Opinión > Análisis / Nelson Fernández

La superbatalla sindical contra El Yeti

¿Cómo se manejarán los sindicatos en un gobierno de partidos fundacionales?
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06 de noviembre de 2016 a las 05:00
Es una batalla dificílisima. Si realmente quieren dar esa pelea y derrotar al enemigo, deberán llevar sus fuerzas al extremo. Y así aun, es casi imposible. ¿Cómo combatir a un enemigo que no existe?

La central sindical uruguaya hizo un paro general este viernes como una de las medidas de lucha para combatir al "neoliberalismo". Es casi como salir a cazar a El Yeti, ese "abominable hombre de las nieves" del que muchos hablan, pero nadie pudo constatar su existencia.

Unos lo imaginan como un oso, otros como un simio, otros como un gigante fantasma, pero nadie pudo demostrar que vive. El "neoliberalismo" ha sido una forma de presentar despectivamente las ideas liberales. En el fondo, es una buena herramienta para eludir el debate de ideas y aprovecharse de hacer una caricatura del pensamiento adversario, para exponerlo como algo malo por sí mismo.

Es cierto que hay analistas que no usan la expresión de esa forma, sino que lo hacen para referirse a una especie de aggiornamento del pensamiento liberal o de vincularlo a cierto consenso que se dio en los años de 1980 entre economistas, respecto a la apertura comercial, la privatización de servicios que estaban en manos del Estado, y al celoso cuidado de los equilibrios macroeconómicos.

Pero la insistencia de usar esa expresión es para descalificar las ideas de otros. Así, aparece como más perverso un ajuste fiscal para equilibrar las cuentas (lo que sería una muestra de responsabilidad), que el despilfarro de dinero público que deriva en los déficits insostenibles.

El tiempo ha pasado, y gobiernos de izquierda han aplicado algunas de las "recetas" que se presentaban como la esencia de la maldad "neoliberal".

Así ha pasado en el Estado Plurinacional de Bolivia gobernado por Evo Morales, o en el Brasil progresista de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, o en el propio Uruguay conducido por Tabaré Vázquez o incluso José Mujica.

¿Cuál era la definición que se generalizó sobre "neoliberalismo"? Apuntaba a un paquete de políticas monetarias restrictivas, preservación del equilibrio fiscal, transferencia de actividades del Estado al sector privado, desregulaciones, y una apertura comercial a los mercados internacionales.

Los gobiernos de la izquierda uruguaya tomaron varias de esas herramientas.

Más allá del resultado, aplicaron política monetaria contractiva para combatir la inflación, pusieron énfasis en la necesidad de tener cuentas públicas equilibradas o con déficit bajo (y hasta aplicaron un ajuste fiscal), promovieron concesiones a privados y el nuevo mecanismo de participación de particulares en servicios públicos (como cárceles e infraestructura), y hay un empuje definido para lograr acuerdos de libre comercio con los países que pueda hacerse.

El mensaje de la política económica del gobierno está concentrado en hacer crecer la economía mediante la inversión privada y la apertura comercial.

¿Eso permite que al gobierno de Vázquez se lo pueda calificar de neoliberal?

Está claro que Vázquez, aunque llegó al gobierno como dirigente del Partido Socialista, y aunque confió la política económica a Danilo Astori, al que muchos frentistas ven como un liberal, ni aplicó un "modelo socialista" ni ejecutó un "modelo neoliberal".

Tampoco los gobiernos colorados o blancos lograron hacer de Uruguay un país neoliberal.

Este país se ha movido con oscilaciones dentro de un esquema en el que el Estado tiene un peso importante, y en el que la apertura al mundo es acotada; en el que el sector privado se mueve con regulaciones bastante rígidas, y en el que la libertad económica tiene muchas restricciones.
Para definir al Uruguay de "los noventa", o al de ahora, como "neoliberal", es necesario forzar al extremo la calificación de algunas políticas, y usar con amplia elasticidad ese concepto.

¿Contra qué "neoliberalismo" lucha la central sindical?

Esa batalla puede estar dada contra el presente, o contra el futuro. Darla contra el presente implica calificar a Vázquez como neoliberal, lo que es absurdo. Darla contra el futuro, significa que los sindicalistas, que además de ser líderes gremiales son dirigentes políticos y candidatos por sectores del Frente Amplio (como en las internas de julio), están pensando que se acaba el ciclo de gobierno frentista.

En ese caso, el paro de este viernes y la cruzada contra el neoliberalismo es porque temen que las elecciones de 2019 marquen el inicio de un gobierno de otro color.

En ese caso cabe preguntarse: ¿arrancaron ya la batalla? ¿Cómo se manejarán los sindicatos en un eventual gobierno de partidos fundacionales?

Mientras, los sindicalistas están perdiendo el norte. Solo así se explica que un acto sindical con reclamos de derechos obreros tenga en el cierre de la oratoria a la expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
¿Alguno de los sindicalistas se atrevió a preguntar cómo un partido de izquierda que llegó al gobierno de Brasil con un mandato ético se derrumbó en una corrupción generalizada?

¿Nadie le consultó cómo toda esa gran estafa a la confianza de la gente se hizo sin que Lula y ella lo advirtieran?

Obviamente, si era la invitada, no iban a cometer esa descortesía. Pero ni lo pensaron.
Están convencidos de que el PT fue víctima de una conspiración de derecha, y ni reparan en que ese partido se corrompió en una magnitud que repugna.

Más allá de eso, si la lucha del PIT-CNT es "contra el neoliberalismo", y si entienden ese concepto aplicado a lo que se ha hecho, antes o ahora, en Uruguay, es seguro que la conflictividad será alta.
Porque la administración Vázquez persistirá en la apertura comercial y el fomento a la inversión privada.
Y porque si así está el PIT-CNT contra un gobierno de izquierda, es fácil de suponer que será más duro contra un gobierno de otro color.

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