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La ONU y la crisis Venezolana

La decisión de la diplomacia uruguaya de no permitir que se discuta la situación de Venezuela en el Consejo de Seguridad es cuestionable dado el fracaso de los organismo regionales
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19 de mayo de 2017 a las 05:00

Uruguay, como presidente temporal del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y en una acción abierta a reparos, impidió que la situación en Venezuela fuera incorporada formalmente a la agenda del organismo. Pero la tragedia que se vive en esa nación, bajo la represiva dictadura cívico-militar que encabeza Nicolás Maduro, igualmente generó conversaciones extraoficiales entre los 15 países que integran el máximo órgano ejecutivo de la ONU, como posible antesala a medidas que pueden llegar eventualmente a sanciones. La reunión había sido pedida por la representante de Estados Unidos, Nikki Haley, para evaluar la “seria inestabilidad en Venezuela”. Precisó, sin embargo, que no era la intención de Washington que el Consejo de Seguridad aprobara acciones sino para que sus miembros estuvieran plenamente informados.

Por su parte, el embajador uruguayo Elbio Rosselli fundamentó en tres argumentos su rechazo a incluir a Venezuela en la agenda del Consejo. Dijo que Estados Unidos había expresado preocupación centrada en la terrible crisis humanitaria en el país caribeño, tema que no corresponde al Consejo de Seguridad sino a otros organismos de la ONU. En segundo lugar destacó que hay miembros del Consejo que no consideran que Venezuela amenace la paz o la seguridad internacional, requisito para que ese cuerpo intervenga, como lo ha hecho con Corea del Norte y otros países conflictivos. Rosselli sostuvo además que es preferible esperar por los esfuerzos mediadores de pacificación que realizan los organismos regionales, especialmente la Organización de Estados Americanos (OEA).

En esta área aparece cuestionable la posición de la diplomacia uruguaya. Todos los intentos de mediación hacia un diálogo conciliatorio, incluyendo los del papa Francisco, otras personalidades mundiales, la OEA y la Unasur, han fracasado hasta ahora por la intransigente negativa de la dictadura chavista a restablecer el estado de derecho, el respeto a los derechos humanos y la convocatoria a elecciones. Dada esta trabazón sin salida y a menos que el chavismo caiga como consecuencia del actual levantamiento civil que se agudiza día a día y es reprimido a sangre y fuego, el camino más efectivo que queda abierto es intensificar las presiones internacionales sobre el régimen de Maduro. En este campo la ONU posee un peso que hay que tener en cuenta para ayudar a Venezuela a salir de sus tribulaciones, realidad que supera los argumentos formales esgrimidos por Rosselli para justificar la posición uruguaya de excluir la consideración del caso en el Consejo de Seguridad.

Unasur ha hecho poco y nada hasta ahora para desactivar la crisis venezolana. Tampoco incide el Mercosur, en el que el chavismo está suspendido. En la OEA está programada una reunión de cancilleres que podría asumir eficacia si se lograra mayoría para medidas contra el chavismo, lo que todavía es incierto. Ante este panorama y las desesperantes condiciones de vida en que la dictadura caraqueña ha hundido a la población, sin alimentos ni medicamentos y con 82% bajo la línea de pobreza, es posible que reuniones informales en el Consejo de Seguridad de la ONU ayuden a encontrar una solución pacífica para Venezuela.

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