La hortifruticultura no vivió la bonanza

¿Cuáles son sus orígenes como productor?
Me crié y me formé como productor en Rincón del Colorado, en la 5ª Sección de Canelones. Una zona donde cada vez hay menos productores rurales porque se ha dado también el fenómeno de concentración de la tierra y además se han vendido muchas chacras para fincas de fin de semana por su proximidad con Montevideo, a 40 kilómetros. Quedan muy pocos jóvenes para seguir trabajando la tierra y tenemos una organización de base (Sociedad de Fomento Rural del Colorado) que se ha visto muy potenciada con los proyectos de Uruguay Rural, que le ha dado una dinámica diferente y la ha motivado mucho más.

¿Cómo se encuentran los productores que representa?
Es el único subsector que no ha vivido la bonanza económica productiva del país. Cuando hay problemas con el dólar producimos en pesos y compramos insumos en dólar y cuando nuestra producción sube de precios se importan productos para facilitar el abastecimiento a la población. Son problemas muy sensibles que se suman a las complicaciones climática.

¿Cómo se caracteriza la zona de Rincón del Colorado?
Siempre fue una zona hortifrutícola y con un componente vitícola importante. Hace 30 años éramos 300 familias vinculadas a la producción y ahora somos apenas 30. Por lo tanto, se ha producido una emigración fuerte, especialmente de jóvenes.

¿Cómo ve el momento del sector agropecuario?
En general, si medimos el agro uruguayo en volumen físico e ingresos económicos, es un muy buen momento, con buenos precios internacionales. Hay sectores que se han dinamizado en forma explosiva, como la agricultura, la lechería y la forestación.
Hay rubros que han crecido en forma desproporcionada y eso ha generado problemas para otros productores más chicos. El proceso de concentración de la tierra es brutal en Uruguay, si consideramos que solo dos empresas tienen 450.000 hectáreas de las 16 millones de hectáreas productivas que tiene el país.
Otro proceso que está pegando muy duro y vinculado a lo anterior es la extranjerización de la tierra. No vemos que esa gran renta económica beneficie a los uruguayos y muchos menos que esté justamente distribuida.

¿Cómo está la agricultura familiar y qué le falta?
Es un sector muy dinámico que involucra a mucha gente, pero que tiene muchas vulnerabilidades. La concentración de la tierra se hace fundamentalmente en desmedro de la producción familiar. Esto pasa en la granja, incluyendo la hortifriticultura, y en la lechería, donde los tamberos chicos no han podido pagar las altas rentas que tienen ahora los campos. También hay fortalezas, porque el productor familiar es capaz de adaptarse a los cambios y hay muchos casos de productores reconvertidos a otros rubros productivos. Es un sector que debería ser contemplado con políticas de forma muy especial, porque somos los grandes conservadores del suelo en Uruguay. La unidad familiar ha logrado mantenerse en el medio cuando la producción se desarrolla en familia y son características que los gobiernos deberían contemplar, no con asistencialismos, pero sí con planes de desarrollo. Es necesario profundizar las políticas sociales y diferenciadas, aunque debemos reconocer que se ha hecho mucho en este sentido.

¿Cómo ve la actividad granjera en materia productiva?
Tiene varios problemas. Hay cambios de alimentación en el país y eso ha impactado en la caída del consumo de frutas y hortalizas, a pesar de todas las campañas de promoción que se han hecho. Por ejemplo, la venta de lechugas bajó 80% en los últimos años. En fruta también es muy notorio, porque es más fácil tomarse un helado que pelar un durazno. También hay un problema histórico con el alto costo de la intermediación, que termina perjudicando a las dos puntas de la cadena: el productor y el consumidor.

¿Cómo observa la producción de carne?
Se vive un momento muy bueno como consecuencia de una mayor demanda que impacta en los precios, mientras que por otro lado se generan perspectivas de menor oferta. Nosotros vemos a su vez que existe un problema entre el productor chico y el frigorífico, donde uno gana menos de lo que debería y el otro más de lo que sería razonable. En momentos de bonanza se disimula bien esa situación, pero cuando las condiciones de mercado se ajustan debería revisarse.