Miguel Arregui

Miguel Arregui

La guerra perpetua

Israelíes y palestinos luchan por cada palmo de terreno, con la carga añadida de símbolos y odios ancestrales
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04 de enero de 2017 a las 05:00

En la tibia mañana del 5 de junio de 1967 los cazabombarderos Mirage y Super Mystère israelíes despegaron para atacar las bases aéreas de Egipto, mientras sus fuerzas acorazadas se internaban en el desierto del Sinaí. Seis días después el pequeño Estado de Israel, con menos de dos décadas de existencia y bajo constante amenaza árabe, había arrebatado a Jordania la margen occidental del río Jordán o Cisjordania, incluyendo la parte Este de Jerusalén (la "ciudad vieja" sagrada para judíos, musulmanes y católicos); de Egipto había obtenido la pequeña franja de Gaza y toda la desértica península del Sinaí hasta el canal de Suez; y de Siria las alturas del Golán, una meseta montañosa de gran valor militar.

Pero una de las más brillantes victorias militares de la historia, de la que se cumplirán 50 años, a la larga significó para Israel una serie interminable de problemas, un estado de guerra casi perpetuo y un aislamiento internacional cada vez mayor.

Los principales enemigos de Israel en la "Guerra de los Seis Días" ahora están fuera de juego por diferentes razones. Egipto firmó la paz en Camp David en 1978 (y recuperó el control de la península del Sinaí), Jordania lo hizo en 1994, Siria y Libia se desangran en grandes conflictos civiles, e Irak fue derrotado en las dos guerras del Golfo, padece su propio conflicto civil y ya no es un enemigo a tener en cuenta. Por supuesto que restan Irán, el terrorismo y otras acechanzas, pero Israel –con apenas ocho millones de habitantes– es por lejos la potencia dominante en la zona.

El proyecto de Estado palestino

Las principales víctimas de la situación han sido los palestinos, los antiguos filisteos de la Biblia. Sus territorios son controlados directa o indirectamente por los israelíes, en tanto han padecido el rechazo de los propios árabes y se han dividido en facciones irreconciliables.

El proto-estado palestino, que es reconocido por buena parte de la comunidad internacional, incluido Uruguay, tiene por base el pequeño territorio de Gaza y buena parte de la margen occidental del río Jordán y del mar Muerto, en tanto reivindica al Este de Jerusalén como capital. Los israelíes prefieren considerar esas áreas sólo como "territorios palestinos", con una autoridad propia pero sin las potestades completas de un Estado.

En Gaza y Cisjordania, un terreno similar al departamento de Colonia, en Uruguay, habitan más de cuatro millones de palestinos, sumidos en la pobreza y dependientes de la ayuda externa, en tanto al menos otros cinco millones viven como refugiados en países árabes. En su gran mayoría son seguidores del Islam sunita.

Judíos y palestinos han reñido durante miles de años, desde los tiempos de David y Goliat y aún antes. Desde fines del siglo XIX los nacionalismos sionistas y árabes, mezclados con diferencias territoriales, religiosas y culturales, abrieron una nueva etapa de luchas. Las guerras de alta y baja intensidad recrudecieron desde que la ONU resolvió en 1947 la partición del territorio de Palestina en dos Estados: uno judío y otro árabe.

Las colonias israelíes

Uno de los mayores conflictos actuales gira en torno a las colonias israelíes establecidas en Cisjordania, un área que ONU sostiene que corresponde a los palestinos –y que sería la base territorial de su Estado–. De hecho, la mayor parte de la asamblea de ONU reconoce a Palestina como un Estado, pero aún falta la aceptación del Consejo de Seguridad debido a la renuencia de Estados Unidos. La extrema derecha israelí y sectores religiosos ultra-ortodoxos afirman que esas tierras, las antiguas Judea y Samaria, son suyas no sólo de hecho sino de derecho. Mientras tanto, buena parte de los árabes niega el derecho a la existencia de un Estado judío en Palestina.

En Cisjordania hay unos 400.000 colonos israelíes en unos 140 asentamientos y otros 190.000 en Jerusalén Este.

El 23 de diciembre el Consejo de Seguridad de ONU exigió el cese de los asentamientos israelíes en Cisjordania y Jerusalén Este después que Estados Unidos, de manera sorprendente, optara por no vetar la resolución. Uruguay fue uno de los 14 países que la respaldaron.

El gobierno de Israel rechazó la decisión, la calificó de "sesgada y hostil" y sostuvo que "no la acatará". También tomó represalias diplomáticas y económicas contra algunos de los Estados votantes en el Consejo de Seguridad.

El gobierno de Barack Obama, como antes otros gobernantes estadounidenses, propone crear dos estados con base en las fronteras anteriores a la guerra de 1967, con una capital compartida en Jerusalén. Pero el presidente electo Donald Trump, que asumirá el 20 de enero, animó a Israel a mantenerse firme ante la presión internacional. Nadie sabe con exactitud qué hará Trump, aunque nombró a un embajador abiertamente partidario de los asentamientos israelíes en Cisjordania.

Estados Unidos no es sólo un socio político de primera importancia, sino también el mayor soporte financiero, tecnológico y militar de Israel en el último medio siglo.

Trump promete desdecir a Obama

El secretario de Estado, John Kerry, afirmó el miércoles 28 que los colonos están resolviendo por sí el futuro de Israel. "Y su propósito es claro: crear un solo Estado, un gran Israel", sin lugar para una Estado palestino. Y opinó que si triunfa la postura de los colonos ultra-derechistas, Israel no tendrá un futuro democrático.

Fueron las palabras más duras vertidas por un responsable estadounidense en mucho tiempo. De alguna forma, Kerry destiló la frustración del gobierno de Obama con la situación entre israelíes y palestinos. Trump calificó de "incendiarias" las opiniones del secretario de Estado, a quien acusó de poner obstáculos en la transición estadounidense. Y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu acusó a John Kerry de estar "más preocupado por las colonias que por el terrorismo" en un Medio Oriente que "se inflama".

Mientras tanto otros miembros del gobierno de Israel, considerado el más derechista de la historia de ese Estado, se burlaron de Kerry. Incluso el ministro de Educación, Naftali Bennett, volvió a proponer la anexión formal a Israel de la mayor parte de Cisjordania, lo que destruiría por completo cualquier solución de paz basada en dos Estados. Los nacionalistas religiosos como Bennett, que consideran a Cisjordania como territorio judío desde tiempos bíblicos, tienen gran influencia en el gobierno de Benjamin Netanyahu.

Violencia y símbolos

A lo largo de la franja de Gaza, controlada por los yihadistas de Hamas y sellada por las fuerzas israelíes, proliferan los intercambios de disparos, en medio del tenso cese del fuego que siguió a la guerra abierta de julio-agosto de 2014. En Cisjordania, mientras tanto, desde setiembre de 2015 hombres y mujeres palestinas atacan a israelíes, muchas veces con cuchillos, lo que ha provocado más de 280 muertos.

Para lograr una paz duradera, "los israelíes tendrían que apoyar un Estado soberano para los palestinos que incluya a Hamas, levantar el bloqueo a Gaza y las restricciones de movimiento en Cisjordania y Jerusalén Oriental", resume un informe de la BBC británica del 26 de diciembre. "Los grupos palestinos deberían renunciar a la violencia y reconocer el Estado de Israel. Pero quizás el tema más complicado por su simbolismo es Jerusalén, la capital tanto para palestinos como para israelíes".

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