Mundo > INMIGRANTES

La Jungla que crece

Con casi 9.000 habitantes, el campo de desplazados de Calais (Francia) es una bomba de tiempo
Tiempo de lectura: -'
07 de noviembre de 2015 a las 05:00

Por Álvaro Carballo, especial desde Calais

Las luces de un coche iluminan la pared del túnel donde un graffiti asegura "France is dog life. England good life" (Francia es una vida de perros. Inglaterra la buena vida). Cientos de personas van pasando frente a él, sin mirarlo. Algunos van solos y otros en grupos. Esta noche el grupo que parece más grande tiene 69 integrantes. Todos son habitantes de La Jungla, nombre que se le da a un campamento de desplazados donde hay eritreos, sudaneses, etíopes, congoleses, kurdos, iraquíes, afganos y hasta kuwaitíes. La Jungla está en Calais, una ciudad balneario de Normandía, donde en 1945 los aliados desembarcaron en Europa para derrotar a los nazis. Todos quienes habitan esta torre de Babel de la pobreza, son personas cuyo anhelo es entrar a Inglaterra. Un capítulo más de la trágica historia que protagonizan miles y miles, en migraciones que hacen recordar a las ocurridas en 1945, cuando el mundo estaba en guerra.

De noche, marcha

Algunos, los menos, deciden torcer camino hacia el puerto. Ahí tienen que infiltrarse en los camiones que cruzarán a Dover en ferry o colarse directamente en la embarcación. Para lograrlo deberán, además, superar un doble vallado, cámaras de seguridad y vigilancia policial. El perímetro del puerto es pequeño, facilita el trabajo de la seguridad.

Hoy es viernes y la mayoría optó por caminar los 12 kilómetros que separan La Jungla de las vías del Eurotúnel, la conexión subterránea entre Francia e Inglaterra que atraviesa el estrecho de Calais, el punto más angosto del canal de la Mancha. A la salida del campamento recorren un par de kilómetros por la vía del tren local. Después se pasan a la ciudad, caminando con total tranquilidad, como quien llegara a su propio país: parece una peatonal de gente que arrastra consigo los restos de su vida, que precisamente intentan salvar en esta huida.

Los marchantes atraviesan las playas de estacionamiento de una estación de nafta, cruzan por atrás de un edificio, cortan a través de un parque, se detienen bajo un foco para fumar un cigarrillo, hasta que la ciudad queda atrás y las opciones vuelven a ser dos. Una, seguir por la ruta departamental hasta las vías. La otra es cruzar la autopista, el mega centro comercial Cité Europe y, justo detrás de él, encontrar la playa de embarque de autos y camiones que viajarán dentro del tren. El tren es la salvación, porque el túnel no tiene ruta para vehículos. Los policías que custodian la zona se mueven en vehículos, un lugar que no ofrece precisamente la mejor perspectiva.

Además, hay kilómetros de vías protegidas por una sola valla. Día a día cientos de personas intentan colarse para correr por la vía los 50 kilómetros que las separan de Inglaterra. Muy pocos lo logran.

"Están locos, en las vías hay cables con 25 mil vatios. Muy pocos han podido llegar a las vías y algunos murieron electrocutados", cuenta un policía francés a las 6 de la mañana, mientras custodia el puente más cercano a las bocas del túnel.

Una cosa es cierta, de pronto los caminantes desaparecen. El seguimiento que en la ciudad parecía sencillo, ahora se vuelve imposible. Solo vuelven a dejarse ver al amanecer, cuando regresan a La Jungla, derrotados pero planificando cómo intentarlo otra vez.

Problema ajeno

"Una plaga de inmigrantes quiere entrar en el país", dijo a fines de julio el primer ministro británico David Cameron, declaraciones que le valieron reproches incluso de un grupo de 84 obispos de la Iglesia Anglicana, que lo acusaron de falta de acción ante la crisis humanitaria. La presión surtió un efecto relativo: Cameron anunció que está dispuesto a recibir 1.000 ciudadanos –solo sirios– antes de Navidad, según el corresponsal del diario El Mundo en Londres. Mientras tanto, su gobierno aportó 7 millones de libras –unos US$ 11 millones– para reforzar los vallados del lado francés.

En Francia, quien ha hecho más referencias a la situación es la alcaldesa de Calais, Natacha Buchart, que reclama al gobierno de François Hollande que envíe una custodia militar permanente a la ciudad. Al momento, la tarea está en manos de 750 policías. La empresa Eurotunnel, encargada de la explotación del cruce, dice que la situación se está volviendo ingobernable y responsabiliza a los gobierno de demoras que parecen ser por ineficiencia propia.

De momento todo va camino de empeorar. El campamento tiene baños químicos y conexiones de agua para unas 1.500 personas y hay casi 9.000. La zona es húmeda y lluviosa, todo se vuelve barro, la basura se acumula y las enfermedades, principalmente de piel, respiratorias y digestivas, aumentan. Hay dentistas voluntarios y la organización Médicos del Mundo tiene una carpa que atiende de lunes a viernes. Y se espera la llegada de una oleada de ciudadanos sirios desde Alemania.

Los problemas del gobierno alemán para lograr una mayoría que le permita recibir desplazados han hecho que varios sigan su camino hacia Calais, con la creencia de que entrar a Inglaterra será más sencillo.

Problema propio

A diferencia de los gobiernos, muchos ciudadanos franceses e ingleses se acercan a La Jungla con donaciones de ropa, alimentos y carpas; ayudan a construir "viviendas" de madera y nailon y hasta organizan marchas de protesta.

El sábado llegan algo más de 400 británicos, la mayoría integrantes del Sindicato de Servicios Públicos y Comerciales. Quieren expresar su solidaridad y respaldo a los desplazados y armaron una movilización rumbo al puerto. Varios llevan unas pequeñas pancartas con la leyenda "Refugees welcome here" (Refugiados bienvenidos aquí) y el logo del colectivo Stand Up To Racism (Enfrentando al racismo). También hay un hashtag: #RefugeesWelcome.

La Jungla Campo de Refugiados
undefined

Por momentos parece una película de los Monty Python: desde un altavoz una mujer arenga con la consigna "Say it loud, say it clear, refugees are welcome here" (Dígalo alto, dígalo claro, los refugiados son bienvenidos aquí). Frente a ella, varios desplazados la miran sin entender una palabra. A puro gesto logra hacerles entender que tienen que corear lo mismo que ella. Todos se ríen y comienzan a marchar rumbo al puerto.

En el camino, Pauline, una londinense que llegó a Calais hace un par de horas y viaja con su hija Theon, de 9 años, comenta: "La traje porque ella tiene que saber cómo funciona el mundo. En casa hay calefacción, juguetes, libros, entonces está bien que sepa que hay otras realidades. Venir no es peligroso, es venir a conocer gente".

No la convencía la historia que contaban los medios en Londres. "Lo que vi es peor. Hablé con gente que está enferma, estuve con una familia que tiene tres niños, que tienen problemas de alimentación, no están creciendo ni recibiendo educación", se indigna Pauline. Otra cosa que la fastidia es la opinión de algunos de sus compatriotas: "En Inglaterra dicen que los refugiados vienen por los beneficios y no aportan nada. Pero sabemos que vienen y trabajan, que hacen una contribución a la economía y al país".

Por el momento, su voz aparece como la de una minoría en Europa.

Historia

El primer campamento que hubo en la zona fue en el balneario Sangatte, a fines de los años de 1990. Cientos de desplazados por la guerra de los Balcanes llegaron buscando entrar al Reno Unido, y la Cruz Roja armó un centro de refugiados con unos 900 habitantes.

El Centro fue clausurado en 2002 por acuerdos entre Francia e Inglaterra, pero siguió siendo base de quienes querían entrar a Reino Unido. En 2009 el gobierno de Nicolás Sarkozy decidió terminar con él, y derribó las precarias viviendas del lugar.

“No puedo llamar a mi novia”

Ahmed es sudanés, de Darfur. Llegó a Calais tras atravesar Libia, Italia, Eslovenia y Austria. Explica que acepta hablar pero sin fotografías: su imagen en Francia puede ser utilizada en su contra en el Reino Unido, le dirían que llegó desde allí y lo devolverían a tierras bretonas. Llegó escapando del régimen del dictador Omar al Bashir, condenado en ausencia por genocidio por la Corte Penal Internacional.

“La vida en mi país era demasiado dura y parte de mi familia está viviendo en Inglaterra. Yo quiero ir allí para reunirme con mis hermanos”, explica Ahmed. Cuenta que tiene estudios: “Soy técnico electricista”, asegura. Por eso cree que en Inglaterra podrá trabajar.

La Jungla Campo de Refugiados
undefined

Él y otros seis sudaneses viven juntos en tres carpas blancas. Una tiene la leyenda “USA out” y la otra “I need go to U.K.”. Lleva cuatro semanas en La Jungla, aunque su viaje comenzó hace mes y medio. Más que la vida en condiciones de hacinamiento y lejos de sus seres queridos, lo que lo afecta es el clima. No está acostumbrado al frío y sabe que todavía no llegó el inviernos. Además extraña a su novia: “Lo peor es que no puedo llamarla porque no tengo nada bueno que contarle. Cuando llegue a Londres sí, la llamaré para que se venga conmigo”.

“La única evolución que uno ve es la muerte”

El padre Ángel es fundador y presidente de la ong Mensajeros de la Paz,* con larga tradición en materia de colaboración con desplazados y carenciados. Recién llegado de una recorrida por campos de desplazados en las fronteras entre Croacia, Eslovenia y Hungría (y de ser jurado de los premios Princesa de Asturias), participó de un coloquio sobre desplazados en Madrid. Al finalizar la actividad, dialogó con El Observador.

Viene de recorrer varios campos de desplazados. ¿Qué imagen trae?

La que uno jamás podría haber descrito. Una de tristeza: no es posible que sea verdad lo que hemos visto. Alguien dijo que esta crisis humanitaria es lo más grave que ha pasado a la humanidad después de la segunda guerra mundial. Miles y miles de personas caminando por vías, descalzos, mientras los gobiernos siguen haciendo reuniones en despachos con alfombras y sin bajar al suelo. Abrir las fronteras es lo menos que pueden hacer.

¿Qué pueden hacer organizaciones como la suya?

Podemos levantar la voz, pero nada más. Quienes pueden son los gobernantes. Nosotros tenemos que seguir sensibilizando a la gente para que sigan votando a los mejores. Ahora hay elecciones en España, en Argentina, en todo el mundo: tenemos que seguir diciendo que precisamos políticos capaces de dar la talla. A veces los políticos preguntan “¿Usted qué haría?”. Oiga, no me pregunte a mí, a usted le pagan el sueldo para resolver estas situaciones.

¿Qué papel está jugando la Iglesia Católica?

Si me hablas de la Iglesia burocrática, la de las alfombras, se queda corta. Si me hablas de la Iglesia de verdad, de la del papa Francisco, un papa con los pies en la tierra, tiene un buen papel. En honor a la verdad, la iglesia siempre ha sido pionera en obras sociales. También es verdad que puede hacer mucho más. Podríamos vender algún inmueble, alguna cosa para ayudar a los que no tienen.

¿Qué evolución le imagina a la crisis?

Mala, porque no hay voluntad política. La única evolución que uno ve es la muerte, que la gente seguirá muriendo o tirada en la calle.

* La ong actúa en Uruguay a través de dos centros CAIF.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...