho del escenario dio sus frutos.

Para conseguirlo, el director ubicó sobre el escenario una serie de tapas, que abiertas operaban de atriles, pero cuando se cerraban, los dejaban circular con libertad,y a su vez los vistió con un llamativo vestuario (a cargo de Aitziber Sanz) que los integraba al coro y al resto del decorado. Es precisamente, en la sintonía de este vestuario con la escenografía y la puesta global donde puede encontrarse una de las grandes riquezas del espectáculo.

Otro de los grandes aciertos fue el trabajo audiovisual a cargo del catalán David Cid, en la que se intercalan diversas imágenes desde bosques de cipreses hasta cielos tormentosos, mariposas, gárgolas o instantáneas del campo de concentración de Auschwitz, capaces de transportar al espectador a los oscuros escenarios en los que trascurre la obra.

También cabe destacar el buen trabajo realizado por el Coro Santa Elena y su director Francisco Simaldoni, que tuvo una cuidada emisión en medio de múltiples movimientos coreográficos y traslados que suceden a lo largo de la puesta.

El mito y la versión gluckiana
Orfeo ed Euridice se llevó a escena por primera vez en el Burgtheater de Viena el 5 de octubre de 1762, sobre el libreto en italiano de Raniero de Calzabigi. Según la mitología griega, Orfeo era el músico más famoso de la antigua Grecia, a quien nadie se podía resistir por el encanto de su voz y su lira. Su esposa Euridice falleció el día de bodas tras el ataque de una serpiente.

La pena invadió entonces a Orfeo que lloró desconsoladamente y entonó canciones tan tristes que lograron conmover a los dioses. Así, Eros (Amor) le transmite que Zeus (Júpiter) está dispuesto a dejarlo ir a buscarla al reino de la muerte para recuperarla, pero con la condición de no mirarla hasta que hayan vuelto definitivamente a la tierra.

Cuando finalmente se encuentran, toma de la mano a Euridice y sin mirarla emprende el regreso. En el camino, no puede resistir a sus reproches y el reclamo constante de su mirada y en consecuencia decide desobedecer la prohibición de Zeus, por lo que la profecía se cumple y Euridice muere nuevamente, en tanto Orfeo se quita la vida.

En la versión gluckiana, este oscuro final es modificado, ya que Eros logra detenerlo antes de que se quite la vida, Los dioses vuelven a conmoverse por el dolor de Orfeo y permiten el regreso de Euridice a la tierra.

Últimas funciones
Entre hoy y mañana tendrán lugar las dos últimas dos presentaciones del grupo catalán en la sala principal del Teatro Solís. En el primer caso, los roles protagónicos serán interpretados por Nidia Palacios (Orfeo), Sandra Silvera (Euridice) y Carla Domingues (Amore), en tanto el jueves lo harán Mariela Nocetti, Marianne Cardoso y Sandra Scorza.

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