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La lógica de la interpelación a Muñoz y la otra lógica

Si queremos cambiar la educación no hay otra que cambiar el gobierno
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27 de abril de 2017 a las 05:00

Por Daniel Corbo

Cuando haya entregado este artículo a la redacción se estará desarrollando la interpelación planteada por el senador Pablo Mieres a la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz. Será la tercera que se le realiza. Este artículo no trata, entonces, de los resultados de la misma, sino de otra cosa, de la lógica política que preside el posicionamiento y el discurso de los actores de ese episodio parlamentario y sus proyecciones a futuro.

Como Mieres ha adelantado a diversos medios, con la interpelación no pretende la censura de la ministra de Educación y Cultura, sino algo más sutil: hacerle entender al presidente Vázquez que le quedan por delante tres años de gobierno, que todavía está a tiempo para no fracasar en la educación y que para ello debe sacar a los actuales miembros del Codicen y sustituirlos por otros con voluntad real de hacer cambios. El propósito de Mieres es prudente y tiene una racionalidad difícil de objetar. Se basa en la secuencia: la educación está en crisis (seguramente lo probará con cifras y dictámenes contundentes), luego hay que cambiar la educación para mejorar sus resultados, pero el problema es que quienes administran la educación pública no quieren cambios, apuestan a la inercia, a más de lo mismo. Si queremos hacer cambios en educación hay que empezar por cambiar a las autoridades del Codicen.

El problema es que la lógica que emplea Mieres es una lógica racional, pero que no es necesariamente una lógica política, que involucra cuestiones de relaciones de poder y visiones ideológicas que permean la lectura de la realidad, de modo que la realidad bajo una faz racional puede no ser el modo en que otros leen esa misma realidad. La perspicacia de Mieres en este asunto es jugarse a que Vázquez, pensando en sí mismo y haciendo gala de esa megalomanía de su personalidad, deje clavado al Frente y haga lo que pide Mieres para salvarse. No será la primera vez que lo hace debe haber pensado Mieres.

Mientras tanto, yo creo que ocurrirá lo que es previsible que ocurra. El Frente Amplio cerrará filas apoyando a la ministra y a las autoridades del Codicen, negará que haya crisis educativa, sostendrán que se han hecho cosas y que hay logros, todavía no en los aprendizajes, pero sí en los recursos que dispone la educación, que ha mejorado la infraestructura, que el Plan Ceibal, que hay una pequeña mejora de la cobertura de la educación media, y que se están adoptando una serie de acciones en territorio, que no se aprecian todavía pero que empiezan a tener resultados (¿?). Este, más o menos, será el discurso del partido oficialista.

Mieres deberá advertir, entonces, diagramado en la geografía del propio Senado, que hay una partición del país político en dos. Un país político que en diversos tonos coincide en que la educación está en una grave situación y que de ello resultan significativas restricciones al futuro, en las dimensiones del desarrollo personal, en el tejido de integración de la sociedad y en la calificación de recursos humanos requeridos por un desarrollo económico. Que por lo tanto, se requiere una profunda transformación educativa y que de ella depende el futuro de posibilidades de la sociedad nacional. Esto estará en todas las fuerzas políticas de oposición. En contraste, el otro país político representado por la izquierda tradicional, no dirá que “todo va mejor con Coca-Cola”, pero sostendrá que las cosas no están tan mal, que es verdad que falta resolver ciertos problemas, pero que se está trabajando en ello y que hay que esperar un poco para empezar a ver resultados. Negará que se requiera una gran transformación, apostará a que los cambios deben ser incrementales y que se está en el camino de ello. Más o menos esa será la lectura, donde por cierto se muestra hasta donde la izquierda, otrora revolucionaria, ha devenido en fuerza política no solo conservadora, sino regresiva y cultivadora del status quo.

¿Cómo se explica el fracaso educativo de la izquierda y su evasión del cambio? Primero, porque el Frente amplio no ha logrado definir una política educativa orgánica. Si se repasan los programas de gobierno frenteamplista, en sus documentos preelectorales, lo que puede encontrarse como sintetiza el académico Nicolás Bentancour, es más bien, “un punteo de principios generales, objetivos y medidas, escasamente articulado y de muy disímil nivel conceptual” (Revista Uruguaya de Ciencia Política, vol. 21, no 1, enero-julio 2012). Esto nos da un indicio para comenzar a entender por qué las medidas que las autoridades ejecutaron en estos 12 años carecen de impactos significativos sobre la emergencia educativa y culminan por ser apenas parches a la situación. No están insertas en un proyecto educativo. Son apenas medidas ad hoc, que obedecen a impulsos particulares y acciones sectoriales. La incapacidad de la izquierda en el campo educativo obedece a las posiciones encontradas entre distintas tendencias de la fuerza política sobre la política a seguir y a la dependencia que tiene de los sindicatos, que traban persistentemente toda iniciativa de cambio y con los que esta fuerza no quiere quebrar porque depende de ellos para su acumulación política. En la perspectiva de una nueva Rendición de Cuentas (que es más bien un medio presupuesto para los años que faltan), la fuerza que gobierna no puede dividirse, ni Vázquez tomar una medida como la que pide Mieres, que significaría una ruptura con el MPP y con impactos sobre el manejo de aquella.

Que Mieres juegue esta carta parece bueno. Ella despeja situaciones. Si no nos equivocamos en nuestro análisis, después de este paso lo que debe estar claro es que hay que prepararse para cambiar el gobierno y proyectar un entendimiento de las fuerzas políticas que están por el cambio para presentarle al país el plan de la nueva educación. Si queremos cambiar la educación no hay otra que cambiar el gobierno. Hay que preparar ese camino.

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