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Laicidad: un debate centenario que sigue vivo

Con el tiempo la laicidad ha ido cediendo terreno; algunos piden más espacio para la religión, otros quieren laudar la discusión
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27 de noviembre de 2016 a las 05:00

Pocos temas despiertan debates tan acalorados en Uruguay como la laicidad. Una característica que, si bien no data del génesis de nuestra nación, sí se ha constituido en una de sus notas más distintivas. Tal es así que el historiador Gerardo Caetano habla de una suerte de "religión civil laicizada", que desde la Constitución de 1919 en la que se separó a la Iglesia Católica del Estado, invadió todos los planos de la vida del país, desde las instituciones hasta la educación y las costumbres.

Así transcurrió casi todo el siglo XX. El laicismo reinó en Uruguay casi sin sobresaltos ni cuestionamientos, y las religiones quedaron recluidas al ámbito privado. Solamente en 1987 el debate sobre la instalación en la zona de Tres Cruces de la cruz conmemorativa de la visita del papa Juan Pablo II sacudió la modorra y colocó al país en un debate político, del que ni los propios legisladores daban crédito se estuviera produciendo en Uruguay. "Más que el contenido del debate, creo que lo que importa es el hecho mismo de que se haya producido", decía en aquel entonces senador Gonzalo Aguirre, cuando tomó la palabra en la discusión parlamentaria, recoge el obispo de Canelones, Alberto Sanguinetti en su libro Amor, verdad y gratuidad, que dedica un capítulo al tema religión y laicidad.

Estudiosos como Caetano y Sanguinetti sostienen que esta discusión pública –impulsada por el entonces presidente Julio María Sanguinetti, uno de los íconos del laicismo uruguayo– constituyó un punto de inflexión en la forma de vivir la laicidad en nuestro país. "El viejo modelo comenzó a perder vigor y persuasividad con la visita del papa Juan Pablo II y la colocación de la cruz", afirma Caetano en su libro El Uruguay laico. De cierta manera, a partir de entonces, el modelo de "laicismo aglutinante" –como lo llama el historiador– comenzó a permearse y ceder espacio en la esfera pública a otras manifestaciones y creencias, aunque lejos de perder primacía.

Esta realidad preocupó también al expresidente Jorge Batlle, que en 2001, a un año de haber asumido el gobierno, impulsó un debate público sobre el tema. En su entendido, la laicidad debería ser "neutralidad del conocimiento" y no de la "ignorancia", ya que "quiere decir enseñar todo" independientemente de los pensamientos de cada persona. "El laicismo nos ha llevado a decir que como no podemos ser hinchas de Peñarol, Nacional, Wanderers ni Bella Vista, el fútbol no existe. Grave error. Los valores morales, los valores éticos deberían estar en la base de la enseñanza de los seres humanos", dijo Batlle en aquel entonces.

Como era de esperar su propuesta causó revuelo en todo el ámbito político. De esta manera, los hechos confirmaban que por segunda vez, un presidente de cuño batllista intentaba dar un giro al concepto de laicidad. Eso también lo recuerda el expresidente Sanguinetti, quien en conversación con El Observador resaltó que "los presidentes batllistas posteriores a la dictadura marcaron ese cambio hacia una real tolerancia". La propuesta de Batlle no prosperó como sí lo hizo la de Sanguinetti –que mediante la vía parlamentaria logró la colocación de la cruz–, pero contribuyó al debate de ideas, que un siglo atrás era impensable.

Como si el tema no estuviera agotado, cuatro años más tarde durante su primer gobierno, Tabaré Vázquez volvió a retomar el debate con un llamado a construir una laicidad positiva, es decir, más integrada y actual. "Se falta a la laicidad cuando se impone a la gente. Pero también se falta a la laicidad cuando se priva a la gente de acceder al conocimiento y a toda la información disponible", aseguró Vázquez en el marco de una visita oficial a la sede de la Masonería. "La laicidad no es incompatible con la religión; simplemente no confunde lo secular de lo religioso", agregó.

La discusión actual

Más de 10 años han pasado desde entonces y el tema laicidad todavía no está saldado en la sociedad uruguaya. Producto de ello han sido las discusiones que se han suscitado este año, tras acontecimientos públicos relacionados con la religión. El primero de ellos surgió en febrero cuando el cardenal Daniel Sturla solicitó a la intendencia la colocación de una imagen de la virgen en la rambla del Buceo, decisión que todavía no ha tenido la última palabra en la Junta departamental, aunque se sabe que no tendría los votos. Lo siguió, a mitad de año, la discusión sobre la pertinencia de la concurrencia de oficiales del Ejército a una misa en la Catedral con motivo de la conmemoración del día del Ejército el 18 de mayo. En setiembre la mirada estuvo puesta sobre el obispo Sanguinetti, que en el marco de una recorrida pastoral visitó escuelas y liceos públicos.

Para el expresidente Sanguinetti "estos hechos fueron polémicos por desbordar los límites del Estado laico, que no es contrario, sino imparcial frente a las diversas creencias". A su entender, "estas iniciativas no fueron oportunas en tanto el país ha avanzado hace años hacia una laicidad positiva y estas situaciones reviven debates que ya debían estar superados". En cambio para el obispo Sanguinetti la polémica que se armó entorno a su visita a centros educativos demuestra "una postura cerrada a la cultura". "En un momento, donde todo es cultura, ¿lo único que no entra en la cultura es lo religioso?", cuestionó. "Eso va contra la realidad de la cultura en la humanidad", agregó, al tiempo que aclaró que durante sus visitas no dio clases a los alumnos.

Para el expresidente la diferencia entre la colocación de la cruz en Tres Cruces y la imagen de la virgen en la rambla radica en que la primera tiene un valor histórico. "No le estábamos regalando una plaza pública a la Iglesia Católica para practicar el culto, sino consagrando el valor histórico del episodio", explicó. En cambio, la propuesta de Sturla "suponía constituir una iglesia a cielo abierto en un lugar público, necesariamente neutral".

Muy lejano a esa postura, el obispo sostuvo que "una cultura abierta en todo sentido sería aquella que en tiempo de Navidad por radio nacional se pasara música relacionada con la fecha, así como en tiempo del Yom Kipur se pasara más música judía" y así con la demás religiones. En este sentido, sostuvo que "falta avanzar muchísimo" para llegar a una laicidad positiva. En cambio, para el exmandatario el país ha ido evolucionando en la interpretación de la laicidad y constituiría "un error pretender ir más allá, desbordar esos marcos y generar debates zanjados por la sociedad uruguaya, en una feliz convivencia de Estado e iglesias, de 'Dios y el César', como dice la Biblia".

Sin embargo, a la vista está que la discusión sobre laicidad todavía no está cerrada en Uruguay. Quizás tenga razón el investigador y docente Néstor Da Costa cuando en su trabajo La laicidad uruguaya afirma que este "no es un concepto fijo, inmutable, establecido de una vez para siempre y en una sola y única formulación posible". De ser así, probablemente en Uruguay seguiremos debatiendo sobre el tema por los siglos de los siglos.


Entre Iemanja, el chador y los cristales rotos

En su trabajo La laicidad uruguaya, Néstor Da Costa recuerda la escasa discusión pública que generó la colocación de la estatua de Iemanjá en la rambla, en comparación con otros casos que involucraron a la Iglesia Católica. Señala que de cierta forma esto "parece lógico si se piensa en ésta como vinculada al poder colonial y como el actor del cuál se separó en ingentes luchas el Estado uruguayo". El obispo Sanguinetti estuvo de acuerdo con esa perspectiva. En este sentido, recordó sin oponerse, que cuando la comunidad judía celebra la Noche de los Cristales Rotos, "medio gobierno está ahí y hacen oraciones y bendiciones. Entonces, ¿qué tanto lío si unos oficiales quieren ir a misa?", se preguntó, en referencia a los cuestionamientos que recibieron los oficiales que pidieron permiso para asistir a la misa en la Catedral. En este sentido, llamó a ir a una sociedad más integrada, "que no ponga vetos a lo que cada uno cree". Por su parte, el exmandatario recordó que cuando llegaron las familias sirias, él también se opuso a que se aceptara en la enseñanza pública el chador simbólico de las mujeres musulmanas, dado que "es la expresión de subordinación de la mujer, intolerable para nuestros valores".

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