María Isabel nació en la ciudad de Durazno. Estudió la carrera de Magisterio para convertirse en docente, pero nunca terminó. Sin embargo, eso no fue impedimento para trabajar en escuelas rurales, donde conoció a su marido y con quien decidió irse a vivir al campo, a ocho kilómetros de Blanquillo, un pequeño pueblo en las afueras de Durazno.
Cuando dejó de trabajar en las escuelas rurales hizo cursos de animación de niños y jóvenes, trabajó con la Escuela de Padres y actualmente se dedica a los adultos mayores. Amanecer es tan sólo uno de los innumerables grupos de tercera edad que existen en todo el país. Cada semana sus integrantes se reúnen, realizan actividades de canto, talleres de manualidades, paseos y excursiones por el país. En un pueblo de 1000 habitantes como Blanquillo hay 40 adultos mayores asisten regularmente a las actividades del grupo.
"A veces es difícil para los adultos mayores integrarse en estos grupos. Están encerrados, son propensos a las críticas y les cuesta salir. Pero cada uno que se une es una alegría y un nuevo desafío de traer uno más", sostiene María Isabel.
El grupo Amanecer está asociado a Redam (Red del Adulto Mayor), Inmayores (un organismo del Ministerio de Desarrollo Social) y a la Oficina del Adulto Mayor de la Intendencia de Durazno. Todos ellos respaldan las actividades y ayudan en materia logística al grupo. "El mayor problema que tenemos es la locomoción. En Blanquillo no tenemos un ómnibus; hay que contratar un micro que nos lleve a todos lados", comentó Fernández.
Según contó María Isabel, todo el departamento -y en especial su pueblo- siguió con entusiasmo la competencia que la coronaría reina. Incluso hubo muchos que viajaron a Brasil a acompañarla. "Se terminó armando una excursión. Íbamos a concursar pero también a pasear y conocer las Cataratas del Iguazú". Tres ómnibus repletos de adultos mayores viajaron junto a Fernández para hacer de hinchada.
"Algo que llena mucho mi vida es mi salón de los recuerdos", contó María Isabel a El Observador. Se trata de una habitación en su casa que desde hace 18 años alberga antigüedades que fue recolectando con el correr del tiempo. "Pero no son objetos comprados en la feria de Tristán Narvaja", bromea. "De cada uno conozco su historia y he escrito mucho. Son testimonios que he ido conociendo, visitando las casas del vecindario, haciendo dedo o como pudiese".
El salón de los recuerdos es un atractivo turístico de la zona, pero también es un lugar importante para los habitantes del pueblo. "Han llegado personas a visitarlo, que miran un libro de comercio y me dicen: '¡Señora, esta persona que debía plata era mi padre!'".
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