La poesía está en la tela y también en la mirada

La mirada de Maiztegui es la de un gran observador de la vida y la cultura contemporáneas y también de los porqués, de los orígenes. Maiztegui observa con atención, descubre con agudeza y siente con intensidad el placer y el dolor de la estética, de la historia y del juego. El autor discute con pasión acerca de fútbol y ajedrez, política e historia, música y cine.

Sobre este último trata el libro, y su autor explica que su educación está fuertemente influida por lo que veía en esas salas oscuras, y que lo hacía en horario de clases y que esas rabonas lo formaron como persona.

También aclara que lo que fue el cine para él y los de su generación, quienes pasaron la séptima década de vida, es incomparable con lo que puede pasar hoy, en tiempos en los que la competencia por el ocio de los jóvenes es feroz e interactiva y móvil.

Maiztegui se ocupa de aclarar que su posición no es ni pretende ser la de un crítico de cine. El periodista Andrés Alsina, el jueves en la presentación del libro, se acercó a la definición del lugar donde se ubica Maiztegui al escribir de cine: “Los legos ponemos la sensibilidad por encima de la calidad, pero Maiztegui aprendió no solo que el cine era parte de la vida, su vida, sino que recibió naturalmente de los críticos la facultad de percibir un arte en el cine”.

Se diferencia de los críticos cuando se identifica con la sensibilidad de los espectadores y cuando muestra su desparpajo a la hora de encarar su tema: “Se aleja de la tentación filatélica que tanto arruinó a los críticos para entrar en la sustancia de lo trascendente. Sus crónicas son distintas. Allí están, como muestra, la de Christopher Reeve, Al Capone en el cine, Scorsese y su retrospectiva, el Actor’s Studio, Laurence Olivier, y Jorge Negrete”, dice Alsina.

A la hora de elegir sus artículos y comentarlos en capítulos, Maiztegui no se traiciona a sí mismo. “No sería Lincoln Maiztegui si no fuera arbitrario y apocalíptico”, aclara Alsina, y da dos ejemplos: “El ciudadano le parece ‘aburrida, artificiosa, precariamente actuada y, en definitiva, vacua’. Y en cambio, ese plomazo pretencioso de tres horas y media, apto solo para matinés, que era Gigante (1956) le parece ‘inolvidable’ y lo dice en un sentido positivo”.

No esperen los lectores las famosas listas. No estarán “las 10 mejores” porque no hay tal cosa, según Maiztegui: “Me parece tan absurdo como preguntarse si hay un top ten en el mundo de las sinfonías o del rock. ¿Cuáles son los mejores 10 rocks de la historia? Y yo qué sé. No podés comparar a Bill Haley con los Beatles”, dice el autor a El Observador.

Sin embargo, confiesa que su película favorita es Senso, de Luchino Visconti. También habla de una gran decepción: Persona, de Ingmar Bergman, y que las versiones de los cuentos clásicos infantiles producidas por Walt Disney le parecen obras maestras.

Es un libro que le da altura a un debate apasionante.