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La idea que se tenga de empresa origina significativas consecuencias

Es una comunidad de personas
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26 de septiembre de 2017 a las 05:00

Por Pablo Coimbra

ACDE ha meditado mucho a propósito de lo qué entiende por empresa. Las definiciones de cómo se concibe a la empresa suelen ser muchas y de gran diversidad, por lo que se nos exige una opción más.

Alguno podrá pensar que se trata de un esfuerzo trivial, puramente teórico y académico, que nada aporta a lo práctico y útil, que es donde –en último término– se define la vida.

Sin embargo, del concepto, de la idea que se tenga sobre la empresa, muchas y significativas serán las consecuencias para la vida práctica de la sociedad y de los individuos.

Existen muchas formas y estilos para dirigir. Pero creo que la mejor forma de hacerlo es la de un dirigente que conciba a la empresa como una comunidad de personas. Sencillamente porque es la definición más realista y la que mejor se vincula con la dignidad de la persona humana. Y esta es la definición que ha adoptado la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) hace bastante tiempo: comunidad de personas.

Ciertamente muchas realidades humanas se ajustan a esta definición, cualquier grupo humano con un propósito común podrá arrogarse el concepto “comunidad de personas”. Pero no por eso deja de ser lícito considerarlo para la empresa, es más, creo que es la mejor definición para la empresa, con consecuencias bien interesantes que marcarán el estilo de dirección, entre otros aspectos.

La empresa no es simplemente una organización creada para obtener la máxima rentabilidad de cierto capital invertido. Esa mirada es miope, pues lo que puede ser válido para el accionista o capitalista, no lo es para los colaboradores, para los clientes, para los proveedores ni para la sociedad.

Si le preguntáramos a un cliente cuál es su interés en referencia a la empresa, nunca dirá que va a comprar el producto o el servicio para conseguirle el máximo beneficio al capitalista o inversionista. Sus intereses serán –en todo caso– obtener un buen producto o servicio al mejor precio. Por su parte, si preguntáramos a los colaboradores cual es el sentido del esfuerzo de su trabajo, no responderá –con seguridad– que lo hace para que el accionista obtenga la mayor renta posible. Serán otros los motivos, que van desde obtener la justa remuneración por lo que hacen, hasta el sentirse parte de la creación de un valor que aporta a todos y lo trasciende.

Tampoco la empresa es –sin más– un conjunto de activos con los que se busca la excelencia en la producción, distribución o venta; ni tampoco es solamente un sistema en el que se combinan capital, trabajo y materia prima para obtener un resultado con un valor agregado. Considerar así a la empresa se trataría de un reduccionismo que alarma.

La empresa es una comunidad de personas, donde se dan todos los elementos de las definiciones anteriores y algunos más, en procura de satisfacer los intereses de todos los integrantes de esa comunidad. El arte de dirigir deberá tener en cuenta las recompensas de todos, con el propósito de que cada uno dé lo mejor de sí mismo.

La mejor manera de dirigir una empresa no se mide solo, ni primordialmente, por los resultados y la eficiencia económica, ni por los beneficios obtenidos, ni por el aumento de la cotización del patrimonio, sino por el éxito de que cada uno dé lo mejor de sí mismo. Considerando el desarrollo integral del equipo y de la persona humana en todas sus dimensiones: corporales, psicológicas, sociales y también espirituales –por tanto morales– es el estilo para dirigir la empresa con un sentido cristiano.

Donde hay personas hay sueños, aspiraciones, pasiones, luchas, deseos, errores, pecados, historias, cultura, inquietudes, sufrimientos, sacrificio, amor. Personas que se vinculan con su entorno, con los demás y con Dios.

Donde hay personas debe haber lugar para la ética, pues cada decisión, actitud o acción deja marcas en mí mismo y en los demás. Cada acción humana nos hace mejores o peores, en otros términos, nos humaniza o deshumaniza, a mí mismo y a los demás. Por tanto hay responsabilidad por la vida de los demás. ¿Cuántos trazos dejan nuestras empresas en la vida de la personas y de la sociedad?

El prestigioso economista británico John Kay, asesor de multinacionales y gobiernos y él mismo empresario, analizando el papel de la empresa en la sociedad escribió: “La empresa con fines de lucro es, debe ser y seguirá siendo la institución central de la economía moderna. Pero esto no significa que el objetivo de la empresa con fines de lucro sea obtener un beneficio, del mismo modo que nosotros necesitamos respirar para vivir, pero respirar no es el objetivo de nuestra vida”.

Kay continúa diciendo: “El objetivo de la empresa es producir bienes y servicios para satisfacer necesidades económicas y sociales, para crear un empleo satisfactorio y remuneratorio, para obtener rendimientos para sus accionistas y otros inversores, y para hacer una contribución positiva al entorno social y físico en el que opera”.

Por lo tanto la empresa conquistará su propósito siempre y cuando actúe con la conciencia de ser una comunidad de personas, y por tanto ha logrado el bien común de todos sus miembros, ha colmado los sueños y expectativas de todos, motivando a todos a dar lo mejor de sí. l

Asesor doctrinario de ACDE

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