Ricardo Peirano

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La redención de Phelps

El atleta más condecorado de toda la historia, triunfó, cayó y se levantó
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21 de agosto de 2016 a las 05:00
Con 4 Juegos Olímpicos a cuestas (Sidney, Atenas, Beijing y Londres) y 18 medallas de oro más 2 de plata y 2 de bronce, que lo ponían en el podio del deportista más condecorado de la historia, mucha gente se pregunta: ¿por qué volvió Michael Phelps, el "Tiburón de Baltimore" como se lo apoda, a competir en Río 2016? Más medallas no precisaba. Más dinero tampoco (de hecho podría haber ganado más dinero como comentarista para una cadena de televisión). Más reconocimiento, seguro que no. Su estatus estaba asegurado. Y como dice su entrenador Bob Bowman, "la gente no tiene ni idea de lo difícil que es ganar una medalla de oro olímpica". Menos aún, las 18 que Phelps colgaba en su cuello antes de llegar a Río.

Después de Londres 2012 había anunciado su retiro y de hecho se retiró. Tanto se retiró que se vino barranca abajo y su vida no tenía sentido. Ya en 2009 había tenido su primer incidente con la droga que salió a la luz pública aunque no se tomó ninguna medida judicial pese a que fue suspendido por tres meses por la Federación americana de natación.

Pero lo más grave ocurrió en setiembre de 2014: fue detenido, procesado y enseguida dejado en libertad por conducir a alta velocidad y bajo efectos del alcohol por segunda vez. La Federación americana de natación lo suspendió por 6 meses y le prohibió acudir a los mundiales de natación de Kazán en junio de 2015. Ya por entonces se había planteado la posibilidad de competir en Río 2016, lo que le exigiría una muy dura puesta a punto. Tan mal estaban sus tiempos que el sudafricano Chad Le Clos, que lo había vencido sorpresivamente en Londres en los 200 m mariposa por 0,05 segundos, se mofó de él en 2015 al decir que Phelps no había hecho su tiempo desde hacia más de 4 años. Phelps tomó el desafío y decidió enfrentarlo en la piscina de Río.

Pero había más que Le Clos para que Phelps fuera a Rio, a disputar sus quintos Juegos Olímpicos. Si bien ganó 4 medallas de oro y dos de plata en Londres, Phelps sabía íntimamente que había fallado en esa ocasión. No se había preparado lo suficiente. Sus faltas a la piscina de prácticas y al gimnasio eran habituales. Su cabeza estaba en otra cosa. Y llegó a Londres con un 20% menos de entrenamiento del que necesitaba, según reconoció su entrenador, lo cual en la elite profesional es muchísimo. Aún así ganó 6 medallas. Pero Phelps no se fue de Londres a lo grande. No se fue como debía. Tenía una deuda con el público y consigo mismo y además la espina de haber perdido con Le Clos.

Duro fue Londres y más dura fue la caída posterior del ídolo y ello quizá hizo más necesaria su redención. Solo Río 2016 podría dársela aunque no era fácil pues llegaría con 31 años, una edad en la que los nadadores están en declive y para los retornos. Pero, según contó su entrenador Bob Bowman a The Washington Post, se encontró con un Phelps entrenando como en sus mejores épocas y entrenando con alegría: ¡se había reconciliado con la piscina! Era otro hombre, distinto al del Londres e incluso al de Beijing. Con la cabeza más centrada, más maduro. Tuvo un hijo y todos pudimos ver en las pantallas cómo se metió entre el público para dedicarle el triunfo de los 200 m mariposa, tomándose revancha clara de Le Clos.

Phelps, al atleta más condecorado de toda la historia, triunfó, cayó y se levantó. En Río dijo adiós y se despidió a lo grande. Sonrió, como antes no lo había hecho. Dijo que estaba feliz, como antes nunca lo había dicho. Saludó al público después de cada prueba y disfrutó las seis veces que se tiró a la piscina para ganar cinco medallas de oro y una de plata. Y quizá disfrutó más la de plata en los 100 mariposa porque allí perdió ante Joseph Schooling, un jovencito singapureño que en 2008, antes de los Juegos de Beijing, le pidió sacarse una foto que hoy guarda como un tesoro.

Se retiró un gran nadador. Ahora un hombre con su familia, y con su hazaña a cuestas, deberá vivir una vida normal. No le será fácil, pero sí más fácil que si no hubiera ido a Río en busca de la merecida redención.

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