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Laura Santullo: el arte de contar

Su vida transcurrió entre Uruguay y México. Es escritora, guionista y una contadora de historias nata. En ellas, más que crear personajes intenta dar vida a personas cuya característica común las vuelve muy reales: son humanamente imperfectas
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08 de junio de 2016 a las 05:50

@andreasalle

[Por Andrea Sallé Onetto]
El arte corre por las venas de los tres hermanos Santullo (Fernando, Laura y Rodolfo), pero nadie sabe bien el por qué, ya que no provienen de familia de artistas pero sí de padres cinéfilos, amantes de la música, los libros y con alma de buen público. Laura es la hija del medio y su especialidad es contar historias. De niña quería ser todas las cosas que se quieren ser en esa etapa y de grande su vocación se inclinó por el arte. A los 18 años comenzó la carrera de teatro en El Galpón y la completó en tiempo y forma. Al finalizarla decidió volver a México, país con el que toda su vida mantuvo una estrecha relación y que acogió como hogar.

Salto mortal

El vínculo con México comenzó cuando ella tenía 6 años y se fue a vivir allí con toda su familia. "Era la época de la dictadura, mi papá había estado detenido y en determinado momento mis padres tomaron la decisión de exiliarse en México". Confiesa que no posee muchos recuerdos previos al exilio, solo que vivían en Manga en una casa con fondo enorme y que tenía una vida muy "al aire libre". La ida a México fue como un salto mortal a la nada, ya que al ser tan pequeña no tenía referencias ni conocimiento del país. Mientras esperaban la decisión del embajador mexicano para ver si la familia era candidata a poder emigrar o no, vivieron un tiempo en la Cancillería, un lugar transitorio, "Los adultos no se veían, no se relacionaban, pero como yo tenía 6 años y Fernando 8, éramos un poco incontenibles y andábamos de habitación en habitación". Así conoció a una señora que le dejaría un recuerdo marcado a fuego: "No me voy a olvidar más, había un mapa de América en la pared y ella me preguntó si sabía dónde estaba México y le dije que no. Me acuerdo que me mostró clarito con dos alfileres con puntita de color: 'Estamos acá y acá es a donde vamos'. Y me quedó muy grabada esa imagen". En el exilio la idea de retornar siempre estuvo latente y su vínculo con Uruguay se mantuvo muy fuerte, sobre todo porque sus padres tenían militancia política. En 1984, en los albores de la vuelta a la democracia, sus padres decidieron emprender el retorno. Laura tenía 14 años. A su madre la esperaba su antiguo puesto de trabajo así que volvieron en dos tandas: primero su madre con ella y su hermano menor (que nació en México) y meses más tarde su padre con su hermano mayor.

"Fue un período confuso, porque más allá de que nos hubieran dicho que íbamos a volver nosotros teníamos una relación muy intensa con México. Teníamos muchos amigos, el colegio era muy lindo, ahí era donde vivíamos, incluso en su momento tuvimos acento mexicano. Recuerdo el regreso como un momento muy conmovedor y nada sencillo de procesar. Yo quería volver —o eso quería creer— y al mismo tiempo extrañaba muchísimo a mis amigos de allá".

A los 22 años, luego de finalizar la escuela de El Galpón, Laura se trasladó nuevamente a México. "No era la idea quedarme a vivir, iba en plan 'voy a comer tacos y a pasear'". Pero el paseo se transformó en ganas de quedarse por unos meses que luego se convirtieron en años. Al tiempo de instalarse comenzó a salir con Rodrigo Plá, también uruguayo radicado en México, a quien "conocía de la vuelta" y quien sería su futuro esposo y dupla creativa. Él había estudiado cine, estaba por rodar un cortometraje en Uruguay llamado El ojo en la nuca y como ella tenía más fresca la experiencia uruguaya lo ayudó con el guion. "Eso nos gustó, nos enganchamos y seguimos trabajando juntos hasta el día de hoy, además de ser pareja y padres de dos hijos". Si bien Laura se formó en teatro, nunca se dedicó por completo a la actuación, en parte porque en México su acento uruguayo la delataba y no la ayudaba. Pero como tenía que ganarse la vida emprendió un oficio poco común: cuentacuentos.

Por el camino de los cuentos

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¿Cómo surgió eso de contar cuentos? Porque no es algo muy común...

"En realidad yo buscaba empleos sin mucho éxito y entonces una amiga de mis papás, Amelia, me comentó que acá en Uruguay se estaba haciendo un espectáculo que se llamaba Cuentos a la Carta o Menú de Cuentos —no me acuerdo bien— con tres actores y más o menos me contó de qué iba. Así que monté sola un espectáculo y conté cuentos durante siete años en distintos restaurantes". Tiempo más tarde se enteraría de que uno de los actores del show "copiado" era la actriz Roxana Blanco, quien protagonizó La demora, una de las películas que realizaron con Rodrigo.

Contar cuentos de otros y haber leído tanto durante esa época la incentivó en cierta medida a comenzar a escribir los suyos propios. "Fue un período muy lindo. Después ya con hijos se empezó a complicar porque trabajaba de noche. Ahí fui cambiando y empecé a dedicarme más a hacer guiones. Trabajé algunas cosas para televisión, pero sobre todo con Rodrigo para las películas que hemos hecho juntos". En total ya llevan realizados varios cortos y cuatro largometrajes: La zona (2007), Desierto abierto (2008), La demora (2012) y Un monstruo de mil cabezas (2016), que estuvo recientemente en las salas de Montevideo y se estrenará en el mes de agosto en México.

Pero escribir para ella no solo se reduce al mundo del cine, sino que también abarca la novela y la literatura infantil. Sin pensar en géneros que la condicionen, la historia que quiere contar es la que guía la narración.

Y le pregunto por su proceso creativo. ¿Pensás previamente el mensaje que querés dar o te dejás llevar por los personajes y la historia? "En realidad no parto de la idea de un mensaje, aspiro a que si está ahí no emerja como una bandera. Me parece peligroso. Creo que las películas son para ser eso, películas, si quisiera dar mensajes escribiría discursos. Las películas nacen para contar una historia, reflejar la experiencia de alguien". Cuando trabajan con Rodrigo procuran concentrarse en la experiencia de determinado personaje enfrentado a una situación límite y no pensar una declaración de principios para las personas. "Si me dijeras, 'pero tus películas tienen una ideología', te diría que sí, todas las cosas tienen una ideología, eso es indudable. Por supuesto que tienen una manera de ver el mundo, pero mi intención más que decirle a la gente lo que pienso, es contarles una historia que tiene que ver con lo que pienso, para que ellos al verla encuentren cosas con las que se identifiquen", y agrega que lo importante es dejarle al espectador el espacio para que haga su interpretación. "No creo que una obra se termine con uno, quien termina de hacerla o crearla es el espectador o el lector", por eso la necesidad de no darle todo en bandeja y digerido.

Trabajo en equipo

Buenaventura Cine es el nombre de la productora que tienen en México Laura y Rodrigo junto al productor Sandino Saravia, y la de Uruguay se llama Malbicho. Actualmente están trabajando en dos proyectos: El otro Tom y Guardia y custodia. En este último el guion lo están trabajando en conjunto y trata acerca de una pareja que lucha por la custodia de su hijo. "Al mismo tiempo tiene que ver con la corrupción imperante en términos de abogados y cómo se manejan". Otra vez las problemáticas sociales afloran en su cinematografía, como ya había sucedido en La demora en relación al cuidado de los adultos mayores y en la reciente Un monstruo de mil cabezas, en donde la burocracia del sector médico saca de quicio a su protagonista. ¿El resultado?: el público se va de la sala con una gran sensación de empatía hacia los personajes.

El proceso de creación con Rodrigo —ella haciendo el guion y él dirigiendo— varía proyecto a proyecto y funciona a la perfección, cosa que les ha permitido vivir de hacer cine desde hace unos 15 años. "A veces estamos de acuerdo y otras no, aunque en esencia en las cosas básicas no ha habido discusiones de peso. Tenemos un espacio en común bastante amplio y buscamos que uno nunca avasalle al otro".

Idas y vueltas

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En 2009, Laura y Rodrigo decidieron volver a Uruguay con sus hijos para producir la película La demora, una coproducción entre Uruguay, México y Francia. Con la película La zona (2007) ganaron el premio del Festival de Venecia a Mejor Película y con él un premio económico. "Habíamos dicho en joda que si ganábamos íbamos a Uruguay y lo ganamos, así que le dije a Rodrigo: 'Ya cantaste, ahora vamos'". Como la historia que querían filmar era sencilla, intimista y con pocos personajes, les iba a ser más fácil conseguir fondos para filmar en Uruguay. Sumado a esto, las cuestiones afectivas hicieron peso y se vinieron.

Aquí se quedaron por cinco años y desde su regreso a México (hace menos de tres) siempre vuelven una vez al año para visitar a la familia. "A mí los dos países me encantan, al grado de que es un poco confuso que me gusten tanto ambos". Pero más allá de los gustos, tiene claro que en el ámbito laboral el panorama de trabajo que pueden tener en México es mucho más claro. "Allí se produce mucho cine y es muy evidente que para desarrollar una carrera y vivir de esto el sitio más adecuado es México. Uruguay, de hecho, ni siquiera está pasando hoy por una buena etapa cinematográfica. Cuando nosotros vinimos nos tocó tal vez una de las puntas más altas de la ola. Se hacían bastantes más películas que ahora, parecía estar creciendo la producción nacional y los fondos otorgados por el Estado. Calidad siempre ha habido. Pese a la pequeña dimensión de su industria, siempre ha generado productos muy interesantes".

Para Laura desde el año pasado a la fecha se ha notado una reducción en las posibilidades de hacer cine, lo que le llama la atención, ya que las coproducciones traen fondos extranjeros al país y empleo a la industria. "Cuando hicimos La demora, el dinero que vino de México y se gastó acá fue más que el que conseguimos en Uruguay, digo para poner como ejemplo".

Esta película, junto con Un monstruo de mil cabezas, son las que más le gustan de su filmografía al día de hoy. Sin embargo afirma no tener predilección por un trabajo sobre otro ya que todos forman parte de un continuo.

"Creo que vas haciendo un proceso y vas decantando y puliendo. No existiría el último si no estuvieran los eslabones anteriores. En ese sentido le tengo afecto a todo lo hecho y además, en el caso de las películas, tengo directamente memorias y recuerdos asociados a esos momentos de mi vida". Como estudió teatro intenta escribir los monólogos que le hubiera gustado actuar. "Le tengo bastante afecto a los personajes y procuro ser ambiciosa, no construir personajes, construir personas. Tratar de que tengan ambigüedad, de que tengan una vuelta y de que no se lean a primera vista. Trato de construirlos humanamente imperfectos y por eso también se los quiere".

¿Te gustaría escribir para la gran industria de Hollywood?
No. El cine en Hollywood implica perder buena parte de la libertad creativa. Nosotros vivimos de hacer cine —no es que no me interesa hacer plata— pero vivimos de lo que nos gusta y eso ya es un gran placer y lo valoro. Estados Unidos puede ser tentador porque es un mercado en el que te ve muchísima gente, pero puede ser peligroso porque alguien te compra una idea en la que puede intervenir muchísimo. Pero no digo que no, la vida dirá".

Escapar para crear

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Poco estructurada y con un trabajo que le permite no atarse a una rutina, Laura divide sus días entre sus hijos, dar clases y escribir. Cuando el trabajo es mucho y necesita concentrarse para terminarlo, se va por unos días a otro lugar. "Lo que me desespera es no poder leer todo de corrido y eso solo lo puedo hacer estando sola sin parar a almorzar a una hora determinada. Ahora acabo de terminar una novela y me escapé para poder leerla completa" cuenta.

Se define como una persona muy "amiguera" a la que le gusta mucho juntarse a charlar, hacer reuniones y estar con gente: "Es curioso, quizás es porque me paso escribiendo y estoy sola". Ahora está empezando a trabajar en una serie, formato en el que va a incursionar como guionista.

"Escribir es como una actitud, es una manera de pararse frente a las cosas, no en el sentido de juzgarlas sino de verlas. Creo que tiene que ver con estar atento a los estímulos, a las pequeñas cosas, a dejar que tu oído se deje ir. En realidad le pasa a todo el mundo, pero alguien que quiere escribir tiene que hacer acopio de todo eso".

"No es que un día digo Eureka!, si no que voy juntando información y un día digo: acá hay una historia". Para nutrirse lee mucho, escucha a la gente en la calle, se detiene en los comentarios que suscitan un posteo, en las quejas, los insultos. "Es muy útil por lo anecdótico, pero también para encontrar los estados anímicos, la desesperación, la angustia que puede haber y la podés leer". Trabaja en base a cosas que la emocionan o le interesan, por lo que una pregunta inevitable se desliza en la charla: ¿Cuál sería el rol del arte o qué es el arte para vos? "Es una pregunta muy difícil porque implica definiciones y yo soy muy mala dando definiciones de cosas importantes", dice con sinceridad y para responder elige parafrasear a su amigo y colega Pablo Casacuberta.

"Él hablaba de la finitud de la vida y de que no hay nada que uno pueda hacer en cuanto al largo de esta: en algún punto nos morimos. Acortar ese largo es posible pero no podés alargar el periodo que te es dado. Él decía —y me parece superlinda la idea— que el arte te permite ensanchar tu caudal de vida, te permite reflejarte en las historias de otros, pensar a través de obras y sensibilidades ajenas. Ampliar tu sensibilidad es como decir: 'tu vida no puede ser más larga, pero sí puede ser más ancha'. En este sentido, me parece que el arte puede cumplir ese rol, tanto desde el lugar del que lo hace como del que lo recibe".

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Un monstruo que genera empatía

Su última película Un monstruo de mil cabezas (basada en la novela homónima) está en plena etapa de promoción. En abril se estrenó en Uruguay y llegará a mercados como Francia, Estados Unidos, Brasil, Portugal y por supuesto México, en donde ya se exhibió en los festivales de cine de Morelia y Los cabos. Según la guionista: "La película en general ha sido muy bien acogida. A nivel del público genera una cosa muy empática. A la gente le despierta sus rabias propias o las que conoce por otras historias".

Otra realidad


"En México hay bastante dinero para producir" cuenta Laura Santullo y explica que, además de los fondos estatales, desde hace unos años existe Eficine 189, un estímulo fiscal a las empresas a destinar parte de sus impuestos al cine y al teatro. "Eso hace que haya crecido enormemente la producción nacional". Aproximadamente se realizan 100 películas al año, lo cual indica que es una industria bastante grande. "México viene pasando desde hace unos años por una enorme diversidad de temáticas, estilos y narrativas, sacando productos con una muy buena calidad internacional que circulan por todos los festivales". También hay algunas películas más "comerciales" a las que accede un público bastante amplio y otras que no tienen suerte. "De toda la producción que salga de un país siempre hay un porcentaje que no es afortunado".

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