Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

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La médica desaparecida, los rumores y la prensa

El fin de semana fue un hervidero de versiones que la daban viva, en Paraguay, internada, inubicable
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15 de junio de 2015 a las 12:08

El sábado fue un hervidero. Algunos celulares quedaron calientes y otros sin batería. Llamadas, mails y mensajes de texto hicieron correr rumores acerca de la suerte de la ginecóloga Milvana Salomone, desaparecida desde el 17 de mayo. Periodistas hablando con allegados a la familia, la familia hablando con la Policía, médicos hablando con periodistas, periodistas hablando con periodistas y todas las combinaciones posibles.

El portal de noticias Montevideo.com divulgó que había aparecido viva pero luego corrigió y dijo que hubo contradicciones y que la familia negaba esa información.

Un grado 5 que trabaja en el Británico le dijo a un dirigente político que Salomone estaba internada en ese sanatorio privado.

Otra fuente sostuvo que desde una repartición específica de ese sanatorio se le aseguraba que Salomone estaba allí, golpeada y deshidratada.

Que estaba en Paraguay. Que estaba llegando de Paraguay. Que se había pagado no sé cuánto de rescate.

Radio Sarandí, a través del periodista Sergio Silvestri, dio una información similar.

El periodista de esa radio Gerardo Sotelo insistió en su cuenta de Twitter:

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Luego agregó:

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¿Por qué tiene que salir a negar el Ministerio del Interior?, le pregunté a un colega, porque si invertimos la carga de la prueba estamos obligando a todo el mundo a desmentir información que es cierta.

"Claro", me dijo el amigo y colega, "pero cuando hay un tema de tanta sensibilidad y dos medios y un periodista considerado prestigioso por mucha gente dicen que está viva, me parece que amerita una aclaración".

Me dejó instalada la duda. De todas formas, el viceministro de Interior, Jorge Vázquez, le dijo al periodista Emiliano Cotelo que la probabilidad de que la doctora haya sido secuestrada es "alta" y que existen esperanzas de que esté viva.

Ahora que estoy en poder de información que me pidieron no divulgar sé que luego de determinada fecha más de una fuente altamente confiable para mí, no me dijo toda la verdad. Y media verdad puede dar lugar a conclusiones inadecuadas.

¿Podía decirme la verdad cuando lo que estaba en juego es una vida humana? ¿Puedo cuestionarle eso?

Si miro hacia atrás y veo la información que publiqué, me podría justificar en que eso era lo que se pensaba en ese momento.

Pero resultó que no fue del todo así. O no lo fue después de determinada fecha.

Ahora, en momentos que parece que se consolida la hipótesis del secuestro, hay quienes ponen en duda que alguien en el país esté en condiciones de retener a una persona por casi un mes.

Entre quienes tienen que ver con el caso hay los que se la juegan por el secuestro y creen que es alta la posibilidad de encontrarla con vida, y otros, liberados de decir lo que piensan arropados en el anonimato, dice que son escépticos. Una ruleta de suposiciones sobre la vida de una mujer.

¿Y si un vivillo se está haciendo pasar por quién no es?, preguntó una de estas personas poniendo en tela de juicio el título de El Observador de hoy que sostiene que la investigación apunta a un secuestro.

El secuestro es un delito creciente pero complejo para cualquier país, más para uno no acostumbrado a esa modalidad delictiva. No es un hurto o un asalto, por sangriento que sea, donde las víctimas y los victimarios están a la vista. No digo que sea el caso, pero ahora hay maniobras con falsos secuestros, donde llaman pidiendo un rescate por alguien que no está secuestrado.

Que solo exista la posibilidad de que lo que puede estar en juego es la vida de una persona hace estremecer al periodista más curtido. ¿Cuál es el límite hasta donde debemos llegar los periodistas a la hora de tirar una información? ¿Hace unos años disparábamos con catapulta, ahora con metralleta? Mil al segundo. Y no somos blogueros ni tuiteros empedernidos. Somos periodistas que trabajan en un medio de comunicación social. Periodistas.

Con todo el poder de fuego que tienen consigo, las redes sociales no sustituyen a la palabra que pasa por el filtro de alguien que es periodista. Quizás haya que empezar a pensar más si al divulgar información, los periodistas pueden caer en el gatillo fácil.

Casos como estos llevan a pensar si antes de disparar no hay que pensar un segundo, o tres. Y no lo digo desde el lugar de quien señala errores a otros mientras camina sobre el barro y no se salpica los bajos. Si se trata de tirar la primera piedra, muchos deberíamos pedir un lugar entre los últimos de la fila.

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