Entre las noticias más leídas antes de ayer en El Observador figuraba esta:
"¿Por qué Netflix canceló Sense8?" Entre los lectores estaba quien esto escribe.
La serie debe ser de las más originales que ha hecho la televisión, por lo que resulta un desastre que quede a mitad de camino, pues precisamente lo que más queríamos saber era el imposible final que podría haber tenido sin nunca prometerlo.
Sense8 es creación de los ex hermanos Wachowski, hoy hermanas, dos genios anti status quo de los que Hollywood cada tanto permite florecer y quienes con la saga
The Matrix y la película
V de Venganza demostraron que la imaginación humana puede ser un
ejercicio de invención permanente.
Sense8 es uno de esos disparates fabulosos que cada tanto aparecen en televisión, a la altura de los delirios de improvisación rigurosa de
Twin Peaks, casi el otro único ejemplo en este tipo de
arte mayor en el cual la historia, como relato lineal, pasa a segundo, o bien es inexistente, pues lo que en verdad importa es hacer funcionar a la percepción en dirección directa hacia donde todo es posible.
Cuando el televidente consigue entrar en el mundo de Sense8 (a mí no me costó, pero me va a costar mucho salir), un maremoto de sensaciones, la mayoría ilógicas, comienza a acopiarse, llevando a la pregunta, ¿a dónde me están llevando?, aunque la respuesta sea innecesaria, pues igual, sin saber, sin querer saber, vamos a la deriva en la trama, disfrutando al máximo tanto del placer del viaje como de la ausencia de destino final.
¡El libreto, inventivo a más no poder, una y otra vez parece estar diciéndonos, "no hagas el intento de comprender, pues el entendimiento no ha sido invitado a esta
fiesta". Pasamos por la vida sin entender al tiempo, a la muerte, al amor, los tres grandes misterios de nuestra existencia.
Como la propia vida, Sense8 invita a disfrutar sin tener que saber de qué se trata lo que estamos disfrutando, que no es otra cosa que un periplo gozoso a las sensaciones profundas de cada individuo. Al parecer, la audiencia de la serie no era muy grande y por los cuatro gatos locos que la seguíamos de adicta forma los productores no estaban interesados en seguir perdiendo plata.