Danilo Astori, Líber Seregni y Tabaré Vázquez en la campaña electoral de 1989
Miguel Arregui

Miguel Arregui

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Las reformas propias de la izquierda y los procesos que heredó

El Frente Amplio como sustituto histórico del Batllismo (III)
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27 de octubre de 2016 a las 05:00

Si José Batlle y Ordóñez llegó a la Presidencia en 1903 con apoyos más bien precarios en la Asamblea General, el triunfo del Frente Amplio en 2004 fue arrasador: 51,7% de los votos válidos.

La izquierda creció sin pausa durante una década y su victoria se volvió un hecho tras la crisis de 2002. Obtuvo en las urnas el crédito político abrumador que Batlle logró recién tras la azarosa victoria del gobierno en la guerra civil de 1904.

Falta perspectiva histórica para evaluar mejor a los gobiernos frenteamplistas. Y es preciso discriminar qué cosas fueron novedosas y cuáles habrían sucedido de cualquier forma, con mayor o menor fortaleza, debido a las tendencias mundiales y a procesos iniciados con anterioridad.

Del mismo modo que Batlle y Ordóñez no introdujo el automóvil o la aviación en Uruguay, sino que el automóvil y la aviación se introdujeron durante los gobiernos de Batlle y Ordóñez, el Frente Amplio no inventó los molinos de viento ni podría haber creado el Plan Ceibal sin el programa internacional One Laptop Per Child (una computadora por niño). Pero, por lo pronto, los gobiernos frenteamplistas tuvieron la voluntad política de favorecer esas tendencias.

Las primeras palabras

Tabaré Vázquez actuó con relativa discrecionalidad durante su primer mandato (2005-2010). Él cortaría "el cordón umbilical" con los órganos frenteamplistas en busca de una mayor ejecutividad, pronosticó Danilo Astori antes de las elecciones de 2004. "Recuerdo las primeras palabras de Tabaré Vázquez una vez que se ganó el gobierno municipal en 1989: 'Vamos a cortar el cordón umbilical'" (ver suplemento Fin de Semana de El Observador, 24 de julio de 2004).

Pero tuvo cuidado en distribuir los principales cargos de gobierno según cuota política. Llevó a su gabinete a los líderes de los sectores, desde el socialista Reinaldo Gargano al tupamaro José Mujica, pasando por Astori, Mariano Arana (Vertiente Artiguista) y Marina Arismendi (Partido Comunista). Obtuvo paz política y compromiso pero también, debido a la diversidad ideológica, grandes problemas en algunas cuestiones centrales.

Vázquez cortó "el cordón umbilical" con los órganos frenteamplistas en busca de mayor ejecutividad

La primera espada del presidente fue Astori, quien, junto a su equipo, lideró la política económica en los tres gobiernos del Frente Amplio, aunque con restricciones durante el de José Mujica (2010-2015).

Largo ciclo de crecimiento

La economía uruguaya, que había tocado fondo en 2002, rebotó con fuerza desde el segundo trimestre de 2003 gracias a la vitalidad de la agropecuaria y a las exportaciones de commodities a precios crecientes.

A las ofertas más o menos tradicionales de Uruguay –carnes, arroz, cereales, lácteos, curtidurías, lanas– se sumaron otras nuevas y poderosas: la soja y la industria forestal, dos rubros que provocaron la mayor revolución exportadora desde la aparición de los frigoríficos a inicios del siglo XX.

El precio de la tierra se multiplicó por diez entre 2002 y 2014 (aunque en términos reales, descontando la depreciación del dólar, el ascenso fue bastante menor). Pero cayó casi la cuarta parte en 2015 debido al regreso a su patria de muchos productores argentinos, entre otros factores.

La inversión, que había sido baja por décadas, sobrepasó largamente el 20% del PBI durante varios años a partir de 2008. Entre 2004 y 2014 se construyeron en Fray Bentos y en Conchillas dos de las fábricas de celulosa más grande del mundo, que consolidaron la madurez de la industria forestal gestada en la década de 1990 (con la oposición de buena parte de la izquierda).

Otros sectores, que ya venían en fase de reforma y expansión desde fines del siglo XX, como el transporte, las comunicaciones, los servicios y el turismo, tuvieron un desarrollo significativo y aumentaron su participación en el PBI.

En 2015 la economía uruguaya completó 13 años consecutivos de crecimiento, uno de los mejores registros de la historia, pese a las recesiones de Brasil y Argentina, aunque el estancamiento ya era evidente.

El gobierno de Vázquez heredó a partir del 1º de marzo de 2005 una situación social muy grave. El desempleo aún rondaba el 13% (17% en 2002). La pobreza, medida sólo según el ingreso, que había caído desde el 40% de la población en la apertura democrática hasta 11,7% en 2001, trepó otra vez hasta cerca de 40% en 2003. La recuperación de la economía y diversos programas sociales introducidos por la izquierda, en particular a través del nuevo Ministerio de Desarrollo Social (Mides), contribuyeron a disminuirla hasta un históricamente bajo 9,7% en 2014. (Un problema persistente es que al menos la tercera parte de los menores de 14 años viven en penuria).

El gobierno de Vázquez heredó a partir del 1º de marzo de 2005 una situación social muy grave

El primer gobierno del Frente Amplio estimuló la investigación de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de 1973-1985. Derivaron en la prisión de dos antiguos dictadores: Juan María Bordaberry y Gregorio Álvarez, y de varios militares y policías. Las averiguaciones sobre la suerte de los detenidos-desaparecidos, que implicó excavar en cuarteles, llevaron al hallazgo e identificación de algunos restos. Estas decisiones, muy diferentes a las tomadas por los gobiernos de Julio Sanguinetti y Luis A. Lacalle, fueron facilitadas por la Comisión para la Paz que Jorge Batlle creó en 2000 y por un sistema institucional consolidado tras 20 años de ejercicio democrático.

El impulso y su freno

En 2007 se introdujo una reforma tributaria de gran calado, cuya mayor novedad fue el restablecimiento del Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF), con diversas tasas que gravan las rentas del trabajo y del capital (acciones, bonos, depósitos, alquileres, dividendos). El IRPF, un impuesto típico de países de cierto desarrollo relativo, había sido implantado en Uruguay en 1960 por el entonces ministro de Hacienda, Juan Eduardo Azzini. Pero su complejidad y una administración tributaria ineficaz determinaron su fracaso: baja recaudación, alta evasión y elevados costos burocráticos. Fue derogado por Alejandro Végh Villegas en 1974.

La recaudación bruta aumentó en gran forma, en tanto cayó la evasión. También creció el gasto público y los déficit fiscales, en particular en los años de elecciones (2009 y 2014), en los que, como es tradicional en Uruguay, se aceleran los programas con fines proselitistas. En 2016 el gobierno se vio obligado a realizar un ajuste fiscal: más tributos y menos gasto.

El gran aumento de la producción hizo que la deuda pública uruguaya, medida como porcentaje del PBI, tuviese una reducción muy importante (aunque creció a partir de 2008, y más aún desde 2012, para financiar el déficit fiscal).

En 2012 el país recuperó el grado inversor que había perdido en 2002, lo que significa pagar menos tasas de interés. Una agresiva política puesta en marcha en 2007 cambió el perfil de la deuda, con papeles a mayor plazo y en buena parte nominada en pesos o Unidades Indexadas, lo que aumentó la protección del gobierno ante futuras crisis y devaluaciones.

Empresas públicas y experimentos

Los gobiernos frenteamplistas no expandieron en sustancia el dominio industrial y comercial del Estado, aunque crearon ALUR, una subsidiaria de Ancap para producir alcohol, biodiesel y azúcar que sólo puede funcionar bajo fuerte protección. Se ha defendido la industrialización de la caña de azúcar como un sostén encubierto para el deprimido extremo norte del país. Pero no se optó por un rubro viable, capaz de sobrevivir algún día por sí solo, sin subsidios, como ocurrió décadas antes con otros proyectos apalancados, como la forestación industrial o la industria láctea.

Los gobiernos de la izquierda debieron aceptar la quiebra de la siempre deficitaria compañía aérea Pluna, que habían asociado a una empresa privada y que cayó en 2012-2013 en medio de un grave escándalo.

Algunas empresas públicas se valen de decenas de sociedades anónimas que explotan negocios subsidiarios, facturan mucho dinero y emplean a miles de personas. De esa forma escapan a los controles políticos y burocráticos y disimulan pérdidas y abusos.

Con una parte de las ganancias del Banco de la República, durante el gobierno de Mujica se creó el Fondes (Fondo de Desarrollo), "una vela prendida al socialismo" que financió diversos intentos cooperativistas de rescates de empresas quebradas, en general sin éxito y con grandes pérdidas.

Revoluciones en marcha

Tabaré Vázquez ha sostenido que en 2017 Uruguay será "el primer país de América 100% de gobierno electrónico".

Ese tipo de promesas no suelen cumplirse en fecha y forma, pero es muy cierto que en el sector público hay cada vez más informaciones, trámites, procesos y pagos que se realizan vía Internet. El desarrollo del e-government, uno de los mayores cambios de la historia moderna, ya muy avanzado en ciertas regiones del mundo, requiere una vasta infraestructura y "alfabetización electrónica", que Uruguay posee. La resistencia principal proviene de la burocracia y de las personas mayores o de baja educación relativa.

Tal vez el cambio estructural más importante de la "era progresista" sea la proliferación de parques eólicos, públicos y privados, capaces de abastecer toda la demanda uruguaya de electricidad y aún exportar a Argentina y Brasil.

El primero lo inauguró en Rocha en 2007 el empresario argentino Alejandro Bulgheroni. Menos de una década más tarde casi no se requieren centrales que quemen petróleo, salvo emergencias, en tanto las centrales hidroeléctricas refuerzan la oferta.

La revolución energética tiene mucho de política de Estado: la legislación fue respaldada por todos los partidos en el Parlamento. Tampoco habría sido posible sin una ley de 1997 que consagró la libertad de generación y acabó con el monopolio de UTE (los sindicatos y sectores de la izquierda fracasaron en su intento de derogarla mediante referéndum). También responde a una tendencia mundial: obtener electricidad del viento es una tecnología cada vez más abundante y barata. Pero los gobiernos frenteamplistas tuvieron el gran mérito de favorecerlo a gran escala y con ello colocaron a Uruguay en la vanguardia.

Próxima nota: Política exterior, integración comercial y balance del ciclo frenteamplista.

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