Donny McCaslin, en el centro de la foto junto a Bowie
Sebastián Auyanet

Sebastián Auyanet

Shuffle

Las cosas que tocaban los últimos músicos de David Bowie

Liderados por Donny McCaslin, así suena el grupo de sesionistas que vivió la agridulce experiencia de grabar un disco que redefine a sus carreras; el último e inolvidable mensaje de la leyenda
Tiempo de lectura: -'
19 de febrero de 2016 a las 00:00

Donny McCaslin no puede escuchar el disco Blackstar desde el pasado 11 de enero. La última vez que el saxofonista vio a David Bowie estaba solo en la oficina del londinense reconvertido a neoyorquino para escuchar con los ojos cerrados el flamante álbum que el inglés había grabado con ellos. Bowie no había llegado. Cuando los abrió, la leyenda estaba sentada en su escritorio, observándolo.

"La única canción del disco que escuché en todos estos días fue I can't give everything away..." Cuando McCaslin cuenta esto a la periodista del New Yorker que lo entrevista para el podcast de la revista, su voz se corta, se le hace un nudo. "Es una canción muy triste", le dice la periodista. McCaslin alcanza a asentir.

Recomiendo dar "play" a esta canción antes de seguir leyendo este texto:

David Bowie dejó este mundo quizá con uno de sus mensajes artísticos más fuertes, uno vinculado entre otras cuestiones a una de las sensaciones que más preocupan a la raza humana: la noción de mortalidad. Al hacerlo cerró una carrera difícilmente superable por alguno de sus colegas en la que viajó empujando dentro de las fronteras del pop a través de la construcción de personajes y de un áura inasible de estrella de rock para luego terminar no siendo ninguno de ellos y retirarse simplemente como David Bowie o David Jones, un hombre casi como cualquier otro con una vida casi como la de cualquier otro.

Para el Donny McCaslin quartet, pasar de tocar en un pequeño local de culto jazzero a grabar un disco con el esquivo Bowie y que el ciclo se cerrara con su muerte tiene que haber sido como experimentar toda la vida junta en pocos meses: lo mejor y lo peor, el desafío creativo fugaz y la pérdida. Su historia ya está a la altura de los mejores encuentros musicales en la historia del pop.

McCaslin y su robusto cuarteto de jazz-rock-electronica son desde hace años un fijo en el pequeño bar 55 de la zona de Greenwich Village, un viejo reducto de la época de la ley seca establecido como espacio jazzero de la zona. El año pasado y a instancias de Maria Schneider (quien grabó con Bowie Sue or in a season of crime, uno de los últimos simples del duque), el ídolo británico entró al 55 bar. "Estoy atendiendo a uno que parece un Bowie viejo", dijo una moza esa noche a sus colegas. Bowie, vio un rato al grupo tomando una copa de vino y se fue. A la noche, McCaslin recibió un correo suyo con un demo: quería grabar con ellos.

Cuenta Tony Visconti, histórico productor y compañero eterno de Bowie tras las consolas: "Siempre pensamos que, como sociedad artística, podíamos movernos muy bien entre las fronteras del rock. Pero para nosotros, el jazz era sagrado e inaccesible". Cuando Bowie descubrió los discos Black Messiah de D'Angelo y To pimp a butterfly del multipremiado Kendrick Lamar -dos discos con este encare jazzero a pesar de los cruces genéricos con otras músicas negras- se dio cuenta de que eso era precisamente lo que quería para su nuevo disco.

Por todo lo sucedido con Bowie -quien enfermó de cáncer en medio de las sesiones y murió dos dísa después de lanzado el nuevo trabajo- al escuchar Blackstar, el oído, la mente y el alma se disponen a adentrarse en la oscuridad a conciencia de que Bowie ensaya en varios momentos una despedida con ribetes misteriosos y no del todo claros, muy a tono de su estilo. Pero en ningún caso se trató de un proyecto cerrado y definido a nivel creativo. Dice McCaslin sobre la dinámica de Bowie con los músicos en el estudio: "Me emocionó mucho que le gustara y que utilizara todo lo que hicimos libremente en el estudio durante esas sesiones. Fue un espacio de improvisación en el cual todos trabajamos con ideas y nos divertimos mucho. Él simplemente se ponía en el centro de nosotros para cantar".

Blackstar es un disco profundamente emotivo en el que, además de un mensaje artístico contundente, lo que se refleja es la naturaleza libre dentro del estudio de grabación por parte de un grupo encabezado por Bowie en el que la interacción lo es todo. El resultado es complejo y a la vez ágil, y juega en favor de la pluralidad de significados que el disco encierra. El Donny McCaslin Quartet definió un lienzo musical en vivo, en el estudio, para que Bowie inserte sus últimas proclamas. Pero en todo caso hay mucho más para descubrir en esas capas musicales de fondo. Cuando se aprecia en el disco esta naturaleza inclinada a la improvisación, el trabajo adquiere aún más riqueza para quien lo escucha y se convierte en un verdadero deleite.

En definitiva, Bowie encontró en el estilo provocativo del cuarteto electrónico su forma de abordar el arte sumándose a las propuestas de D'Angelo y Lamar, entrando en la improvisación y dejando que la banda se apropiara y diera un feel más jazzístico por momentos a los esbozos que había trazado el icono pop junto a Tony Visconti. Ya se puede decir que los tres discos son un nuevo capítulo en sí mismo y muy diferente a los previos en cuanto a la relación entre jazz y música pop.

Pero escuchar por sí solo al Donny McCaslin Quartet es lo que realmente permite entender otra de las preguntas acuciantes: ¿qué puede haber encantado de este grupo a alguien tan exigente como Bowie?. Y hacerlo permite encontrar diferentes áreas de disfrute y significado dentro del disco del inglés. Si me hizo caso y está escuchando el tema que coloqué estratégicamente antes de comenzar con este texto, quizá haya apreciado ya cierta sensación nostálgica cruzada con sampleos futuristas que parecen más bien retro. No es que la fusión jazzera sea nueva -de hecho existe desde los años 60- pero pesar de esto, el cuarteto parece ingeniárselas para arriesgarse a proponer un nuevo futuro posible para el polimórfico jazz de la mano de una vinculación que también incluye bases rockeras y volumen. Además de todo lo mencionado, reconozco el fetichismo y me disculpo por él: McCaslin dice que muy probablemente esto fuera lo que Bowie escuchó de ellos aquella noche en el bar 55 y yo también quería que usted lo hiciera.

La carrera de McCaslin comienza en el año 1998 con el disco Exile and discovery, pero su discografía ubicable en Spotify y Bandcamp comienza en 2006 con el disco The way through, uno que se mueve entre las coordenadas de un jazz más previsible, aunque ya de arranque apoyado en el saxofón y en cierto ritmo asincopado. Por ahí se cuelan composiciones con versos en portugués como San Lorenzo:

En los posteriores Seen from above del mismo año y Recommended tools, de 2008, McCaslin mantiene influencias similares al menos para el oído no entrenado a fondo en las variantes jazzeras. Sin embargo, si uno se guía solo por su discografía en internet es a partir de 2012 donde aparecen los cambios más fuertes en su producción discográfica. Es ese el momento de Casting for Gravity, el primer trabajo en el que aparece con el cuarteto eléctrico del tecladista Jason Lindner, el bajista Tim Lefebvre y el baterista Mark Guiliana. Ahí, la plataforma de sonidos más eléctrica hace que el saxofón de McCaslin adquiera otra personalidad más relevante, inserta en un entorno que no juega tanto en favor de su instrumento sino que más bien realza ante quien escucha la técnica de cada uno de los involucrados.

La formación no puede permitirse menos. Mientras que Mark Guiliana fue uno de los bateristas de jazz destacados del año pasado para las revistas del género ("es el tipo a mirar para saber hacia dónde está yendo y hacia dónde puede ir el arte de tocar la batería", dice de él la revista Modern Drummer), Jason Lindner es una estrella de la fusión jazzera desde los años noventa y un admirador del hip hop y el rythm and blues que ha grabado con próceres como Chick Corea y Wynton Marsalis. Tim Lefebvre es por su parte un bajista cargado de funk y a la vez devoto del avant-garde que antes grabó con referentes como nada menos que Donald Fagen, de Steely Dan. McCaslin, egresado de Berklee, ha trabajado entre otros con John Medeski y tiene ya tres nominaciones a los premios Grammy. Fue el primero en tocar con Bowie de la mano de Maria Schneider en la mencionada Sue (or in a season of crime). A ellos se sumó el guitarrista Ben Monder, otro de los protegidos de Maria Schneider.

El grupo sí puede partir del jazz pero hoy necesitaría una etiqueta diferente. Quizás podría calzarle mejor decir que es una formación de improvisación libre en base a free jazz, rock e instrumentos electrónicos en la que el saxo tenor de McCaslin está al frente de un pequeño ensamble de virtuosos en el que el acuerdo musical es bastante libre, tanto como lo que sucede en los videos de Youtube más recientes que se ven del grupo. El reciente Fast future, de 2015, es el disco que el saxofonista estaba presentando el año pasado, y que consta de sus otros tres laderos más dos músicos más: el saxofonista y productor del disco Dave Binney y el baterista Nate Wood.

Lo que suena refleja un encare musical de avanzada por parte de McCaslin que trasciende las fronteras del jazz más conocido por el común de la gente. Y que, a las sensaciones que producen muchos de los discos del género, añade otras más contundentes y variadas.

Eso fue lo que Bowie encontró antes de decidirse a entrar a grabar su nuevo disco. Esa fue su última banda.

El simple epitafio del saxofonista en su web explica las sensaciones del grupo tras el torbellino de emociones y creatividad vivido en la grabación del disco que los ha hecho más relevantes y visibles en el mundo. "Esto fue de muchas formas un sueño cumplido, aunque no estoy seguro de haber soñado alguna vez semejante cosa. Y ahora estoy a partes iguales triste y agradecido por todo lo que pasó. Trabajar con David Bowie fue una inspiración y Blackstar es un testamento de lo que Mark Guiliana, Tim Lefevbre, Jason Lindner, Ben Monder y yo vivimos junto a él el año pasado". Hoy, la banda pasa sus días en el circuito jazzero neoyorquino del que nunca salieron y haciendo una versión de la mítica Warszawa, del disco Low, de 1977, que puede observarse clickeando aquí.

"David Bowie fue un caballero, un tipo muy muy divertido, que estuvo todo el tiempo con nosotros cantando, tocando la guitarra, centrado y presente en cada momento y que nos empujaba musicalmente todo el tiempo. Nos quería provocar para que exploráramos todas las opciones sobre una canción", recuerda McCaslin. Es posible confirmar esto del propio Bowie: dentro del disco se le escuchan dos o tres exclamaciones ("¡woo!") tras solos de saxofón.

Uno de los temas de Fast future incluido tiene por nombre Love what is mortal (amá lo que es mortal). Esta fue la banda que Bowie eligió para su despedida, la que ejecutó convertido, precisamente, en una persona muy lejos del mito inasible y elusivo que forjó en su carrera y de los personajes que lo convirtieron en un artista eterno. Otra prueba de que algunos cruces entre personas en determinado momento de la vida no son por casualidad.

    Comentarios

    Registrate gratis y seguí navegando.

    ¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

    Pasá de informarte a formar tu opinión.

    Suscribite desde US$ 345 / mes

    Elegí tu plan

    Estás por alcanzar el límite de notas.

    Suscribite ahora a

    Te quedan 3 notas gratuitas.

    Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

    Esta es tu última nota gratuita.

    Se parte de desde US$ 345 / mes

    Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

    Elegí tu plan y accedé sin límites.

    Ver planes

    Contenido exclusivo de

    Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

    Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

    Cargando...