<b>Rafael Correa y Lenín Moreno</b>

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La voltereta de Lenín Moreno en Ecuador

A cinco meses de su asunción, las diferencias con su antecesor, Rafael Correa, comprometen al gobierno
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21 de octubre de 2017 a las 05:00
Domingo 2 de abril. Rafael Correa está exultante y da un fuerte abrazo –como solo se ve entre grandes amigos– a su sucesor Lenín Moreno por la victoria en las urnas.

Tiene la certeza de la continuidad de su proyecto político que inició en 2007 en Ecuador.

Esa noche escribe un tuit que resume su excelente estado de ánimo: "Gran noticia para la Patria Grande: la Revolución volvió a triunfar en Ecuador.

La derecha derrotada, pese a sus millones y su prensa".

Pero resulta que, cinco meses después, el delfín del expresidente en realidad es un "mediocre", un "traidor" que gobierna con el "programa de la oposición", y un "desleal" que está detrás de una supuesta artimaña para llevarlo a prisión.

Así, Correa y su sucesor Moreno protagonizan una sangrienta disputa política que provoca un cisma en el partido en el poder –que pone en jaque la gobernabilidad del país– y que se profundiza con las investigaciones de casos de corrupción, que llevaron a la cárcel al vicepresidente Jorge Glas, quien ya estaba distanciado del jefe de Estado.

A ello se suma la convocatoria a un referéndum por parte de la nueva administración, que de aprobarse echa por tierra una futura postulación de Correa.

Expertos consultados por El Observador proyectan un gobierno apartado de la "revolución radical" de Correa, pero sin tocar el histórico modelo estatal del oficialista Alianza País.

Sombrío y oscuro

Durante la campaña electoral se escucharon voces que advertían algunas dificultades al gobierno entrante por la baja de votos de Alianza País –lejos de las mayorías de los tres períodos anteriores– y un novel presidente sin el liderazgo y el carisma de Correa que gobernó casi una década.

El pesimismo se reforzaba por la agenda caliente de Moreno apenas traspasara las puertas del Palacio de Carondelet: una situación económica difícil –pese al repunte del nivel de actividad en los últimos trimestres–, que se refleja en una pesada mochila de déficit fiscal –4,7% del PIB– y de deuda externa –equivalente a casi 28% del producto, según datos oficiales de los que desconfía la oposición–, y un diálogo político y social inexistente por un "vehemente, sanguíneo" Correa que gobernó con un estilo de confrontación.

Y, por si fuera poco, había quienes creían que Moreno sería una marioneta de Correa, el verdadero presidente.

Pero los sucesos fueron diferentes desde que asumió Moreno el pasado 24 de mayo.

"El rostro amable, bueno y bonachón" del mandatario hasta ahora no se ha traducido en la falta de un temperamento firme para gobernar y, lo más sorpresivo, quizá, es que marcó no solo un fuerte distanciamiento político de su mentor –de quien fue vicepresidente– sino que tuvo el empuje necesario para lanzar duras críticas públicas al líder de Alianza País por la gestión que heredó.

El primero en salir al ruedo fue el propio Correa que criticó las reuniones de Moreno con líderes de la oposición, un pecado político para un presidente de su mismo palo.

Moreno, por su lado, empezó a cuestionar, semana tras semana, la mala gestión económica, la política petrolera y el abultado gasto público, un cóctel explosivo al inicio de su administración.

Al mismo tiempo, emprendió una campaña en contra de la corrupción y apoyó las investigaciones judiciales que pesan contra funcionarios provenientes del riñón de Correa, quien no dejó pasar un segundo para contraatacar.

Por investigaciones de corrupción, está en prisión preventiva el vicepresidente Glas, un político poderoso del correísmo, por un supuesto pago de sobornos de la compañía brasileña Odebrecht –de unos US$ 14 millones–, del que Moreno ya estaba muy distanciado, a lo que se suma un exministro de Hidrocarburos y exfuncionarios de la petrolera estatal, sentenciados a cinco años de cárcel por lavado de activos y culpables de cohecho.

Además, está en la mira de la Justicia –por defraudación tributaria– un extitular de Industrias.

Para Moreno, el último período de gobierno fue "sombrío" y "oscuro", y le dejó una situación económica muy difícil.

"El presidente anterior se endeudó excesivamente en el último momento para dejar una obra monumental (...) pero estoy pensando que me lo dejó para que yo fracase", dijo el actual mandatario a un grupo de periodistas, el miércoles 4.

Semana después, Correa dijo que lo que ocurre en su país "es terrible, es tremendamente doloroso, tremendamente ingrato, tremendamente injusto".

El gobierno de Moreno, declaró a AFP, "está aplicando el programa de la oposición, nos está persiguiendo, nos está haciendo quedar como corruptos, como inútiles".

"Es una deslealtad, una ingratitud terrible (...)", dijo y comparó su situación con la del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva porque "buscan bajar la reelección indefinida" y llevarlo preso.
Dijo que desconocía que Moreno pudiera ser "tan desleal, tan malo, tan perverso".

Una acusación extrema –que demuestra que no es un enojo pasajero– ocurrió el pasado 15 de setiembre, cuando el mandatario incriminó a su antecesor de espionaje a través de una cámara oculta instalada en la oficina presidencial y que Correa "monitoreaba desde su teléfono celular", lo que este calificó de "ridículo".

Futuro convulso

Aunque puede ser llamativa la pelea con tanta agresividad, el discurso político del actual presidente durante la campaña electoral permitía augurar una posterior enemistad.

El combate a la corrupción –que implicaba la investigación a funcionarios del correísmo– y un estilo conciliador con los partidos opositores y más abiertos a la prensa, representan ideas o actitudes diametralmente opuestas a la política de confrontación de Correa.

"Era previsible una ruptura", según el politólogo Mauricio Jaramillo, un especialista de la política ecuatoriana que explicó que el actual presidente "nunca se mostró como el heredero absoluto" y, además, "siempre marcó una autonomía que ahora está reivindicando".

Opinó que la fuerte disputa en Alianza País es, más que por el liderazgo, por "temas de fondo" de carácter político.

"Moreno no cree en una revolución radical y se apartó del dogmatismo de Correa", lo que también significa el fin del protagonismo presidencial en los medios de comunicación "y la confrontación a punta de insultos con la oposición".

Distintos estudios de opinión pública muestran un gran apoyo a Moreno, que en setiembre llegó al 77%, mucho más del que había obtenido el popular Correa en su último gobierno.

"La gente estaba cansada de la polarización y votó por Moreno porque se aleja de un estilo de confrontación que no cala en Ecuador", explicó el politólogo, quien aseguró que el modo de actuar del presidente representa al "ecuatoriano promedio que huye de la violencia verbal".

No obstante las marcadas diferencias, no hay que pensar en un cambio de fondo en la política económica porque el jefe de Estado ecuatoriano "quiere continuar con la revolución de la que participó y no tocará el modelo en términos generales".

Esto incluye el papel del Estado, las políticas sociales y el resguardo de la "autonomía energética", aseguró Jaramillo, profesor en la Universidad del Rosario.

En ese sentido, un plan económico para reactivar la economía presentado este mes fue muy cuestionado por los empresarios porque observan una continuidad en línea recta con las recetas de su antecesor: aumento de impuestos, suba de tasas arancelarias y sin que haya recortes esenciales del gasto público.

Mientras hoy Ecuador aún se recupera del devastador terremoto del 16 de abril de 2016, enfrenta otro potente movimiento sísmico pero provocado por la política.

A casi 150 días de asumir la nueva administración, se avecinan problemas institucionales derivados del proceso judicial contra el vicepresidente Glas –y el avance de otras investigaciones sobre corrupción–, que se pueden profundizar aun más si prospera una propuesta de la ahora oposición correísta para convocar a una Asamblea Constituyente –con el propio Correa como candidato– con poderes para tumbar al gobierno y convocar a elecciones.

"Se puede presumir un futuro convulso", advirtió el politólogo.

Referéndum sobre el legado del expresidente

El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, planteó este mes convocar a una consulta popular para poner a consideración de la ciudanía la eliminación de la reelección indefinida, entre otras medidas aprobadas por el anterior gobierno, e inhabilitar de por vida a políticos condenados por corrupción.

En 2015, el Congreso aprobó enmiendas constitucionales impulsadas por Correa, lo que dio luz verde a la reelección indefinida a partir de las elecciones de 2021 y para las que el exmandatario está habilitado.
El Poder Ejecutivo presentó siete preguntas para un referéndum que se encuentra a consideración de la Corte Constitucional.

Una de ellas inquiere sobre "la supresión de por vida de los derechos políticos para los servidores públicos declarados culpables de delitos de corrupción".

Otra pregunta propone cesar a los miembros del Consejo de Participación Ciudadana, un órgano creado por Correa para nombrar autoridades de control y electorales.

Los demás temas –que también desmontan el legado de Correa– proponen eliminar la ley que imponía impuestos a la especulación inmobiliaria y más protección al medioambiente en áreas de explotación petrolera o minera.

El gobierno estima que el referéndum se realizará entre enero y febrero próximos.

Maduro y Venezuela

Lenín Moreno empezó a desmarcarse de la cerrada defensa de Rafael Correa al gobierno del venezolano Nicolás Maduro.

Aunque no condenó el quiebre de la democracia en Venezuela ni cuestionó a la controvertida Asamblea Constituyente, en agosto pasado reconoció que el gobierno chavista tiene recluidos a "presos políticos".

14 millones

De dólares en sobornos es lo que supuestamente pagó la constructora brasileña Odebrecht al hoy encarcelado vicepresidente, Jorge Glas.

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