Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Columnista

Nacional > Seguridad

Las víctimas olvidadas y el populismo punitivo

Los políticos vuelven a apelar al viejo mecanismo de aumentar las penas para resolver los problemas sociales
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09 de abril de 2016 a las 05:00
La seguridad pública. Ningún asunto ha escalado tan rápido y tan ferozmente en los últimos 40 años en el interés de la población y de los medios de comunicación. Hace poco más de tres décadas, la "información policial" era de interés de algunos diarios, que incluso la ubicaban sobre el final, como si fuera materia chatarra. Hoy la seguridad pública está en el centro del interés nacional, en los primeros lugares de la agenda de los políticos y pegó un salto de las páginas del fondo para mezclarse con las noticias políticas y las portadas de medios "serios".

Pero si se tratara de escribir sobre "la inseguridad" como quien tiene que escribir "Tema: La vaca", ¿por dónde empezar a contar esa historia? Lo común, el escenario sobre el que se basan los políticos y también los medios de comunicación, es enfocar el momento en que un rapiñero a punta de pistola aumenta las estadísticas de la inseguridad.

Si lo atrapan, el rapiñero terminará con sus huesos en la cárcel –seguimos enviando gente peligrosa a una de las instituciones más ineficaces del Estado–, que la evidencia histórica y actual demuestra que lejos de rehabilitarlo lo tornará más violento, más lumpen, más marginal, y un día saldrá de la mazmorra para seguir aumentando las víctimas, convertidas en meras estadísticas y relegadas a un papel de reparto porque, recordémoslo, el protagonista en esta historia es el rapiñero y su acción.
¿Qué conclusión sacamos una vez relatada así esta saga? ¿Que hay asaltos? Siempre los hubo y los habrá. ¿Que la historia se cerró con la entrada del rapiñero a prisión? Ya sabemos que estamos tirando el problema hacia adelante.

En ocasiones, cuando el ser humano se enfrenta a fenómenos complejos que no logra terminar de entender o que se le hace difícil abarcar, tiende a la simplificación.

Una alternativa para abordar la seguridad pública sería huir de lo policial. En una ocasión, el exdirector de la Policía Nacional, Julio Guarteche, afirmó: "Cuando ocurre un evento delictivo hay cuatro circunstancias diferentes: la Policía, el escenario, la víctima y los victimarios. Cuando se circunscribe el tema del delito a la actividad policial se olvidan los otros tres elementos que son fundamentales. El escenario no lo maneja la Policía, si hay más luz, menos luz, si son callejuelas, si hay más tránsito, menos tránsito. Los victimarios, cuántos victimarios hay en la calle, cuántos fueron puestos en libertad, tampoco lo manejamos y es un factor que influye muchísimo. Y por supuesto la víctima, que con medidas personales de seguridad puede aportar lo suyo en un sentido o en otro. El análisis siempre es más complejo que el que se hace. Ojalá fuera simplemente un tema policial, es más complejo que eso".

Pero poco importa lo que digan los expertos en seguridad porque, en general, cuando los políticos convocan al Parlamento a un idóneo, luego suelen hacer lo contrario a lo que este recomienda, y para muestra está la seguidilla de leyes declaradas inconstitucionales aunque los legisladores habían sido advertidos por quienes saben más que ellos de Derecho (o no están condicionados políticamente) que eso iba a ocurrir.

La misma historia, otro relato


Entonces, si lo policial es apenas un aspecto de la seguridad y la seguridad es un asunto protagonizado por seres humanos, podríamos empezar a contar la historia en las salas de maternidad donde se comienza a gestar la existencia de los uruguayos y su peripecia vital en esta tierra.

Uno de cada cuatro niños uruguayos nace en la pobreza. Uno de cada cinco nenes menores de 5 años pasa hambre. Uno de cada tres tiene insuficiencia de hierro durante la primera infancia, cuando se está formando aún su cerebro. ¿Qué provoca esa insuficiencia?

La doctora Betsy Lozzoff ha hecho decenas de investigaciones en la Universidad de Michigan y llegó a la conclusión de que la ausencia de hierro durante la primera infancia puede provocar "conductas delictivas durante la adolescencia temprana". ¿Todos los niños hambrientos serán delincuentes? No. Pero puede que uno solo de ellos sea el que un día se le cruce en el camino, revólver de por medio.
Además, 10 mil niños uruguayos tienen a su padre o madre tras las rejas, que es como decir que para ellos la sociedad, el Estado, tiene forma de un policía que entra de forma violenta a su casa y se lleva a sus padres. Pregunten a un psicólogo lo que eso puede provocar en el futuro de esos nenes.
Entre los pobres, el 96% no terminará los estudios secundarios. Investigaciones con reclusos han demostrado que un bajo nivel de instrucción aumenta las chances de reincidencia.

Vea también: La universidad del delito: entre el doctorado y el examen de ingreso

La izquierda y el ministro-policía


La izquierda política, que desde el gobierno aplicó estrategias modernas y una comprensión de la seguridad como hacía años no se veía en el país, cometió al menos dos errores estratégicos que está pagando. Uno fue que quedó prisionera de su absurdo discurso histórico que vinculaba indefectiblemente pobreza con delincuencia.

Hasta el ministro Eduardo Bonomi tuvo que admitir que eso hace tiempo dejó de ser así. Pero eso es una cosa y otra eliminar de plano la consideración acerca de que pobreza y delincuencia tienen una evidente relación. No es casualidad que la abrumadora mayoría de los presos sean pobres aunque no todos los pobres sean delincuentes.

Incluso, expertos como Guillen Lasierra, asesor catalán del Fórum Europeo de Seguridad Urbana, que ha defendido la tesis de que la delincuencia y la pobreza son fenómenos diferentes, admite que "la desestructuración social y las injusticias son simientes para la violencia y la inseguridad".

Pero cuando un día matan a un taxista, y hay una seguidilla de rapiñas y el clima se calienta en la aún pobremente calificada crónica roja, los políticos, lejos de esgrimir argumentos variados, caen en lo que los criminalistas califican como "populismo punitivo": una apelación al Derecho Penal para resolver desórdenes sociales, pero utilizado como un arma político electoral. El jurista francés Denis Salas sostiene que el "populismo penal es una verdadera patología de la democracia".
A estar por la evidencia empírica en Uruguay, el reclamo de penas más severas parece ser el camino de la demencia, o sea, hacer siempre lo mismo buscando resultados diferentes.

La segunda patinada estratégica de la izquierda tiene relación con una definición que hizo de sí mismo el exministro del Interior colorado Didier Opertti: "Yo no soy el primer policía", dijo cuando asumió. Y Bonomi, por su involucramiento o por sus conocimientos, se posicionó como un ministro de perfil policial y eso fue un aliciente para los embates de la oposición enfocados en el perfil policial de los asuntos de seguridad, embates en ocasiones cargados de "populismo penal".

Las propuestas

Cascoteado por una situación de inseguridad que no se solucionará en el corto plazo, el gobierno abrió el diálogo con la oposición y deberá escuchar posiciones como la del nacionalista Jorge Larrañaga, que insiste en la creación de una guardia nacional con ribetes militares. Insight Crime, uno de los sitios más prestigiosos en cuestiones de seguridad, hace tiempo que divulga investigaciones que muestran cómo cada vez hay más evidencia de que la militarización de la seguridad pública termina lesionando derechos individuales y tiene poco impacto en el largo plazo. Esto sin considerar el proceso de corrupción que se instaló en las fuerzas armadas que combaten el narcotráfico en naciones cercanas. Pero Larrañaga también hace un reclamo que sí ha dado frutos preventivos en otras naciones: más policías en las calles.

El también nacionalista Luis Lacalle Pou insiste con un cambio en el despliegue policial, aunque en las últimas décadas y con los cambios de gobierno, la Policía ensayó demasiados ejemplos de despliegues y organización, centralizándose, descentralizándose y creando diversos grupos de investigación.

El colorado Pedro Bordaberry sigue incluyendo en sus propuestas la baja en la edad de imputabilidad penal (más penas, más encierro), pero tanto él como Lacalle Pou ponen énfasis en un asunto que debería ser central en este complejo asunto de la inseguridad: el tratamiento a las víctimas, esos personajes de reparto que solo tienen una aparición fugaz como un disparo y luego desaparecen del guión.

Luego de que su exesposa fuera asesinada durante una rapiña, el fiscal de Corte, Jorge Díaz, declaró "con particular propiedad": "El sistema procesal penal nuestro desprecia a la víctima. El manoseo al que se ven expuestas las víctimas de los delitos en este país es vergonzoso (...) No le reconoce ningún derecho, la usa como objeto de prueba. Le dice 'tráigame su cuerpo, su testimonio' y después le pega un voleo: 'Váyase y no me moleste'".

La víbora y el ratón


Entonces, en vez de empezar a visualizar esta historia a partir de un delincuente, que en general la trama del relato no aclara de dónde vino ni profundiza adónde va, otra alternativa es enfocar más en la víctima. Ya que no podemos evitar el daño, tratemos de repararlo cuando es posible o de atenderlo con más preocupación cuando no hay remedio. Hablar menos de penas y más de misericordia, algo que "la gente" seguro no quiere y si se percibe que "la gente" no quiere, los dirigentes, por aquello del "populismo punitivo", tampoco querrán.

Guarteche contó que fue invitado a una cárcel israelí donde en una rueda de presos orientados no por policías sino por psicólogos, se puso sobre una mesa una caja de cristal con una víbora adentro y se introdujo en ella un ratón vivo. Cuando el reptil clavó sus dientes, el ratón se orinó y defecó. Varios presos se sintieron tocados al ver in situ qué pasa cuando a un ser vivo se lo mata. "Si no logramos empatía entre víctima y victimario estamos perdidos", dijo Guarteche. Esta visión parece empardar con la que dio el experto colombiano Jorge Melguizo cuando vino a Uruguay y dijo que lo contrario a inseguridad no es seguridad sino convivencia.

Por ahora, las víctimas siguen siendo doblemente víctimas, primero a manos de los delincuentes, y luego del sistema político –gobierno y oposición– que en estos días, alentado por el temeroso clamor de los electores, está siendo él mismo víctima del "populismo punitivo".

Narcomenudeo, un problema mayor

A fines de los años 90, la Policía dejó de perseguir a consumidores y pequeños dealers para enfocarse en los grandes cargamentos de cocaína. Hoy, sin embargo, producto de una serie de motivos, el narcomenudeo se ha convertido en un asunto central de la inseguridad con el que la Policía debe lidiar. Algunas de esas razones que hicieron del narcomenudeo un problema mayor:

  • La aparición de la pasta base generó un tráfico de pequeñas cantidades desde Argentina que no seguía los patrones de los grandes cargamentos de cocaína, sino que terminaba en las bocas de venta barriales.
  • Surgieron nuevos capos de la droga, de perfil marginal, en algunos casos provenientes de otro tipo de delitos como la rapiña.
  • Se produjo un fenómeno de feudalización y de defensa del territorio por bandas de narcos.
  • Esa defensa del territorio es una de las razones del surgimiento del sicariato.




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