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Las caretas de Steve Jobs

El filme sobre el fundador de Apple sale victorioso como una obra atípica liderada por la labor protagónica de Michael Fassbender
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24 de enero de 2016 a las 05:00

Para película biográfica sobre el fundador de Apple, Aaron Sorkin hizo algo diferente. En lugar de escribir un guión en base a un relato cronológico de la vida de Steve Jobs, el creador de El ala oeste de la Casa Blanca (1999-2006) y La red social (2010) ideó un relato dividido en tres partes muy claras. Tres momentos basados en las instancias más importantes en la vida de cualquier empresario tecnológico: la presentación en público de su nuevo producto.

Dirigida por el director británico Danny Boyle, Steve Jobs (2015) es un retrato del empresario que toma al lanzamiento de las computadoras Macintosh, NeXT Computer y iMac G3 como la excusa para adentrarse en la vida personal y profesional de una de las figuras más revolucionarias del capitalismo contemporáneo. De hecho, en ningún momento se ve a Jobs, interpretado por el actor Michael Fassbender, preparando sus discursos o incluso dándolos. En cambio, será su recorrido por un laberinto de problemas técnicos y humanos los que hacen de la película una de las obras más ingeniosas dentro de esta temporada de estrenos previos a los premios Oscar.

Y pese a que el filme no tuvo un gran recibimiento por parte de la Academia, las actuaciones de Fassbender como Jobs y de Kate Winslet como la asistente del empresario, Joanna Hoffman, sí lograron un impacto muy positivo.

El reconocimiento, que ya les ha otorgado otras nominaciones y premios a ambos, es merecido. Porque así como Revenant: el renacido (2015) es un filme impulsado enteramente por la actuación de Leonardo DiCaprio, Steve Jobs le otorga a Fassbender todo lo que necesita para demostrar un rango actoral que ya no sorprende en el intérprete de origen alemán.

De todas formas, tal vez por la cercanía de la obra con la muerte de Jobs en 2011 y por la existencia de una película burda con Ashton Kutcher en el mismo papel, es más probable que Winslet se lleve más laureles que su contraparte masculina. Mientras que ella se luce personificando a un personaje casi desconocido para el público general, Fassbender todavía debe cargar con la carga cultural que tiene una figura popularmente mundial como la Steve Jobs.

Como no uno, sino tres Jobs, Fassbender se adueña de los manerismos y emociones del genio tecnológico a través de las décadas. No solo toma sus gestos con las manos o sus variaciones de timbre de voz según su temperamento, sino que también lo dota de una determinación casi alienígena, correspondiente a la presión de un hombre ante la búsqueda del éxito, sin importar el costo.

Sorkin, sin embargo, tampoco parecer tener tapujos en mostrar el lado más oscuro de Jobs, quien es criticado por diferentes colegas, amigos y periodistas a lo largo del filme. Es que la película, basada en la biografía best-seller de Walter Isaacson, toma como hilo narrativo la problemática relación que tuvo Jobs con su hija, a quien no reconoció como propia durante años.

También entran en escena otros actores de reparto como Seth Rogen o Jeff Daniels. El primero se aleja de sus característicos papeles humorísticos para encarnar al cofundador de Apple, Steve Wozniak. Mientras, como John Sculley (CEO de Apple de 1983 a 1993), Daniels queda relegado al rol completamente funcional de disparar emociones fuertes en Jobs.

Las escenas entre Rogen y Fassbender, en contraste, son las más cautivantes gracias a sus lecturas implícitas. Como dos amigos ahora separados por las dimensiones colosales de un proyecto que iniciaron en un garage, el doblete actoral entre ellos hace pensar que una película sobre los orígenes de Apple (mostrados muy brevemente en el filme de Boyle) sería más que bienvenida.

Afortunadamente, la propuesta de Boyle y Sorkin es tan particular como adictiva, incluso tomando en cuenta el rasgo repetitivo de sus capítulos, que siempre terminan unos segundos antes de que Jobs salga al escenario.

Aunque Sorkin es conocido por escribir páginas y páginas de diálogos que los actores deben expresar en cuestión de segundos, aquí no hay un texto que desoriente al espectador, incluso al más desconocedor de la figura de Jobs.

Boyle, por su parte, le construye escenas relucientes con escenarios tan mundanos como pueden ser una sala de teatro vacía o una serie de pasillos interconectados. El contexto teatral de la historia también parece inspirar los desplazamientos de los actores, a quienes la cámara sigue en movimientos vertiginosos dentro de habitaciones pequeñas. No cabe duda que la pareja de actor y director ingresaron y salieron del proyecto de una forma completamente sincronizada.

Es probable que Steve Jobs no resulte una cita tan atractiva como puede ser la odisea brutal de El renacido o el entretenimiento económico de La gran apue$ta (2015), pero la película tiene el pedigrí e ingenio suficientes para obtener la atención del espectador y lograr que se aleje de la pantalla de su teléfono por un par de horas.

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