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Las banderas que el Frente Amplio dejó a media asta

Progresivamente, a medida que ganaba parcelas de poder, la izquierda arrió buena parte de sus tradicionales postulados
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20 de noviembre de 2016 a las 05:00
Por supuesto que ya casi nadie gasta pintura en aquella consigna que decía "yanquis go home" e invitaba a los estadounidenses a sacar las manos de América Latina.

Si alguno se disgustó cuando el presidente socialista Tabaré Vázquez se abrazó al republicano George Bush en la estancia de Anchorena, se curó de espanto cuando diez años después el tupamaro José Mujica entró a la Casa Blanca para saludar calurosamente a Barack Obama.

"Negocios son negocios", ha dicho Vázquez con innegable pragmatismo en su última visita a Nueva York. "Voz del pueblo, voz de Dios", se atajó cuando se enteró de que el improbable triunfo de Donald Trump se había convertido en historia verdadera.

Es decir, más allá de un abrazo más o un abrazo menos, desde que llegó al gobierno, la izquierda uruguaya no le hizo asco a ningún acuerdo comercial que le reportara ganancias al país, aunque el corazón de buena parte del Frente Amplio sigue estando en Cuba o, más recientemente, con el chavismo del que, más allá del cariño ideológico, también consiguió petróleo a roletes.

Pero, además, en asuntos distintos a esos negocios que suelen dejar muy poco espacio para los principios, la izquierda uruguaya ha tenido, o querido, arriar o dejar a media asta viejas banderas que hasta hace no muchos años ondeaban con una energía que parecía inmutable.

Cambiando, la izquierda dejó atrás clásicas aspiraciones pero también terminó por barrer los miedos azuzados por quienes auguraban supersticiones protagonizadas por osos rusos y lavados de cerebro importados de Cuba.
Nada de nacionalizaciones bancarias, reformas agrarias o confiscaciones de grandes patrimonios. Y, ya se sabe, a las raíces de los árboles uruguayos solo las sacuden esos tornados que ya no son novedad para nadie.

Tal vez el primer signo del cambio de los paradigmas de la izquierda ocurrió en el arranque de la administración municipal de Vázquez cuando el Frente Amplio, la fuerza más golpeada por la represión en la década de los '70, tuvo que darse a la tarea de reprimir trabajadores informales.

Una tarde de setiembre de 1991 los vendedores ambulantes que abarrotaban las veredas de la avenida 18 de Julio fueron corridos y empujados por inspectores municipales que cumplieron la orden de liberar las aceras para facilitar el paso de la gente y calmar el enojo de los comerciantes establecidos. Vázquez fue acusado, particularmente desde el por entonces flamante Movimiento de Participación Popular (MPP), de romper ese pacto frenteamplista no escrito que decía que la violencia contra los pobres es la peor de las violencias.

Más de veinte años después, fue el propio MPP representado por el presidente José Mujica y el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, el que se dio a la tarea de mandar a las fuerzas policiales a "saturar" los cantegriles y sus zonas aledañas en la búsqueda de delincuentes. Los "magaoperativos" fueron criticados dentro del propio Frente Amplio ya que, se consideró, estigmatizaban la pobreza y, al decir de la exministra y senadora socialista Daisy Tourné, solo sirvieron para detener a "chorritos de cuarta".

Durante muchos años, el FA consideró que la bandera de la "no intervención en los asuntos internos" de otros países no se manchaba ni admitía el más mínimo roce. Ese concepto era apuntalado por un largo rosario de intervenciones descaradamente armadas o soterradamente políticas del imperio norteamericano en Latinoamérica (aunque la izquierda marxista solía mirar para otro lado cuando la Unión Soviética ponía la bota en sus satélites de Europa del este).

Sin embargo, las administraciones del Frente Amplio siguieron adelante con las misiones de paz en países como Haití en donde la ayuda humanitaria roza la injerencia en asuntos internos. Fue por ese asunto que renunció a su banca en 2005 el diputado socialista Guillermo Chifflet y, cuando el asunto volvió a plantearse el año pasado, varios legisladores oficialistas lo votaron a regañadientes mientras eran acusados de "alcahuetes del imperio" desde las barras de Diputados donde un grupo de personas se sacaba las medias y las tiraban sobre la cabeza de los legisladores (gesto poco sutil para decirles "chupamedias").

En octubre de 2005 fue el senador comunista Eduardo Lorier el que advirtió que el FA se apartaba de su discurso tradicional al aprobar las maniobras militares Unitas junto a los Estados Unidos y, tras dejar una rosa roja sobre su banca, se fue de sala entre indignado y compungido.

Hablando de militares, en la izquierda solía resultar una idea espeluznante la de sacar a los uniformados a las calles aunque más no fuera para custodiar embajadas. Sin embargo, la intendente comunista Ana Olivera pidió ayuda al Poder Ejecutivo, y este al Ejército, cuando una huelga de municipales dejó Montevideo regada de basura. La decisión de mandar a los militares a recoger la mugre de las calles también fue resistida por parte de la izquierda pero las protestas se acallaron rápidamente.

La mano y la lata

La posibilidad de decretar servicios esenciales que delimitaran el derecho de huelga de los trabajadores era una cuestión descartada en la izquierda. Hasta que Vázquez comenzó su segundo mandato intentando aplicar la esencialidad nada menos que en el área de la enseñanza para detener la exagerada retahíla de paros de maestros y profesores. Es cierto que buena parte del Frente se le puso en contra y la iniciativa no prosperó. Pero el impulso para obligar a trabajar a los educadores, existió y se le ocurrió al socialista Vázquez.

Al mismo Vázquez que prometió cortarle una metafórica mano al que la metiera en la mítica lata. Incluso, el vicepresidente Raúl Sendic ha dicho que no se puede ser corrupto y de izquierda al mismo tiempo. Pero las cosas empezaron a cambiar aproximadamente desde 2007, año en el que el director de Casinos, Juan Carlos Bengoa, fue procesado por la justicia por los delitos de fraude y coimas.
Bengoa era de Asamblea Uruguay y el líder del sector, Danilo Astori, lo siguió defendiendo durante cinco años hasta que la condena quedó firme.

Además, el Frente Amplio ha negado sistemáticamente la instalación de comisiones investigadoras en el Parlamento –las que reclamó sin pausa cuando era oposición- aduciendo que las pruebas presentadas eran muy endebles.

En otros asuntos, la izquierda en su conjunto ha evitado que sus líderes por separado le dieran un revés a algunos de sus postulados más simbólicos. Así, contra Vázquez y contra algunos legisladores rebeldes, el Frente Amplio logró despenalizar el aborto y desalentó la sugerencia de Mujica de liberar a los militares presos por delitos cometidos durante la dictadura.

El Frente Amplio de los últimos años también logró legalizar costumbres que no formaban parte de la forma de ser de la vieja izquierda como el matrimonio entre personas del mismo sexo (la persecución de homosexuales en los países del socialismos real fue impiadosa), y habilitó la venta de marihuana. Logros que suplieron a las utopías que, en otros tiempos, le daban forma a un horizonte ya medio desdibujado.

La otra izquierda


Unidad Popular
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Varias de las consignas fundacionales del Frente Amplio son reivindicadas por los dirigentes de la Unidad Popular (UP) que, después de varios intentos, lograron llevar a la Cámara de Diputados a Eduardo Rubio. Esa coalición está conformada por pequeñas agrupaciones de la izquierda radical como el Movimiento 26 de Marzo, el Partido Comunista Revolucionario, la Asamblea Popular, el Partido Humanista, el Partido Bolchevique del Uruguay, Refundación Comunista, Intransigencia Socialista y el Partido Obrero y Campesino del Uruguay.

Uno de sus principales dirigentes, Gonzalo Abella, ha dicho sobre el Frente Amplio: “Desgraciadamente ha desvirtuado su línea tradicional y se ha enredado de una manera irreversible con empresas inescrupulosas y saqueadoras a las que no se les pone ningún freno. Desde el punto de vista de la tenencia de tierras, del cuidado del agua, de la concentración de la riqueza o el mantenimiento de la pobreza, el Frente Amplio se conduce como un partido de derecha”.

La revolución de las Ceibalitas


Ceibalitas
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La palabra “revolución”, qué décadas atrás formaba parte del vocabulario habitual de cualquier dirigente de izquierda, ya es una rareza. El presidente Tabaré Vázquez la ha utilizado para hablar del Plan Ceibal, un emprendimiento con el que logró distribuir computadoras a todos los alumnos de las escuelas públicas.

“Es un gran avance hacia la igualdad de oportunidades desde la niñez en el acceso a la información y al conocimiento, indispensables para integrarse a la sociedad. Creo sinceramente que el Plan Ceibal es una revolución irreversible y progresiva, porque tiene lugar nada más ni nada menos que en la mente humana”, dijo Vázquez.


Aquellos piratas


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Fue Tabaré Vázquez como intendente el que comenzó a destruir, dentro de la izquierda, la idea de que las privatizaciones son casi siempre una mala palabra. En la primera intendencia de Mariano Arana ese cambio quedó instalado con el intento de concesión del antiguo y emblemático Hotel Carrasco. Aquel intento quedó por el camino, ya que el edil tupamaro Jorge Zabalza le escamoteó el voto en la Junta Departamental, pero poco después fue concretado.

Ya a la cabeza del gobierno nacional, Vázquez le vendió más de la mitad de la tradicional empresa Pluna a inversores privados y José Mujica siguió de largo mandando al Parlamento y logrando la aprobación del proyecto de participación público privada (PPP) que, por ahora, fue aplicado en la reconstrucción de la cárcel de Punta Rieles y de varias rutas.

Las tres P fueron criticadas abiertamente desde el Partido Comunista (PCU) que les retaceó sus votos en el Parlamento pero no pudo impedir que el proyecto saliera victorioso con el apoyo de blancos, colorados e independientes. Atrás quedaron los tiempos en los que la izquierda caricaturizaba como piratas a aquellos empresarios que querían hacer negocios con el Estado.

Defensa de las pasteras


Pasteras
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Las causas vinculadas con la defensa del medio ambiente no han formado parte de las banderas históricas de la izquierda. Esos asuntos comenzaron a ser abordado por los políticos y las organizaciones sociales en años recientes al influjo de las contaminaciones y la deforestaciones propiciadas por el hombre. Mayormente, esos reclamos han estado en las agendas de los partidos “verdes” que en Uruguay intentaron florecer en la década de los 80’ y ‘90 sin mayor suerte.

No obstante, en un asunto puntual como el de la pastera instalada sobre el río Uruguay, el Frente Amplio cambió su postura original que lo había llevado a rechazar el emprendimiento lanzado durante la gestión del colorado Jorge Batlle. La preocupación medio ambiental vinculada con el funcionamiento de la planta procesadora de celulosa fue desapareciendo a medida que la izquierda se acercaba al poder y se esfumó cuando Tabaré Vázquez ganó las elecciones del 2004.

Desde entonces, la izquierda ha sido una clara defensora de la pastera y se enfrentó a los ambientalistas argentino con particular firmeza. En su segundo gobierno, Vázquez ya planea concretar un nuevo negocio con la empresa UPM que esta vez se instalará a orillas del Río Negro.



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