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La verdadera historia del Metro de Montevideo

La fuerza del deseo y el diseño gráfico hacen realidad el sueño de muchos. Marco Caltieri presenta el libro con la historia de un proyecto que tiene hasta mapa propio
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16 de diciembre de 2011 a las 20:17

Marco Caltieri vivió casi una década en Buenos Aires entre los años 2000 y 2010. Como a tantos uruguayos le atraía el Subte porteño; por eso se lo tomaba todos los días para ir desde su casa al microcentro a trabajar. Pero el encanto le duró tres meses. Después se cansó y comenzó a ir en ómnibus.

“El Subte es horrible: va atestado en horas pico, se corta, es lento”, dice. Le terminó gustando tan poco que podría resultar inentendible que le haya dedicado tantas horas a crear el Metro de Montevideo.

Porque el Metro de Montevideo existe. Es un sistema de transporte público de 12 líneas. Apenas dos son subterráneas: la roja y la verde. La roja va de plaza Matriz a estación Maroñas. Después hay tres líneas elevadas, cuatro tranvías y tres trenes urbanos. La línea U32 cumple el sueño de muchos: llega hasta Atlántida.

En total son decenas de estaciones, con los mismos problemas que en todos lados: algún nombre repetido, confuso o trasnochado, por ejemplo. Entre las más transitadas seguramente está la estación Cagancha con el Palacio Santos al fondo. O la estación Plaza Independencia, que como deja ver una postal está a metros de la puerta de la Ciudadela.

“Montevideo sufre mucho ser una ciudad de provincia cuando en realidad le gustaría ser la capital de un país grande”, sostiene Caltieri. El famoso “quiero y no puedo”. “Sufrimos como un país enano que tiene delirios de grandeza. Por eso idealizamos cosas que no están tan buenas, como el Subte de Buenos Aires”.

A su entender esto es una muestra de la fascinación que acá tenemos con las grandes ciudades y sus grandes cosas. “El mundo nos queda muy lejos. Para ir tenemos que hacer escala en Buenos Aires, Río o San Pablo. Y nos queda tan lejos que nos fascina”, continúa diciendo quien también es editor de la revista Guacho, además de socio y responsable creativo de la agencia Larsen; Laudrup & Lerby.

Comenzó a dedicarle tiempo al Metro de Montevideo hace siete u ocho años, según recuerda. Lo primero que hizo fue unos pósters del plano del Metro que se vendían como pan caliente en Tiempo Funky, una tienda de la Ciudad Vieja. Los compradores solían ser turistas y uruguayos que vivían en el exterior.

Luego fue el turno del sitio web y las postales. Una serie de 10 fotografías que muestran –porque todavía se pueden conseguir– algunas estaciones emblemáticas del Metro de la capital oriental.

Ahora es el turno del libro, que con el conciso nombre de Metro de Montevideo será presentado en estos días en la Feria Ideas+ del Parque Rodó, editado por Amuleto.

Con el paso del tiempo, la producción de Caltieri sobre el tema aumentó. Las imágenes ya son más de 30 y la historia ha crecido. El libro precisamente cuenta el desarrollo de todo el proyecto. Las instancias previas al Metro, su construcción y sus consecuencias. Incluso hechos puntuales como el plebiscito que llevaron adelante los trabajadores del transporte colectivo para oponerse al nuevo medio de transporte. Por poco, “pero por suerte no salió”, dice satisfecho el también publicista.

Mentime que me gusta

Para Caltieri otro punto importante de su proyecto es la credibilidad. Sin saber nada de urbanística ni transporte público, sin ningún asidero técnico, basándose en casos concretos como los de Buenos Aires, Ciudad de México, Londres o viejas propuestas nunca realizadas en Montevideo, él generó imágenes ficticias que pasan por reales.

Esto lo llevó a reflexionar sobre “el valor que tiene el diseño gráfico como elemento de verdad. Uno tiende a asumir que porque está bien diseñado es verdad, que nadie va a hacer un cartel que diga Aeropuerto a 5 kilómetros y que eso no sea verdad”.

En suma, para su autor, “el proyecto Metro cuestiona o dialoga con nuestras taras como sociedad y además pone en cuestión esta noción de la confianza que uno hace a lenguajes como la publicidad o el diseño gráfico”.

Porque quien no sabe a ciencia cierta que en determinada esquina de 18 de Julio no hay una boca de Metro, a partir de las imágenes no lo dudaría. Hace poco le llegó un correo electrónico de una fábrica chilena, que produce “peines” de escaleras mecánicas, ofreciendo sus productos para el Metro de Montevideo.

“Otra vez, un hombre me escribió diciendo que caminaba por 18 de Julio y no encontraba las entradas. Entonces le respondí, porque tengo una carta corporativa donde respondo con total seriedad, que se quedara tranquilo porque las obras están. Que estábamos instalando la cartelería. Y le di direcciones de un par de galerías de esas a las que nadie entra”.

Porque además las imágenes no están ubicadas en el futuro ni en el pasado. Son recientes. “Pertenecen a un tiempo paralelo, actual. De un poquito antes que asuma el Frente Amplio, creo. El tiempo del Metro es como un tiempo de neoliberalismo rampante. Hay de parte de sus impulsores la idea de que existe un potencial oculto que tiene la ciudad y hay que liberarlo, incluso llevándose por delante alguna cosa. Con la idea de que lo privado era más eficiente”. De hecho, según explica concienzudamente, el Metro de Montevideo “pertenece a la órbita privada y se ufanan de eso, porque están contentos de que sea privado”.

De todas formas no es seguro que este nuevo sistema de transporte sea tan útil como deseado. “No parece solucionar nada”, aclara su creador. A él le queda bien para ir a trabajar o visitar a su madre, pero “es tan incómodo como el de Buenos Aires”. Además –la economía siempre hay que considerarla– “no está claro que el boleto sea más barato que el del ómnibus”.

Como es lógico suponer, Caltieri no fue el primero que pensó un sistema de transporte subterráneo –o mixto– para la capital uruguaya. De hecho, él se basó en algunos proyectos irrealizados. Muchas personas han dedicado tiempo a imaginar o incluso proyectar un subterráneo en Montevideo: cuáles serían sus líneas principales, dónde estarían ubicadas las estaciones y las bocas de salida. Incluso detalles como el que incorporó a sugerencia de su madre: los carteles de “Prohibido tirar yerba en el andén”.

Para el autor del libro Metro de Montevideo, la ensoñación colectiva que muchos tienen con este medio de transporte es parte de nuestra idiosincrasia. “Acá nos pasamos ideando grandes soluciones que después no se realizan o quedan inconclusas”. Algunas obras que conocemos no son tal cual se planificaron. Por ejemplo el Estadio Centenario, el Palacio Municipal o el Hospital de Clínicas. Otras nunca se realizaron, como el aerocarril de la isla de las Gaviotas o “la ciudad de los malayos atrás del Cerro, con un puente cruzando sobre la bahía. Yo vi a Sanguinetti mostrando la maqueta de eso, nadie me lo contó”.

De todas formas no le disgusta la idea de que algún día la capital uruguaya pueda tener una verdadera estación de Metro. “Montevideo es una ciudad que no tiene grandes atractivos. Sería bastante fácil convertirse en una ciudad que tiene un Metro ficticio, que la gente actuara como que hay un metro, pero no hay. Sería muy divertido”.

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