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La UPMización del gobierno

Columna de opinión publicada en El Observador Agropecuario
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17 de febrero de 2017 a las 05:00

Es una enfermedad en la cual el gobierno está actuando más allá de donde debería actuar, y mirando más corto de donde debería mirar. Me explico. El gobierno debe actuar en generar marcos propicios para atraer inversiones: un ambiente estable, serio, predecible, con políticas económicas y sociales claras, coherentes y consistentes en el largo plazo.

Por Lautaro Pérez Rocha (*), especial para El Observador

La intervención y función de los gobernantes debe ser esa; velando, por sobre todas las cosas, por los intereses de la sociedad y a la cual representa. Este límite es el que se ha transgredido, y cuya gravedad no ha sido bien calibrada por la opinión pública.

Tuvimos ya claros indicios en estos tres períodos de gobierno, con los grandes megaproyectos que hubo (las dos plantas de celulosa y el fallido de la minera Aratirí). Ahora, con la tercera planta en ciernes, directamente cruza los límites tradicionales y aceptables en el acuerdo sociedad-gobernantes.

Estas inversiones cuentan con regímenes de zonas francas (no pagan impuestos, no aportan a la recaudación del país; he esgrimido ya en otras columnas lo innecesario, lo arbitrario, lo discriminatorio e injusto de esto) y ahora, por si fuera poco, el gobierno "negocia" su participación como un co-inversor; un socio más pero que en realidad no lo es (pone plata, pero sin dividendos).

El gobierno ha anunciado que aportará mil millones de dólares para infraestructura para la nueva planta de celulosa (un 20% de la inversión total necesaria). Y desde luego, en el caso del tren, el inversor pide que se lo hagan donde le queda mejor (Montevideo), y ahí empiezan los peloteos sobre si más acá o más allá.

Los ciudadanos no sabemos de qué lado del mostrador están, en qué hinchada pegan el grito, ni qué camiseta visten los gobernantes. Los ciudadanos no sabemos de qué lado del mostrador están, en qué hinchada pegan el grito, ni qué camiseta visten los gobernantes.

Pero muy pocos han pegado el grito en el cielo en el punto de inicio. ¡Cómo el gobierno va a invertir fondos públicos para beneficio de un privado! Por más mega que sea. Es el colmo de los colmos. Hay una aporte de fondos públicos doble, primero al otorgar zona franca, y segundo al financiar y pagar la infraestructura para satisfacer la rentabilidad objetivo de la empresa.

Eso es lo que conceptualmente rompe los ojos. Nunca debería haber un tren ni infraestructura con fondos públicos para uso y goce de un privado, de una corporación. Ni tampoco una exoneración impositiva eterna.

Bajo la bandera del beneficio de estas grandes inversiones, de atraer capital, de hacer obras de gran impacto, de llevar a guarismos de deleite las cifras de inversión extranjera directa, nuestros gobernantes han tomado estas iniciativas como una verdad de fe; cruzadas que no admiten el más mínimo cuestionamiento de nada. Entramos en el "vamo y vamo, dale que va", con una virulencia y liviandad espantosa.

Los ciudadanos no sabemos de qué lado del mostrador están, en qué hinchada pegan el grito, ni qué camiseta visten los gobernantes. Cuando el gobierno se bandea para el otro lado, ¿quién defiende entonces los intereses de la población, quién cuestiona, quién controla, quién vigila, quién se asegura que sea justo, quién que el sistema no sea corrupto? Los representantes del Parlamento... pero ¿y si están todos UPMizados también?

Estamos frente a una situación que no es aceptable estratégicamente. Se desdibuja la función del Estado, se desbalancea el sistema. Imagínese el espiral siguiente: ¿qué sucede si tenemos una larga fila en el futuro de inversores extranjeros pidiendo, todos, estos beneficios. ¿Se los vamos a dar? ¿Lo va a decidir el Ejecutivo de turno, a su buen entender o como mejor le quede para las próximas elecciones? ¿Y con el gaucho empresario nacional de acá qué hacemos, lo seguimos hundiendo?

Es un círculo vicioso y que hay que tener coraje para salirse. Un país que no gasta más de lo que recauda, que invierte en infraestructura cuando crece, que resuelve sus problemas de educación y competitividad, que tiene un marco laboral de relaciones saludables; ésos son los atributos necesarios para atraer la inversión extranjera (que la necesitamos, desde luego).

Por el contrario, ahora vamos sonrientes porque "avanzamos", y no nos percatamos que estamos al inicio de un laberinto sin salida. El gobierno piensa para delante UPMizado. Debería hacerlo URUguayizado.

(*) [email protected]

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