Opinión > ANÁLISIS
La oposición mira la fiambrera, como la gata Tobita
Es difícil explicar a un extranjero qué es y cómo funciona la izquierda en Uruguay. Aunque se diga que el Frente Amplio es un paraguas que contiene a la mayoría de los grupos con ese origen, y que a pesar de las diferencias entre los sectores ponen por encima al partido para sobrevivir, la descripción es pobre desde el momento en que la coalición también expresa visiones de centro y, en ocasiones, de derecha. Esa izquierda amplia, que aprendió desde el poder a moderar su discurso y a decir lo que la sociedad quiere escuchar, generó una realidad política doméstica curiosa, donde la verdadera oposición tiene poco margen, y ese rol lo ocupa también el FA.
En discusiones como los lineamientos salariales para sueldos de privados se nota, una vez más, que el FA y el espacio de izquierda en el país acapara todas las visiones. Por un lado se presenta el gobierno con una visión de izquierda -y con la intención de dar un giro hacia esa dirección-, y por otro está el movimiento sindical, con la camiseta de izquierda puesta, parado en la vereda de enfrente haciendo de oposición. Mientras tanto, blancos y colorados la miran de afuera, como la gata Tobita. ¿Tienen que intervenir Luis Lacalle Pou, Jorge Larrañaga o Pedro Bordaberry en esa discusión? Lo cierto es que en este y en muchos otros debates el juego se genera en el mismo escenario: ese espacio de izquierda a la medida del FA, y los partidos de oposición como espectadores.
Cuando blancos y colorados se metieron de lleno en temas relevantes (Pluna, ASSE) lograron sumar puntos a su favor.
Esa realidad parece ser consecuencia de la falta de rumbo o estrategia que sufren los partidos fundacionales. Hay veces que ni siquiera blancos y colorados tienen claro desde qué postura les conviene criticar, si desde la izquierda o la derecha.
