Mientras aguarda en la caja de un pequeño supermercado, un delincuente ingresa y le roba el dinero. O mejor dicho: el cliente le entrega por voluntad propia la plata que tenía en su poder y luego -a través de gestos que se ven en el video- le comunica al ladrón que no tiene nada más para darle. Después llegan los disparos: uno en la cabeza y otro, que se ve con más claridad, en el abdomen. Los dos tiros no lo mataron.
¿Por qué dos disparos de cerca no lo mataron o lo hirieron de gravedad? Gustavo Hernandorena, integrante del Departamento de Balística de la
Policía, explicó a El Observador que seguramente los cartuchos estaban en "mal estado", debido a que eran viejos, a la humedad o a que se degradó la pólvora.
Si bien el jerarca policial no intervino en este hecho puntual, conoce del tema por la experiencia de "miles de casos" que las balas salen con poca fuerza o directamente "no da la pólvora" para que salgan del revólver.
"La velocidad mínima para perforar la piel es de 45 metros por segundo, mientras que para perforar el hueso es de entre 61 y 70 metros por segundo", indicó Hernandorena, y agregó además que un revólver estándar puede llegar a velocidades de 380 metros por segundo; y un 22, a 514. La persona que recibió los disparos se salvó por el estado de los cartuchos: los proyectiles viajaron a muy poca velocidad y en vez de atravesar la piel rebotaron.
Respecto a si se trataba de una pistola de balines, Hernandorena estimó que no, ya que este tipo de armas son más grandes.
"Nací de nuevo", dijo en diálogo con Canal 4 la víctima de robo y de disparos frustrados.