Nacional > ANÁLISIS/OSCAR BOTTINELLI

La renaissance del Partido Colorado

Lo primero es aceptar un diagnóstico claro y frío de su situación histórica
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14 de mayo de 2017 a las 05:00
El Partido Colorado –después de llegar al 6% en la intención de voto y el retiro de Bordaberry– tiene tres caminos por delante: el viaje de los más nitidamente batllistas hacia la construcción de un Espacio Socialdemócrata, la conformación de un frente electoral de toda la oposición (caminos ambos analizados en notas anteriores) y buscar su relanzamiento (objeto de este análisis).

Si el Partido Colorado desea mantener el camino propio necesita sine qua non un renacimiento. Y si opta por el camino de ir a coaliciones en un Bloque Opositor o en un Espacio Socialdemócrata, con mantenimiento de su identidad, también necesita ese renacimiento. Por lo tanto, esta renaissance es de previo y especial pronunciamiento.

Lo primero de todo, el principio del comienzo, es contar con y aceptar un diagnóstico claro y frío de la situación histórica en que se encuentra. Se observa a una buena parte de la dirigencia colorada, especialmente la ajena a Vamos Uruguay, con serias dificultades de aceptar la realidad, con gran predisposición a pelear contra el tema.

Parece elemental sostener que no hay cura si no hay diagnóstico, y nadie hace un tratamiento si niega la enfermedad. Por aquí anda la más importante dificultad de la dirigencia colorada para encarar el renacimiento.

No tiene sentido discutir si el Partido Colorado está hoy en el 9% o el 6%, porque es como el hipertenso que niega su enfermedad porque tiene 22 de presión y no 26.
En Uruguay hay mucho más de un millón y medio de personas que adhieren al welfare state como visión de país, a lo que en un uso laxo de las palabras se puede denominar "un proyecto batllista de país"; pero no hay un millón de "batllistas" a punto de lanzarse en estampida para ingresar -¿volver?- al Partido Colorado apenas enterados de la renuncia de Pedro Bordaberry.
Cabe repetir que cuando apareció este Pedro, el Partido había contabilizado un nivel de voto igual al 10% del electorado nacional, la quinta parte de lo que fue en su época dominante.

La búsqueda del renacimiento va por dos lados. Uno de ellos, muy importante pero no el único, es encontrar una figura que oficie de referente partidario. Puede ser un líder, un caudillo, pero también puede ser un primus inter pares, un primero entre iguales, el emergente de un equipo colectivo de conducción.

No se puede desconocer que a partir de la reforma de 1996 Uruguay vive una etapa de hiper personalización de la política, como culminación del giro personalista dado en la reforma de 1966. Pero hay distintas formas de llenar esa necesidad de personalizar el elemento referenciador del partido.
El otro lado de la búsqueda de renacimiento va por el lado programático o ideológico.

Un partido numéricamente grande, como lo fue el Colorado inclusive en la etapa de los tres décimos del país, la etapa de ser algo menos de un tercio, puede tener corrientes con significativas diferencias conceptuales: así fue el batllismo de Batlle y Ordóñez y los coloradismos independientes; o el batllismo de la Lista 15 y el batllismo de la Lista 14; o más recientemente la partición de aguas entre el sanguinettismo socialdemocratizante y el jorgismo liberalista; y ultimamente entre Bordaberry y el "Batllismo de Ley" o la constelación de grupos auto referenciados como batllistas.

La pregunta que surge es si un partido de dimensión menor tiene lugar para más de una corriente programática; otra cosa es si hay o no, para una propuesta política, y o más probable es que la respuesta sea afirmativa.
Se puede partir de la base que a un partido del entorno de la décima parte del electorado le es difícil la convocatoria con más de una propuesta programática, o se puede partir de la base que puede haber varias propuestas pero el renacimiento debe operar a partir de una propuesta dominante. Como fuere, hay una propuesta principal o inicial que debe formularse.
Y el tema es ¿cuál es esa propuesta?Más bien corresponde como guía de discusión, formular un conjunto de preguntas:

Una: ¿cuál es la postura en relación a un Welfare State, cuán existente o no, cuán abarcativo o restrictivo en caso de considerarse necesaria su existencia?

Dos: ¿cuál es el papel del mercado y cuál el papel del Estado?

Tres: ¿cuánto de laicidad del Estado y cuál es el concepto de laicidad?

Cuatro: ¿cuánto de educación estatal laica y cuánto de educación privada? ¿Cuánto de financiamiento estatal para la educación pública y sí, no o cuánto de contribución estatal a la educación privada?

Cinco: ¿qué con la Nueva Agenda de Derechos, con el aborto, el matrimonio homosexual, la fecundación asistida, la equidad de género, el derecho a no prolongar a la vida y hasta a la eutanasia?

Seis: ¿con cuál o cuáles clases sociales se pretende identificar? ¿A cuáles se pretende defender o privilegiar? ¿Y esa defensa o privilegio de esas clases sociales, por encima de cuáles otras clases sociales y con qué intensidad?

Porque es necesario tener en cuenta que cuando la gente elige una figura referencial, lo hace en función de los valores y los propósitos que esa figura representa, aun en un ejercicio no plenamente consciente. Y el referente es un elemento de captación en función de la propuesta ideológica o programática.

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