El General

El legado de Seregni

Por Leonardo Pereyra


Líber Seregni, el general del Ejército que fundó al Frente Amplio en 1971, fue una especie de mito viviente por años dentro de esa fuerza política y terminó en su casa, olvidado, rodeado apenas por sus más fieles seguidores.

Hoy algunos grupos reivindican sus ideas, una plaza y una ruta llevan su nombre pero ¿es el seregnismo una corriente de ideas como pudo serlo el batllismo o el wilsonismo?

Para este especial escribieron columnas el presidente Tabaré Vázquez y el exmandatario colorado Julio Marìa Sanguinetti, así como dos militares que estuvieron muy cerca del general actuando como sus secretarios. También se contó con el aporte de sus dos secretarios políticos más conocidos: Carlos Baraibar y Oscar Bottinelli.


Poco antes de morir a los 87 años, ya débil pero todavía muy lúcido, el general Líber Seregni recibió en su casa a Tabaré Vázquez y a Danilo Astori, quienes por entonces se disputaban la conducción de la coalición de izquierda dejando al descubierto diferencias que los estaban separando más de la cuenta en el camino al poder.

Por eso, a Seregni, defensor a ultranza de la unidad de la izquierda, se le alegró la cara cuando los vio entrar juntos al cuarto en donde transcurrían sus últimos días de vida.

Según contó Astori, aquel 19 de julio de 2004 Seregni lo señaló y le dijo: “Tú tienes la conducción económica” del Frente Amplio; luego miró a Vázquez y agregó: “Tú tienes la conducción política”.

“La conducción económica está sujeta a la conducción política”, les aconsejó el general con una euforia que desmentía la enfermedad que lo mataría un 31 de julio, menos de dos semanas después de ese episodio.

Cuando Vázquez ganó las elecciones de ese año cumplió con el último mensaje del líder histórico de la izquierda y dejó la conducción económica en manos de Astori.

Diez años después, la coyuntura vuelve a encontrar al gobierno del Frente Amplio en una actitud que parece ortodoxamente seregnista: con Vázquez en la conducción política y Astori en la económica.

Pero las cosas no son tan simples y esos hechos no informan necesariamente de una prevalencia del seregnismo en el Frente Amplio. Entre otras cosas porque antes de la muerte de Seregni, buena parte de sus propios compañeros se encargaron de defenestrarlo.

Y, además, porque desde aquella tarde de julio de 2004 a este comienzo del tercer gobierno de la izquierda, a los planes del “general del pueblo” se le cruzó en el camino un imprevisto llamado José Mujica. El exguerrillero había entrado al Frente Amplio en 1989 con el resto del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), después de una relación compleja que ya tenía varias décadas de antigüedad. Cuando el Frente Amplio nació, el 5 de febrero de 1971, los tupamaros renegaban del camino de las urnas y consideraban a la coalición como una expresión más de la política burguesa.

A su vez, los guerrilleros nunca fueron santos de la devoción de Seregni. El general llegó a comparar las torturas aplicadas por los militares con los interrogatorios que los tupamaros les propinaron a sus secuestrados. Su viuda, Lilí Lerena, dijo más de una vez que le preocupaba la llegada al gobierno de Mujica.

Cuando Seregni murió en 2004, Mujica era un senador con buen predicamento que, recién en las elecciones de ese año, dio el gran salto convirtiendo al Movimiento de Participación Popular (MPP) en la fuerza más votada del Frente Amplio.

Luego Mujica fue presidente. Y hoy los tupamaros y sus aliados controlan la mitad de la Cámara de Diputados y buena parte del Senado.

Entonces ¿dónde está el seregnismo en este Frente Amplio de hoy? ¿Se ha ido esfumando con el paso de los años?

El principio


El peso de Seregni fue fundamental para la fundación del Frente Amplio en 1971 y, desde la cárcel, fue un estímulo para que la coalición de izquierda siguiera viva pese a los golpes de los dictadores.

Tras la reapertura democrática, Seregni volvió a ser una figura indispensable para mantener la unidad de un pacto que juntaba a comunistas, socialistas, blancos, colorados, socialdemócratas y cristianos.

Ese “conshensho” que pregonó con su particular dicción, perduró hasta 1989 cuando la lista 99 de Hugo Batalla y el Partido Demócrata Cristiano (PDC) de Juan Pablo Terra se fueron del Frente Amplio.

El general sintió un golpe terrible tras ser abandonado por aquellos dirigentes en los que mayormente se había apoyado para tomar la decisión de impulsar la fundación de un frente plural, antioligárquico y antiimperialista.

Además, ese año el Frente Amplio aceptó incorporar al MLN-Tupamaros, un grupo con el que, como ya fue dicho, Seregni tenía diferencias varias.

Sin embargo, la ruptura no apagó la fuerza electoral del Frente Amplio ni la habilidad de mando de Seregni.

Como ejemplo de aquella capacidad de Seregni para que sus compañeros cumplieran sus decisiones, el exsenador Carlos Baraibar –quien fue su secretario privado desde 1985 hasta 1994- contó a El Observador un hecho ocurrido antes de las elecciones nacionales de 1989 cuando el general aún era fuerte y la figura del entonces independiente Astori iba en ascenso.

Por aquellos días el FA resolvió que Astori encabezara todas las listas al Senado de la coalición pero nadie daba el primer paso para aceptar pagar con una de sus bancas el ingreso a la Cámara Alta del hoy ministro de Economía.

Entonces Seregni mandó a Baraibar a reunirse con la dirección del Partido Comunista –que, se preveía, iba a votar muy bien con su lista 1001- para pasarle un contundente mensaje: el lugar de Astori debía ser cedido por el PCU y eso se llevaría adelante “con el Partido Comunista, sin el Partido Comunista o contra el Partido Comunista”.

Los participantes del encuentro se sorprendieron y protestaron ante lo que consideraban un atropello. Allí estaban presentes entre otros, José Luis Massera, Enrique Rodríguez y Esteban Valenti, hoy excomunista que asesora a Astori. Pero finalmente el PCU cedió ante el reclamo del general.

La fórmula presidencial en aquellas elecciones fue Seregni-Astori –confirmando la fortaleza de ambas figuras- en tanto que Tabaré Vázquez se quedó con la intendencia de Montevideo y empezó su imparable ascenso.

Los últimos años


Después de las elecciones de 1994, en las que Vázquez fue el candidato presidencial, el peso de Seregni empezó a declinar hasta que debió renunciar a la Presidencia del Frente Amplio en febrero de 1996.

“No puedo permanecer un momento más en la presidencia”, dijo el general en un acto callejero para celebrar los 25 años de la fundación de la coalición de izquierda. Un grito de la multitud y decenas de llantos acompañaron el anuncio. Pero no hubo vuelta atrás.

Seregni se había comprometido ante blancos y colorados a darles una respuesta sobre la propuesta de reforma electoral que instauraba el balotaje, pero el Frente Amplio evitó pronunciarse formalmente.

Seregni se sintió desautorizado aunque permaneció firme –junto a Astori- en la defensa de un cambio electoral que el resto de los frentamplistas consideraba un invento para impedir la llegada de la izquierda al poder.

Luego, los hechos se sucedieron en catarata: la reforma fue aprobada por un escaso margen; Vázquez asumió la presidencia del Frente Amplio y le ganó las elecciones internas a Astori; después perdió el balotaje de 1999 contra el colorado Jorge Batlle pese a haber tenido más votos en la primera vuelta.

Entonces, buena parte de los frenteamplistas culparon a Seregni y a Astori de la derrota y la estrella del general se apagó casi completamente. Aquellos que lo ovacionaban, que le pedían consejo o acataban sus decisiones, empezaron a escasear. El 5 de febrero de 2001 en los festejos de los 30 años de fundación del Frente Amplio en el Velódromo Municipal, Seregni no estuvo en el estrado. Sencillamente, no había sido invitado. De cualquier manera, el mítico conductor del FA no tenía previsto ir puesto que, presumía, alguna agresión de la platea podía arruinar la fiesta.

El final


Y el olvido siguió marcando presencia. “Seregni casi siempre festejaba su cumpleaños en un lugar público y el último lo celebró en el salón de actos de La Spezia. Aquel 31 de diciembre éramos pocos los que estábamos. Fue una concurrencia muy moderada, por decirlo de algún modo”, recordó Baraibar

El fundador y conductor de la izquierda se recluyó cada vez más en su apartamento de la avenida 18 de julio mientras observaba, desde el costado de la historia y sin poder hacer nada, las vacilaciones, los enfrentamientos y ciertas mezquindades de una izquierda que se encontraba en las puertas del poder.

Por eso, cuando ya enfermo vio entrar a Vázquez y a Astori a su habitación, consideró que esa unidad sería la mejor herencia que podía dejar para la pervivencia del Frente Amplio. Murió con esa idea un 31 de julio de 2004, sin llegar a ver a la izquierda en el gobierno.

Después, Astori y sus aliados fundaron el Frente Líber Seregni como muestra de adhesión formal al viejo líder. Pero el resto de los sectores también reivindican las concepciones del general e incluso Mujica lo considera un “símbolo de la unidad de la izquierda”. Hoy la sede central del Frente Amplio se llama Líber Seregni y su salón de actos se denomina La Huella de Seregni y una plaza y hasta la ruta interbalnearia llevan su nombre.

Son otros tiempos muy diferentes a aquellos en los que este hombre de cuna batllista ejerció su poder unificador; y también distintos son los días a aquel en el cual sus propios compañeros lo dejaron afuera del cumpleaños de la fuerza política a la que le había entregado buena parte de sus sueños y de sus desvelos.

“Nos llevó a la luz puntual”

Por Tabaré Vázquez. Presidente de la República


Fue un amante apasionado de la vida y vivió tan plenamente cada momento de la suya que la última vez que nos vimos -no nos lo dijimos explícitamente, pero ambos sabíamos que no habría otra- al despedirnos me dijo con esa sonrisa con que solía pedir o más bien ordenar, que en el futuro en vez de conmemorar la fecha de su muerte festejáramos la de su nacimiento.

Le prometí cumplir y creo que todos quienes lo conocimos y respetamos su indicación lo hemos hecho. Y lo haremos especialmente el próximo año, centenario del nacimiento de quien por encima de fronteras generacionales o identidades partidarias, es un referente insoslayable en el Uruguay de nuestros días.

Admito que al recibir la propuesta de publicar una columna con motivo del 11 aniversario del fallecimiento del Gral. Seregni me pregunté si aceptarla no sería faltar al compromiso antes mencionado. Y si la acepté, es porque me propuse que esta nota no sea una de esos obituarios con los que a veces se amortaja definitivamente al homenajeado, sino una reflexión personal y terrenal para compartir con los lectores.

Los once años transcurridos desde el 31 de julio de 2004 han abarcado varios triunfos electorales y períodos de gobierno nacional y departamental del Frente Amplio, la fuerza política que Seregni lideró previamente.

Él, y en él tantos otros precursores y fundamentales anónimos, tuvo la lucidez, el coraje y la grandeza de conducirnos a "la luz puntual" tras la larga noche dictatorial que lo castigó con especial ensañamiento.

¿Que en todo presente hay varios futuros posibles? Es cierto. Pero no todo futuro posible es necesariamente mejor, y el que ayudó a forjar Seregni fue el mejor dentro de lo posible.

Recuperada la democracia, Seregni fue factor fundamental para consolidarla y, en el contexto de ese complejo proceso, aportó una mirada estratégica y un proyecto de país con sentido progresista.

Hoy es fácil comentar las dificultades, señalar insuficiencias y establecer matices respecto a lo que fue aquel proceso y el papel que en el mismo desempeñó el general Seregni, pero las urgencias de aquellas circunstancias no podían esperar el juicio de este presente. Más aún: éste no hubiera sido posible sin aquéllas. ¿Que en todo presente hay varios futuros posibles? Es cierto. Pero no todo futuro posible es necesariamente mejor, y el que ayudó a forjar Seregni fue el mejor dentro de lo posible.

En todo caso a nosotros corresponde mejorarlo acorde con las circunstancias ahora existentes y con sentido del momento histórico. Esto es, cambiando lo que haya que cambiar para el progreso y bienestar de todos y con audacia, inteligencia, realismo y lealtad a los valores y principios que nos identifican

En esa tarea, que no es exclusiva de nadie sino derecho y responsabilidad de todos, la sociedad uruguaya en su conjunto también cuenta con Seregni. Es que su condición de ciudadano uruguayo y soldado artiguista, su visión estratégica de la nación, su lealtad institucional, su convicción democrática, su compromiso republicano, su agudeza para entender los pliegues de la realidad, su sensibilidad respecto a los problemas cotidianos de la gente y en especial de los más humildes, su disposición al diálogo, su respeto a todos los compatriotas, su afecto a los compañeros y su obsesión por la unidad como clave de una estrategia de cambios progresistas, no son reliquias ni adornos, sino instrumentos de navegación hacia un Uruguay mejor para todos los uruguayos.

Hoy, como ayer, Seregni está entre nosotros. Y mañana también.

Un legado de concordia

Por Julio María Sanguinetti


Solo la perspectiva del tiempo da la medida de los hombres y los hechos. Cuando hoy evocamos a Seregni, despojado de las hojarascas que inevitablemente genera la vida política, nos encontramos con un grande de la democracia uruguaya. No solo fue el político que amalgamó las fuerzas dispersas de la izquierda uruguaya para llevarlas a un horizonte de acción pacífica sino un ciudadano que entró maduro a la vida política y, sin embargo, dejó en ella un rastro indeleble. Alcanzó su mayor estatura con el estoicismo que soportó la injusta prisión de la dictadura y la convocatoria de paz que hizo a su término. A partir de ese día, nunca cultivó el resentimiento, guardando silencio sobre los vejámenes a que había sido sometido.

Sin él, no habría culminado el Pacto del Club Naval, que puso fecha y hora al fin de la dictadura. En ese difícil trayecto encontramos al demócrata pero también al caballero fiel a su palabra.

Destacado oficial del arma de artillería, cumplió una larga trayectoria, culminada como Jefe de División. Al retirarse, en 1968, comenzó una carrera política que lo llevó, desde la formación batllista que siempre invocó, a liderar el conglomerado de partidos que formó el Frente Amplio. Había intentado una coalición adentro del Partido Colorado, pero al fracasar ésta, se lanzó a esa aventura que cambiaría los ejes de la política nacional.

Personalmente, le conocí por los años 60. Arreciaban turbulencias políticas fuertes, aparecían grupos neonazis, ciertos dramáticos episodios económicos comenzaban a erosionar nuestra institucionalidad. Nos acercamos a él con espíritu patriótico y mantuvimos luego una larga relación que con los años se hizo amistad, pese a las diferencias políticas que nos separaron cuando él formó el Frente Amplio. Los años de la dictadura, como es natural, nos volvieron a acercar. A él le tocó la peor parte, pero aun desde la prisión mantuvo el contacto con los partidos que – desde el impuesto silencio- alentábamos una salida pacífica.

Creyó siempre en las soluciones negociadas. Su formación le atribuía una constante aproximación táctica a cada situación, sin nunca perder de vista el objetivo estratégico final. Con su colaboración estrecha, procuramos los caminos para una transición institucional en la que fue importante, decisivo protagonista. Sin él, no habría culminado el Pacto del Club Naval, que puso fecha y hora al fin de la dictadura. En ese difícil trayecto encontramos al demócrata pero también al caballero fiel a su palabra, que también nos honró siempre con el tributo de su confianza, en tiempos en que estábamos librados a la “buena fe de los hombres”.

Nunca abandonó su orgullo de militar. Nos consta lo que le dolió la ruptura con su institución. Realmente lo sentía como la peor injustica. Recuerdo el feliz día en que dejó la prisión, sereno de talante y físicamente intacto. Mucho habíamos batallado para su liberación y a las pocas horas de lograrlo, nos visitó en nuestra casa. En una charla muy personal, Marta le pregunta cómo había podido resistir tan bien esos años duros. “Mi formación militar”, fue su respuesta. El 4 de marzo de 1985, cuando tuve el honor de ocupar la Presidencia de la República, pude clausurar los procedimientos emprendidos contra él y así restituirle plenamente su condición de general uruguayo, con cuyas insignias fue velado el día de su muerte.

Creyó siempre en las soluciones negociadas. Su formación le atribuía una constante aproximación táctica a cada situación, sin nunca perder de vista el objetivo estratégico final.

Su acción política fue siempre de trazado de caminos constructivos. Creía en los acuerdos y en las políticas de Estado, a las que dedicó semanarios y conferencias, una vez que dejó la conducción de la fuerza política que había fundado. Formado en la matriz ideológica del Batllismo, si su derrotero lo llevó por otros caminos, su visión nunca dejó de ser la de un país más justo, más próspero, siempre democrático, republicano y laico.

Pese a su condición militar, su memoria se asocia a la paz, a la reconciliación nacional después del golpe de Estado.

La paz ofrece victorias tanto o más grandes que las de la guerra. Ellas le atribuyen grandeza a su paso por la vida cívica del país y quedan como un legado de concordia cívica y dignidad personal.

Calladito

Por Gabriel Pereyra
(columna publicada el 1 de agosto de 2004)


Se fumó 10 años y cuatro meses de cana y lo hizo calladito. Cuando salió no exhibió las huellas de la tortura ni las usó, como muchos lo hicieron después, para ganar votos o simpatías. En lugar de eso llamó a la reconciliación nacional. Lo proscribieron. Pudo lanzar la consigna de que las elecciones eran con él o con nadie, pero no, se lo bancó calladito.

Luego mantuvo la temperatura de una olla de grillos con forma de Mesa Política, en épocas donde ni su condición de militar lo habilitaba a pegar un grito para acallar los chillidos. Cuando el caldo iba tomando color, lo desplazaron de la cocina, el cucharón pasó a otras manos y se tuvo que ir por la puerta de atrás, como si fuera uno más.

Los mediocres tuvieron sus 10 minutos de gloria, y se lo bancó calladito. Hasta hubo espacio para que algún subnormal le gritara traidor en un comité de base, donde unos años antes lo habían idolatrado como a un semidios. Y se lo bancó calladito. De golpe, los adversarios políticos, los que le habían dicho de todo durante las campañas electorales, lo empezaron a valorar, lo comparaban con lo que se venía y lo invitaban a seminarios de diverso color e ideología.

Aceptó respetuoso las invitaciones, las retribuyó y siguió para adelante, calladito, sin reproches ante el cinismo político que lo rodeaba. Ahora, los que fueron sus camaradas de armas y luego sus verdugos, le reconocen los galones de general, sacan su foto del baúl y la ponen adonde siempre debió estar.

Dicen que en su lecho doliente se sintió feliz por la noticia, pero pidió a los suyos que no la propalaran. En medio de su dolor, la disfrutó calladito. Sobreviviente al gruñido de los gorilas, al grito de los mediocres y a la lisonja de los traidores, Líber Seregni tendrá que figurar también en otras galerías porque si falta su foto nadie podrá entender la historia.

“Falta grandeur, general”

Teniente primero (retirado) Eros Carbajal
Secretario personal de Seregni antes del golpe de Estado


El general Seregni tuvo dos hijas, Bethel y Giselle, pero durante su experiencia política como fundador y Presidente del Frente Amplio se rodeó de un grupo de jóvenes con los cuales convivió el día a día y que en cierta forma fuimos sus hijos varones adoptados.

Comenzábamos la jornada con un hora y media de caminata, todas las mañanas, siempre dentro del parque Rodó. Allí comentábamos lo más destacado de la jornada anterior y me marcaba las tareas para realizar por la tarde en su secretaria, correspondencia, entrevistas, etc. A pesar de ser él 24 años mayor que yo, tenía un paso que me llevaba de arrastro.

A las cuatro de la tarde lo recogía para ir a la Presidencia y ahí estábamos hasta nueve o diez de la noche; luego otros compañeros lo acompañaban a sus visitas sorpresa a los Comités de Base, hasta la medianoche.

Nos enseñó mucho; estar a su lado era un continuo aprendizaje. Cuando a veces se nos escapaba algún “anti”, enseguida nos corregía: “Muchachos, no todos los de Peñarol son malos ni todos los de Nacional son buenos...aflojen….”. Creo que su obsesión era la unidad del Frente, sin quitarle mérito a los miles de frenteamplistas ni a sus líderes políticos, sin la autoridad y el respeto que emanaba del general no hubiese sido posible conformar esta fuerza política. Estuve sentado a su lado en todas las Mesas Ejecutivas, desde la fundación hasta el día de su detención.

Cuando veía sentados a Juan Pablo Terra junto a Arismendi, o Benedetti al lado de Rodriguez Camuso, no podía creer que todas las resoluciones salieran por unanimidad. Más ahora con casi 50 años encima y ver la facilidad que tiene la derecha para unirse y la izquierda para desunirse.

A veces, cuando la agenda lo permitía, nos íbamos los tres con Lily, su señora y compañera, una semana a alguna playa. Ahí aprovechaba a descansar, leer o preparar algún discurso importante, pero sobre todo largas caminatas de horas por la orilla del agua. Casi ni hablábamos, se veía que estaba concentrado y no lo interrumpía. Un día al mediodía cuando el sol apretaba, me extrañó que no se sacase la camisa. Aparte se lo comenté a Lily y me dijo: “Es por vos, no quiere que le veas las cicatrices de los cigarrillos que le apagaron en el pecho…”. Ni en las charlas más íntimas, jamás le oí una crítica para sus carceleros torturadores. La misma altura que demostró en el discurso desde el balcón de su casa el día de su liberación, el amor que sentía por su Ejército y las Fuerzas Armadas en general, le hacía obviar el triste papel de unos pocos que mancillaron décadas de democrática tradición.

Cuando veía sentados a Juan Pablo Terra junto a Arismendi, o Benedetti al lado de Rodriguez Camuso, no podía creer que todas las resoluciones salieran por unanimidad. Más ahora con casi 50 años encima y ver la facilidad que tiene la derecha para unirse y la izquierda para desunirse.

En una de las tantas salidas al interior estábamos en Mercedes. Los “peludos”, obreros rurales que alternaban su tarea entre la zafra de la caña en Bella Unión y la de la remolacha en Mercedes, pidieron una entrevista con él, pero solicitaron que “estuviese solo”. Les explicamos que por razones de seguridad no acostumbrábamos dejarlo solo, así que aceptaron que fuésemos los dos. El que actuaba de portavoz, curtido, barbudo de pelo largo, le dijo: “General, cuando vienen compañeros de la ciudad vemos que saben mucho de política y nosotros no. Eso nos deja mal…”. Lo miró cálidamente, respetuosamente, y le dijo: “Compañero, más importante que una cultura política es una conciencia política y de eso nadie les va a enseñar a ustedes”.

Sería una redundancia repetir que “detrás de cada gran hombre….”, pero su compañera Lily fue una persona importante en su etapa política, siempre apoyándolo, acompañándolo y luego siendo la persona que más luchó por conseguir su justa libertad.

Seregni era un gran “escuchador”; hacía sus discursos, iba a entrevistas de TV y radio como una tarea política, pero lo que le gustaba de verdad era escuchar a todo el mundo. Creo que ahí se alimentaba para demostrar su gran espíritu de justicia y humanidad cuando emitía una opinión.

Una vez Zelmar Michelini me dijo: “Dentro de 40 o 50 años, cuando se escriba la historia del Frente desapasionadamente….”; veo que estamos en esa fecha y no recordamos en su verdadera estatura a este gran estadista pero, más que nada, hermosa persona humana. No es necesario tirar de hemeroteca, para ver que en ningún discurso importante del Frente se le menciona.

Ya en su retiro, cuando mateando le preguntaba por actitudes de algunos políticos que no comprendía, siempre me respondía lo mismo: Falta grandeur “. Ahora muchos años después, al ver los giros de la política y sus mentores, no sólo en nuestro pequeño y querido Uruguay sino en todo el mundo, si lo pudiese ver una vez más le diría: “General ,como siempre…..usted tiene razón, falta grandeur“.

Seregni: el estratega cultor del FA

Oscar A. Bottinelli


La mayor fortaleza de Liber Seregni fue su visión estratégica y su capacidad de conducción estratégica. Sus mayores logros: uno, haber incidido decisivamente en una transición de la dictadura a la democracia en los tiempos y en las formas más rápidos y menos dolorosos, hecho con sacrificio propio y sin mezquindades, sin perderse en las trampas de la táctica; y dos, haber hecho sobrevivir al Frente Amplio contra todos los embates internos y externos, al punto que recién se consolidó como tal a un año largo de su muerte, a los 35 años de vida. Su mayor debilidad: la conducción táctica. Su mayor problema como líder: la permanente incompatibilidad entre su papel de conductor y su papel de elaborador de síntesis entre corrientes diversas, en que uno y otro rol se saboteaban mutuamente. Su mayor fracaso: no haber logrado la “Concertación” , ni haber sido entendido en su propósito; “Concertación” concebida no solo como un programa para hacer restaurar la vida en democracia, sino como modelo estratégico de país al estilo del pacto sueco de 1937 entre la socialdemocracia, la burguesía y los sindicatos, que supuso el basamento del modelo de desarrollo de Suecia por más de medio siglo largo. Su mayor dolor: cuando su Frente Amplio, al cumplir los 30 años de vida, le niega nada menos que a él el derecho a estar en el estrado; cuando el Frente Amplio le niega su papel histórico, el que reconocerá recién en los meses previos a su muerte y le vuelve a negar en la noche del pasado 26 de octubre. Su mayor sabiduría, la mayor valentía existencial: al cumplir 87 años tomar conciencia que se avecinaba un deterioro físico terminal y procesar con dignidad su retiro de la vida pública. Su mayor legado, el “discurso del balcón”, el 19 de marzo de 1984, apenas salido de la Cárcel Central tras 10 años de prisión: “fuimos, somos y seremos una fuerza constructora, obreros de la construcción de la Patria del futuro que queremos […] ni una palabra negativa, ni una consigna negativa […] tenemos que bregar para alcanzar la pacificación de los espíritus, la pacificación nacional”.

La pasión y la mesura

Brig. Gral. (retirado) José Luis Villamil Echeño *


Rememorar una figura de la dimensión del general Seregni en unas pocas líneas constituye un desafío que seguramente está fuera de mi alcance.

Sin embargo asumimos con gusto, consciente de las limitaciones, el compromiso de escribir una nota, con motivo de cumplirse un año más de su desaparición física.

Me pongo a pensar en Seregni y lo primero que recuerdo es un hombre de cabeza fría y corazón caliente, que nunca perdía la calma; no era eufórico ni se mostraba deprimido, las procesiones personales y políticas que sin duda las tenía, las guardaba en su interior.

Poseedor de un profundo y sano amor propio, de porte gallardo y gran resistencia física, los achaques de los años, que todos tenemos, los sabía sobrellevar. Nunca se le oía quejarse.

Era el conductor político, seguro en el timón, que siente que tiene influencia entre los hombres y sobre todo la capacidad y responsabilidad de manejar los hilos de acontecimientos históricos trascendentes.

Era pasión y mesura.

La pasión, era su motor para luchar por una causa, la de construir y consolidar un Frente Amplio como herramienta política sustancial del pueblo uruguayo, que rescatando el ideario artiguista fuera el instrumento para construir un futuro mejor, en paz, más democrático, desarrollado y justo socialmente.

Desterraba cualquier atisbo de vanidad y demagogia, en beneficio de los grandes objetivos políticos y nacionales.

Era un estadista con todas las de las ley, previendo siempre en sus actos la mañana siguiente y sin imputarle a nadie las consecuencias de su proceder.

Para Seregni no había atajos y profesaba un visceral rechazo por los procesos políticos mesiánicos, aun en aquellos casos llenos de buenas intenciones.

Legalista

Su culto y lealtad a la Constitución Nacional y las instituciones republicanas, tuvo una de sus pruebas de fuego en el año 68, cuando estaba en el apogeo de su prestigio profesional y comandaba la División de Ejército 1, en pleno gobierno en crisis de Pacheco Areco.

En ese marco optó por pedir su pase a retiro al discrepar con la conducción autoritaria del mando superior, que instaba al Ejército a involucrarse en la represión del descontento social, cuando al mismo tiempo numerosas voces lo instaban a encabezar una acción disidente desde las Fuerzas Armadas.

Liberar a los presos

A lo largo de los difíciles y dramáticos años 72 y 73 siempre bregó por las salidas institucionales.

Rechazó las propuestas de exiliarse que le fueron hechas, en medio de aquel panorama inseguro y oscuro, en los primeros tiempos de la dictadura. Con la heroicidad propia de aquéllos que no sólo profesan la más profunda convicción y fe en lo justo de su lucha, sino que están seguros de no doblegarse ante la adversidad.

A la salida en libertad, nos legó aquel inolvidable saludo y discurso desde el balcón de su casa, que dio la vuelta al mundo.

Acto seguido, antepuso cualquier interés o apetencia política personal, ante la urgencia de liberar a aquellos que sufrían prisión o exilio político.

Desechó siempre el personalismo en política. “El FA –decía- es un instrumento para transitar una etapa histórica del país”; “no admite tener ataduras personalistas”. Siempre antepuso y predicó que el interés general del país y de la fuerza política estaba por delante de los intereses sectoriales o personales.

Por último no podemos dejar de recordar la grandeza humana y política que le supuso renunciar a la Presidencia del Frente Amplio al entender que no podía hacer algo más, que tenía que detenerse, so pena de traspasar los límites que su ética le imponía.

En cuanto a la relación entre Seregni y los militares que lo acompañaban en su gestión, en mi caso el trato era muy parecido o igual al que sostenía con el resto de los compañeros civiles que colaboraban con él.

“Mi general”

Yo siempre me refería a él como “mi general”, pero con un afecto y respeto por su persona que iba mucho más allá de lo formal. Como decimos los militares, su trato siempre era paternal y digno en su mejor expresión, con una calidez que nos hacía sentir parte de su familia.

Me atrevo a decir que la relación no sólo era de compañeros sino de amigos, en esa forma de amistad respetuosa que imponían las diferencias de edad, de jerarquía en lo militar y político y sobre todo por la dimensión personal del propio Seregni.

El se dirigía a mí tuteándome como a la mayoría de sus colaboradores, pero por supuesto mi trato hacia él siempre fue de usted.

No se me ocurre más que adherir y reiterar una frase que se la he escuchado más de una vez al compañero presidente de la República doctor Tabaré Vázquez, “los hombres como Seregni, y yo agrego las mujeres como Lilí , no mueren, se siembran”

Respecto a los temas políticos que involucraran a las FFAA, si bien eran asuntos de la incumbencia de Seregni como presidente del Frente Amplio y de la Mesa Política, no recuerdo que fuera habitual que los tratara o priorizara en el grupo de colaboradores, salvo en algún ocasional reportaje. Pienso que ponía especial cuidado en no incursionar en estos temas que habían sido encomendados en la comisión de Defensa del Frente Amplio que presidía el general Licandro.

Tampoco acostumbrábamos tener charlas recordando tiempos pasados militares, como cuando socializamos con compañeros de promoción. El hecho de pertenecer a armas diferentes y a tiempos de carrera distintos no favorecía conversar sobre tiempos pasados. Creo que no era afecto a emplear el tiempo rememorando lo que pasó, sino que más bien pensaba el presente y futuro.

Por último, Seregni no nos perdonaría que terminemos de hablar de él y no hiciéramos mención a Lilí, su compañera perfecta de ruta, en las buenas y en las malas, en particular en estas últimas. Imprescindible consejera para Seregni, con los pies en la tierra y con una memoria prodigiosa. Para todos aquellos que estábamos cerca, era como una madre que se preocupaba y estaba pendiente de nuestras familias y que siempre nos llenaba de afecto y atenciones.

Para terminar no se me ocurre más que adherir y reiterar una frase que se la he escuchado más de una vez al compañero presidente de la República doctor Tabaré Vázquez, “los hombres como Seregni, y yo agrego las mujeres como Lilí , no mueren, se siembran” .

* Trabajó junto a Seregni a comienzos de la década de 1970. Fue procesado por la Justicia Militar, y tras la recuperación democrática trabajo en el Centro de Estudios Estratégicos fundado por Seregni.

El Observador 2015 - Diseño: Adrián Sosa

El General

El legado de Seregni

Por Leonardo Pereyra


Líber Seregni, el general del Ejército que fundó al Frente Amplio en 1971, fue una especie de mito viviente por años dentro de esa fuerza política y terminó en su casa, olvidado, rodeado apenas por sus más fieles seguidores.

Hoy algunos grupos reivindican sus ideas, una plaza y una tura llevan su nombre pero ¿es el seregnismo una corriente de ideas como pudo serlo el batllismo o el wilsonismo?

Para este especial escribieron columnas el presidente Tabaré Vázquez y el exmandatario colorado Julio Marìa Sanguinetti, así como dos militares que estuvieron muy cerca del general actuando como sus secretarios. También se contó con el aporte de sus dos secretarios políticos más conocidos: Carlos Baraibar y Oscar Bottinelli.


Poco antes de morir a los 87 años, ya débil pero todavía muy lúcido, el general Líber Seregni recibió en su casa a Tabaré Vázquez y a Danilo Astori, quienes por entonces se disputaban la conducción de la coalición de izquierda dejando al descubierto diferencias que los estaban separando más de la cuenta en el camino al poder.

Por eso, a Seregni, defensor a ultranza de la unidad de la izquierda, se le alegró la cara cuando los vio entrar juntos al cuarto en donde transcurrían sus últimos días de vida.

Según contó Astori, aquel 19 de julio de 2004 Seregni lo señaló y le dijo: “Tú tienes la conducción económica” del Frente Amplio; luego miró a Vázquez y agregó: “Tú tienes la conducción política”.

“La conducción económica está sujeta a la conducción política”, les aconsejó el general con una euforia que desmentía la enfermedad que lo mataría un 31 de julio, menos de dos semanas después de ese episodio.

Cuando Vázquez ganó las elecciones de ese año cumplió con el último mensaje del líder histórico de la izquierda y dejó la conducción económica en manos de Astori.

Diez años después, la coyuntura vuelve a encontrar al gobierno del Frente Amplio en una actitud que parece ortodoxamente seregnista: con Vázquez en la conducción política y Astori en la económica.

Pero las cosas no son tan simples y esos hechos no informan necesariamente de una prevalencia del seregnismo en el Frente Amplio. Entre otras cosas porque antes de la muerte de Seregni, buena parte de sus propios compañeros se encargaron de defenestrarlo.

Y, además, porque desde aquella tarde de julio de 2004 a este comienzo del tercer gobierno de la izquierda, a los planes del “general del pueblo” se le cruzó en el camino un imprevisto llamado José Mujica. El exguerrillero había entrado al Frente Amplio en 1989 con el resto del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), después de una relación compleja que ya tenía varias décadas de antigüedad. Cuando el Frente Amplio nació, el 5 de febrero de 1971, los tupamaros renegaban del camino de las urnas y consideraban a la coalición como una expresión más de la política burguesa.

A su vez, los guerrilleros nunca fueron santos de la devoción de Seregni. El general llegó a comparar las torturas aplicadas por los militares con los interrogatorios que los tupamaros les propinaron a sus secuestrados. Su viuda, Lilí Lerena, dijo más de una vez que le preocupaba la llegada al gobierno de Mujica.

Cuando Seregni murió en 2004, Mujica era un senador con buen predicamento que, recién en las elecciones de ese año, dio el gran salto convirtiendo al Movimiento de Participación Popular (MPP) en la fuerza más votada del Frente Amplio.

Luego Mujica fue presidente. Y hoy los tupamaros y sus aliados controlan la mitad de la Cámara de Diputados y buena parte del Senado.

Entonces ¿dónde está el seregnismo en este Frente Amplio de hoy? ¿Se ha ido esfumando con el paso de los años?

El principio


El peso de Seregni fue fundamental para la fundación del Frente Amplio en 1971 y, desde la cárcel, fue un estímulo para que la coalición de izquierda siguiera viva pese a los golpes de los dictadores.

Tras la reapertura democrática, Seregni volvió a ser una figura indispensable para mantener la unidad de un pacto que juntaba a comunistas, socialistas, blancos, colorados, socialdemócratas y cristianos.

Ese “conshensho” que pregonó con su particular dicción, perduró hasta 1989 cuando la lista 99 de Hugo Batalla y el Partido Demócrata Cristiano (PDC) de Juan Pablo Terra se fueron del Frente Amplio.

El general sintió un golpe terrible tras ser abandonado por aquellos dirigentes en los que mayormente se había apoyado para tomar la decisión de impulsar la fundación de un frente plural, antioligárquico y antiimperialista.

Además, ese año el Frente Amplio aceptó incorporar al MLN-Tupamaros, un grupo con el que, como ya fue dicho, Seregni tenía diferencias varias.

Sin embargo, la ruptura no apagó la fuerza electoral del Frente Amplio ni la habilidad de mando de Seregni.

Como ejemplo de aquella capacidad de Seregni para que sus compañeros cumplieran sus decisiones, el exsenador Carlos Baraibar –quien fue su secretario privado desde 1985 hasta 1994- contó a El Observador un hecho ocurrido antes de las elecciones nacionales de 1989 cuando el general aún era fuerte y la figura del entonces independiente Astori iba en ascenso.

Por aquellos días el FA resolvió que Astori encabezara todas las listas al Senado de la coalición pero nadie daba el primer paso para aceptar pagar con una de sus bancas el ingreso a la Cámara Alta del hoy ministro de Economía.

Entonces Seregni mandó a Baraibar a reunirse con la dirección del Partido Comunista –que, se preveía, iba a votar muy bien con su lista 1001- para pasarle un contundente mensaje: el lugar de Astori debía ser cedido por el PCU y eso se llevaría adelante “con el Partido Comunista, sin el Partido Comunista o contra el Partido Comunista”.

Los participantes del encuentro se sorprendieron y protestaron ante lo que consideraban un atropello. Allí estaban presentes entre otros, José Luis Massera, Enrique Rodríguez y Esteban Valenti, hoy excomunista que asesora a Astori. Pero finalmente el PCU cedió ante el reclamo del general.

La fórmula presidencial en aquellas elecciones fue Seregni-Astori –confirmando la fortaleza de ambas figuras- en tanto que Tabaré Vázquez se quedó con la intendencia de Montevideo y empezó su imparable ascenso.

Los últimos años.


Después de las elecciones de 1994, en las que Vázquez fue el candidato presidencial, el peso de Seregni empezó a declinar hasta que debió renunciar a la Presidencia del Frente Amplio en febrero de 1996.

“No puedo permanecer un momento más en la presidencia”, dijo el general en un acto callejero para celebrar los 25 años de la fundación de la coalición de izquierda. Un grito de la multitud y decenas de llantos acompañaron el anuncio. Pero no hubo vuelta atrás.

Seregni se había comprometido ante blancos y colorados a darles una respuesta sobre la propuesta de reforma electoral que instauraba el balotaje, pero el Frente Amplio evitó pronunciarse formalmente.

Seregni se sintió desautorizado aunque permaneció firme –junto a Astori- en la defensa de un cambio electoral que el resto de los frentamplistas consideraba un invento para impedir la llegada de la izquierda al poder.

Luego, los hechos se sucedieron en catarata: la reforma fue aprobada por un escaso margen; Vázquez asumió la presidencia del Frente Amplio y le ganó las elecciones internas a Astori; después perdió el balotaje de 1999 contra el colorado Jorge Batlle pese a haber tenido más votos en la primera vuelta.

Entonces, buena parte de los frenteamplistas culparon a Seregni y a Astori de la derrota y la estrella del general se apagó casi completamente. Aquellos que lo ovacionaban, que le pedían consejo o acataban sus decisiones, empezaron a escasear. El 5 de febrero de 2001 en los festejos de los 30 años de fundación del Frente Amplio en el Velódromo Municipal, Seregni no estuvo en el estrado. Sencillamente, no había sido invitado. De cualquier manera, el mítico conductor del FA no tenía previsto ir puesto que, presumía, alguna agresión de la platea podía arruinar la fiesta.

El final


Y el olvido siguió marcando presencia. “Seregni casi siempre festejaba su cumpleaños en un lugar público y el último lo celebró en el salón de actos de La Spezia. Aquel 31 de diciembre éramos pocos los que estábamos. Fue una concurrencia muy moderada, por decirlo de algún modo”, recordó Baraibar

El fundador y conductor de la izquierda se recluyó cada vez más en su apartamento de la avenida 18 de julio mientras observaba, desde el costado de la historia y sin poder hacer nada, las vacilaciones, los enfrentamientos y ciertas mezquindades de una izquierda que se encontraba en las puertas del poder.

Por eso, cuando ya enfermo vio entrar a Vázquez y a Astori a su habitación, consideró que esa unidad sería la mejor herencia que podía dejar para la pervivencia del Frente Amplio. Murió con esa idea un 31 de julio de 2004, sin llegar a ver a la izquierda en el gobierno.

Después, Astori y sus aliados fundaron el Frente Líber Seregni como muestra de adhesión formal al viejo líder. Pero el resto de los sectores también reivindican las concepciones del general e incluso Mujica lo considera un “símbolo de la unidad de la izquierda”. Hoy la sede central del Frente Amplio se llama Líber Seregni y su salón de actos se denomina La Huella de Seregni y una plaza y hasta la ruta interbalnearia llevan su nombre.

Son otros tiempos muy diferentes a aquellos en los que este hombre de cuna batllista ejerció su poder unificador; y también distintos son los días a aquel en el cual sus propios compañeros lo dejaron afuera del cumpleaños de la fuerza política a la que le había entregado buena parte de sus sueños y de sus desvelos.


“Nos llevó a la luz puntual”

Por Tabaré Vázquez. Presidente de la República


Fue un amante apasionado de la vida y vivió tan plenamente cada momento de la suya que la última vez que nos vimos -no nos lo dijimos explícitamente, pero ambos sabíamos que no habría otra- al despedirnos me dijo con esa sonrisa con que solía pedir o más bien ordenar, que en el futuro en vez de conmemorar la fecha de su muerte festejáramos la de su nacimiento.

Le prometí cumplir y creo que todos quienes lo conocimos y respetamos su indicación lo hemos hecho. Y lo haremos especialmente el próximo año, centenario del nacimiento de quien por encima de fronteras generacionales o identidades partidarias, es un referente insoslayable en el Uruguay de nuestros días.

Admito que al recibir la propuesta de publicar una columna con motivo del 11 aniversario del fallecimiento del Gral. Seregni me pregunté si aceptarla no sería faltar al compromiso antes mencionado. Y si la acepté, es porque me propuse que esta nota no sea una de esos obituarios con los que a veces se amortaja definitivamente al homenajeado, sino una reflexión personal y terrenal para compartir con los lectores.

Los once años transcurridos desde el 31 de julio de 2004 han abarcado varios triunfos electorales y períodos de gobierno nacional y departamental del Frente Amplio, la fuerza política que Seregni lideró previamente.

Él, y en él tantos otros precursores y fundamentales anónimos, tuvo la lucidez, el coraje y la grandeza de conducirnos a "la luz puntual" tras la larga noche dictatorial que lo castigó con especial ensañamiento.

¿Que en todo presente hay varios futuros posibles? Es cierto. Pero no todo futuro posible es necesariamente mejor, y el que ayudó a forjar Seregni fue el mejor dentro de lo posible.

Recuperada la democracia, Seregni fue factor fundamental para consolidarla y, en el contexto de ese complejo proceso, aportó una mirada estratégica y un proyecto de país con sentido progresista.

Hoy es fácil comentar las dificultades, señalar insuficiencias y establecer matices respecto a lo que fue aquel proceso y el papel que en el mismo desempeñó el general Seregni, pero las urgencias de aquellas circunstancias no podían esperar el juicio de este presente. Más aún: éste no hubiera sido posible sin aquéllas. ¿Que en todo presente hay varios futuros posibles? Es cierto. Pero no todo futuro posible es necesariamente mejor, y el que ayudó a forjar Seregni fue el mejor dentro de lo posible.

En todo caso a nosotros corresponde mejorarlo acorde con las circunstancias ahora existentes y con sentido del momento histórico. Esto es, cambiando lo que haya que cambiar para el progreso y bienestar de todos y con audacia, inteligencia, realismo y lealtad a los valores y principios que nos identifican

En esa tarea, que no es exclusiva de nadie sino derecho y responsabilidad de todos, la sociedad uruguaya en su conjunto también cuenta con Seregni. Es que su condición de ciudadano uruguayo y soldado artiguista, su visión estratégica de la nación, su lealtad institucional, su convicción democrática, su compromiso republicano, su agudeza para entender los pliegues de la realidad, su sensibilidad respecto a los problemas cotidianos de la gente y en especial de los más humildes, su disposición al diálogo, su respeto a todos los compatriotas, su afecto a los compañeros y su obsesión por la unidad como clave de una estrategia de cambios progresistas, no son reliquias ni adornos, sino instrumentos de navegación hacia un Uruguay mejor para todos los uruguayos.

Hoy, como ayer, Seregni está entre nosotros. Y mañana también.

Un legado de concordia

Por Julio María Sanguinetti


Solo la perspectiva del tiempo da la medida de los hombres y los hechos. Cuando hoy evocamos a Seregni, despojado de las hojarascas que inevitablemente genera la vida política, nos encontramos con un grande de la democracia uruguaya. No solo fue el político que amalgamó las fuerzas dispersas de la izquierda uruguaya para llevarlas a un horizonte de acción pacífica sino un ciudadano que entró maduro a la vida política y, sin embargo, dejó en ella un rastro indeleble. Alcanzó su mayor estatura con el estoicismo que soportó la injusta prisión de la dictadura y la convocatoria de paz que hizo a su término. A partir de ese día, nunca cultivó el resentimiento, guardando silencio sobre los vejámenes a que había sido sometido.

Sin él, no habría culminado el Pacto del Club Naval, que puso fecha y hora al fin de la dictadura. En ese difícil trayecto encontramos al demócrata pero también al caballero fiel a su palabra.

Destacado oficial del arma de artillería, cumplió una larga trayectoria, culminada como Jefe de División. Al retirarse, en 1968, comenzó una carrera política que lo llevó, desde la formación batllista que siempre invocó, a liderar el conglomerado de partidos que formó el Frente Amplio. Había intentado una coalición adentro del Partido Colorado, pero al fracasar ésta, se lanzó a esa aventura que cambiaría los ejes de la política nacional.

Personalmente, le conocí por los años 60. Arreciaban turbulencias políticas fuertes, aparecían grupos neonazis, ciertos dramáticos episodios económicos comenzaban a erosionar nuestra institucionalidad. Nos acercamos a él con espíritu patriótico y mantuvimos luego una larga relación que con los años se hizo amistad, pese a las diferencias políticas que nos separaron cuando él formó el Frente Amplio. Los años de la dictadura, como es natural, nos volvieron a acercar. A él le tocó la peor parte, pero aun desde la prisión mantuvo el contacto con los partidos que – desde el impuesto silencio- alentábamos una salida pacífica.

Creyó siempre en las soluciones negociadas. Su formación le atribuía una constante aproximación táctica a cada situación, sin nunca perder de vista el objetivo estratégico final. Con su colaboración estrecha, procuramos los caminos para una transición institucional en la que fue importante, decisivo protagonista. Sin él, no habría culminado el Pacto del Club Naval, que puso fecha y hora al fin de la dictadura. En ese difícil trayecto encontramos al demócrata pero también al caballero fiel a su palabra, que también nos honró siempre con el tributo de su confianza, en tiempos en que estábamos librados a la “buena fe de los hombres”.

Nunca abandonó su orgullo de militar. Nos consta lo que le dolió la ruptura con su institución. Realmente lo sentía como la peor injustica. Recuerdo el feliz día en que dejó la prisión, sereno de talante y físicamente intacto. Mucho habíamos batallado para su liberación y a las pocas horas de lograrlo, nos visitó en nuestra casa. En una charla muy personal, Marta le pregunta cómo había podido resistir tan bien esos años duros. “Mi formación militar”, fue su respuesta. El 4 de marzo de 1985, cuando tuve el honor de ocupar la Presidencia de la República, pude clausurar los procedimientos emprendidos contra él y así restituirle plenamente su condición de general uruguayo, con cuyas insignias fue velado el día de su muerte.

Creyó siempre en las soluciones negociadas. Su formación le atribuía una constante aproximación táctica a cada situación, sin nunca perder de vista el objetivo estratégico final.

Su acción política fue siempre de trazado de caminos constructivos. Creía en los acuerdos y en las políticas de Estado, a las que dedicó semanarios y conferencias, una vez que dejó la conducción de la fuerza política que había fundado. Formado en la matriz ideológica del Batllismo, si su derrotero lo llevó por otros caminos, su visión nunca dejó de ser la de un país más justo, más próspero, siempre democrático, republicano y laico.

Pese a su condición militar, su memoria se asocia a la paz, a la reconciliación nacional después del golpe de Estado.

La paz ofrece victorias tanto o más grandes que las de la guerra. Ellas le atribuyen grandeza a su paso por la vida cívica del país y quedan como un legado de concordia cívica y dignidad personal.

Calladito

Por Gabriel Pereyra
(columna publicada el 1 de agosto de 2004)


Se fumó 10 años y cuatro meses de cana y lo hizo calladito. Cuando salió no exhibió las huellas de la tortura ni las usó, como muchos lo hicieron después, para ganar votos o simpatías. En lugar de eso llamó a la reconciliación nacional. Lo proscribieron. Pudo lanzar la consigna de que las elecciones eran con él o con nadie, pero no, se lo bancó calladito.

Luego mantuvo la temperatura de una olla de grillos con forma de Mesa Política, en épocas donde ni su condición de militar lo habilitaba a pegar un grito para acallar los chillidos. Cuando el caldo iba tomando color, lo desplazaron de la cocina, el cucharón pasó a otras manos y se tuvo que ir por la puerta de atrás, como si fuera uno más.

Los mediocres tuvieron sus 10 minutos de gloria, y se lo bancó calladito. Hasta hubo espacio para que algún subnormal le gritara traidor en un comité de base, donde unos años antes lo habían idolatrado como a un semidios. Y se lo bancó calladito. De golpe, los adversarios políticos, los que le habían dicho de todo durante las campañas electorales, lo empezaron a valorar, lo comparaban con lo que se venía y lo invitaban a seminarios de diverso color e ideología.

Aceptó respetuoso las invitaciones, las retribuyó y siguió para adelante, calladito, sin reproches ante el cinismo político que lo rodeaba. Ahora, los que fueron sus camaradas de armas y luego sus verdugos, le reconocen los galones de general, sacan su foto del baúl y la ponen adonde siempre debió estar.

Dicen que en su lecho doliente se sintió feliz por la noticia, pero pidió a los suyos que no la propalaran. En medio de su dolor, la disfrutó calladito. Sobreviviente al gruñido de los gorilas, al grito de los mediocres y a la lisonja de los traidores, Líber Seregni tendrá que figurar también en otras galerías porque si falta su foto nadie podrá entender la historia.

“Falta grandeur, general”

Teniente primero (retirado) Eros Carbajal
Secretario personal de Seregni antes del golpe de Estado


El general Seregni tuvo dos hijas, Bethel y Giselle, pero durante su experiencia política como fundador y Presidente del Frente Amplio se rodeó de un grupo de jóvenes con los cuales convivió el día a día y que en cierta forma fuimos sus hijos varones adoptados.

Comenzábamos la jornada con un hora y media de caminata, todas las mañanas, siempre dentro del parque Rodó. Allí comentábamos lo más destacado de la jornada anterior y me marcaba las tareas para realizar por la tarde en su secretaria, correspondencia, entrevistas, etc. A pesar de ser él 24 años mayor que yo, tenía un paso que me llevaba de arrastro.

A las cuatro de la tarde lo recogía para ir a la Presidencia y ahí estábamos hasta nueve o diez de la noche; luego otros compañeros lo acompañaban a sus visitas sorpresa a los Comités de Base, hasta la medianoche.

Nos enseñó mucho; estar a su lado era un continuo aprendizaje. Cuando a veces se nos escapaba algún “anti”, enseguida nos corregía: “Muchachos, no todos los de Peñarol son malos ni todos los de Nacional son buenos...aflojen….”. Creo que su obsesión era la unidad del Frente, sin quitarle mérito a los miles de frenteamplistas ni a sus líderes políticos, sin la autoridad y el respeto que emanaba del general no hubiese sido posible conformar esta fuerza política. Estuve sentado a su lado en todas las Mesas Ejecutivas, desde la fundación hasta el día de su detención.

Cuando veía sentados a Juan Pablo Terra junto a Arismendi, o Benedetti al lado de Rodriguez Camuso, no podía creer que todas las resoluciones salieran por unanimidad. Más ahora con casi 50 años encima y ver la facilidad que tiene la derecha para unirse y la izquierda para desunirse.

A veces, cuando la agenda lo permitía, nos íbamos los tres con Lily, su señora y compañera, una semana a alguna playa. Ahí aprovechaba a descansar, leer o preparar algún discurso importante, pero sobre todo largas caminatas de horas por la orilla del agua. Casi ni hablábamos, se veía que estaba concentrado y no lo interrumpía. Un día al mediodía cuando el sol apretaba, me extrañó que no se sacase la camisa. Aparte se lo comenté a Lily y me dijo: “Es por vos, no quiere que le veas las cicatrices de los cigarrillos que le apagaron en el pecho…”. Ni en las charlas más íntimas, jamás le oí una crítica para sus carceleros torturadores. La misma altura que demostró en el discurso desde el balcón de su casa el día de su liberación, el amor que sentía por su Ejército y las Fuerzas Armadas en general, le hacía obviar el triste papel de unos pocos que mancillaron décadas de democrática tradición.

Cuando veía sentados a Juan Pablo Terra junto a Arismendi, o Benedetti al lado de Rodriguez Camuso, no podía creer que todas las resoluciones salieran por unanimidad. Más ahora con casi 50 años encima y ver la facilidad que tiene la derecha para unirse y la izquierda para desunirse.

En una de las tantas salidas al interior estábamos en Mercedes. Los “peludos”, obreros rurales que alternaban su tarea entre la zafra de la caña en Bella Unión y la de la remolacha en Mercedes, pidieron una entrevista con él, pero solicitaron que “estuviese solo”. Les explicamos que por razones de seguridad no acostumbrábamos dejarlo solo, así que aceptaron que fuésemos los dos. El que actuaba de portavoz, curtido, barbudo de pelo largo, le dijo: “General, cuando vienen compañeros de la ciudad vemos que saben mucho de política y nosotros no. Eso nos deja mal…”. Lo miró cálidamente, respetuosamente, y le dijo: “Compañero, más importante que una cultura política es una conciencia política y de eso nadie les va a enseñar a ustedes”.

Sería una redundancia repetir que “detrás de cada gran hombre….”, pero su compañera Lily fue una persona importante en su etapa política, siempre apoyándolo, acompañándolo y luego siendo la persona que más luchó por conseguir su justa libertad.

Seregni era un gran “escuchador”; hacía sus discursos, iba a entrevistas de TV y radio como una tarea política, pero lo que le gustaba de verdad era escuchar a todo el mundo. Creo que ahí se alimentaba para demostrar su gran espíritu de justicia y humanidad cuando emitía una opinión.

Una vez Zelmar Michelini me dijo: “Dentro de 40 o 50 años, cuando se escriba la historia del Frente desapasionadamente….”; veo que estamos en esa fecha y no recordamos en su verdadera estatura a este gran estadista pero, más que nada, hermosa persona humana. No es necesario tirar de hemeroteca, para ver que en ningún discurso importante del Frente se le menciona.

Ya en su retiro, cuando mateando le preguntaba por actitudes de algunos políticos que no comprendía, siempre me respondía lo mismo: Falta grandeur “. Ahora muchos años después, al ver los giros de la política y sus mentores, no sólo en nuestro pequeño y querido Uruguay sino en todo el mundo, si lo pudiese ver una vez más le diría: “General ,como siempre…..usted tiene razón, falta grandeur“.

Seregni: el estratega cultor del FA

Oscar A. Bottinelli


La mayor fortaleza de Liber Seregni fue su visión estratégica y su capacidad de conducción estratégica. Sus mayores logros: uno, haber incidido decisivamente en una transición de la dictadura a la democracia en los tiempos y en las formas más rápidos y menos dolorosos, hecho con sacrificio propio y sin mezquindades, sin perderse en las trampas de la táctica; y dos, haber hecho sobrevivir al Frente Amplio contra todos los embates internos y externos, al punto que recién se consolidó como tal a un año largo de su muerte, a los 35 años de vida. Su mayor debilidad: la conducción táctica. Su mayor problema como líder: la permanente incompatibilidad entre su papel de conductor y su papel de elaborador de síntesis entre corrientes diversas, en que uno y otro rol se saboteaban mutuamente. Su mayor fracaso: no haber logrado la “Concertación” , ni haber sido entendido en su propósito; “Concertación” concebida no solo como un programa para hacer restaurar la vida en democracia, sino como modelo estratégico de país al estilo del pacto sueco de 1937 entre la socialdemocracia, la burguesía y los sindicatos, que supuso el basamento del modelo de desarrollo de Suecia por más de medio siglo largo. Su mayor dolor: cuando su Frente Amplio, al cumplir los 30 años de vida, le niega nada menos que a él el derecho a estar en el estrado; cuando el Frente Amplio le niega su papel histórico, el que reconocerá recién en los meses previos a su muerte y le vuelve a negar en la noche del pasado 26 de octubre. Su mayor sabiduría, la mayor valentía existencial: al cumplir 87 años tomar conciencia que se avecinaba un deterioro físico terminal y procesar con dignidad su retiro de la vida pública. Su mayor legado, el “discurso del balcón”, el 19 de marzo de 1984, apenas salido de la Cárcel Central tras 10 años de prisión: “fuimos, somos y seremos una fuerza constructora, obreros de la construcción de la Patria del futuro que queremos […] ni una palabra negativa, ni una consigna negativa […] tenemos que bregar para alcanzar la pacificación de los espíritus, la pacificación nacional”.

La pasión y la mesura

Brig. Gral. (retirado) José Luis Villamil Echeño *


Rememorar una figura de la dimensión del general Seregni en unas pocas líneas constituye un desafío que seguramente está fuera de mi alcance.

Sin embargo asumimos con gusto, consciente de las limitaciones, el compromiso de escribir una nota, con motivo de cumplirse un año más de su desaparición física.

Me pongo a pensar en Seregni y lo primero que recuerdo es un hombre de cabeza fría y corazón caliente, que nunca perdía la calma; no era eufórico ni se mostraba deprimido, las procesiones personales y políticas que sin duda las tenía, las guardaba en su interior.

Poseedor de un profundo y sano amor propio, de porte gallardo y gran resistencia física, los achaques de los años, que todos tenemos, los sabía sobrellevar. Nunca se le oía quejarse.

Era el conductor político, seguro en el timón, que siente que tiene influencia entre los hombres y sobre todo la capacidad y responsabilidad de manejar los hilos de acontecimientos históricos trascendentes.

Era pasión y mesura.

La pasión, era su motor para luchar por una causa, la de construir y consolidar un Frente Amplio como herramienta política sustancial del pueblo uruguayo, que rescatando el ideario artiguista fuera el instrumento para construir un futuro mejor, en paz, más democrático, desarrollado y justo socialmente.

Desterraba cualquier atisbo de vanidad y demagogia, en beneficio de los grandes objetivos políticos y nacionales.

Era un estadista con todas las de las ley, previendo siempre en sus actos la mañana siguiente y sin imputarle a nadie las consecuencias de su proceder.

Para Seregni no había atajos y profesaba un visceral rechazo por los procesos políticos mesiánicos, aun en aquellos casos llenos de buenas intenciones.

Legalista

Su culto y lealtad a la Constitución Nacional y las instituciones republicanas, tuvo una de sus pruebas de fuego en el año 68, cuando estaba en el apogeo de su prestigio profesional y comandaba la División de Ejército 1, en pleno gobierno en crisis de Pacheco Areco.

En ese marco optó por pedir su pase a retiro al discrepar con la conducción autoritaria del mando superior, que instaba al Ejército a involucrarse en la represión del descontento social, cuando al mismo tiempo numerosas voces lo instaban a encabezar una acción disidente desde las Fuerzas Armadas.

Liberar a los presos

A lo largo de los difíciles y dramáticos años 72 y 73 siempre bregó por las salidas institucionales.

Rechazó las propuestas de exiliarse que le fueron hechas, en medio de aquel panorama inseguro y oscuro, en los primeros tiempos de la dictadura. Con la heroicidad propia de aquéllos que no sólo profesan la más profunda convicción y fe en lo justo de su lucha, sino que están seguros de no doblegarse ante la adversidad.

A la salida en libertad, nos legó aquel inolvidable saludo y discurso desde el balcón de su casa, que dio la vuelta al mundo.

Acto seguido, antepuso cualquier interés o apetencia política personal, ante la urgencia de liberar a aquellos que sufrían prisión o exilio político.

Desechó siempre el personalismo en política. “El FA –decía- es un instrumento para transitar una etapa histórica del país”; “no admite tener ataduras personalistas”. Siempre antepuso y predicó que el interés general del país y de la fuerza política estaba por delante de los intereses sectoriales o personales.

Por último no podemos dejar de recordar la grandeza humana y política que le supuso renunciar a la Presidencia del Frente Amplio al entender que no podía hacer algo más, que tenía que detenerse, so pena de traspasar los límites que su ética le imponía.

En cuanto a la relación entre Seregni y los militares que lo acompañaban en su gestión, en mi caso el trato era muy parecido o igual al que sostenía con el resto de los compañeros civiles que colaboraban con él.

“Mi general”

Yo siempre me refería a él como “mi general”, pero con un afecto y respeto por su persona que iba mucho más allá de lo formal. Como decimos los militares, su trato siempre era paternal y digno en su mejor expresión, con una calidez que nos hacía sentir parte de su familia.

Me atrevo a decir que la relación no sólo era de compañeros sino de amigos, en esa forma de amistad respetuosa que imponían las diferencias de edad, de jerarquía en lo militar y político y sobre todo por la dimensión personal del propio Seregni.

El se dirigía a mí tuteándome como a la mayoría de sus colaboradores, pero por supuesto mi trato hacia él siempre fue de usted.

No se me ocurre más que adherir y reiterar una frase que se la he escuchado más de una vez al compañero presidente de la República doctor Tabaré Vázquez, “los hombres como Seregni, y yo agrego las mujeres como Lilí , no mueren, se siembran”

Respecto a los temas políticos que involucraran a las FFAA, si bien eran asuntos de la incumbencia de Seregni como presidente del Frente Amplio y de la Mesa Política, no recuerdo que fuera habitual que los tratara o priorizara en el grupo de colaboradores, salvo en algún ocasional reportaje. Pienso que ponía especial cuidado en no incursionar en estos temas que habían sido encomendados en la comisión de Defensa del Frente Amplio que presidía el general Licandro.

Tampoco acostumbrábamos tener charlas recordando tiempos pasados militares, como cuando socializamos con compañeros de promoción. El hecho de pertenecer a armas diferentes y a tiempos de carrera distintos no favorecía conversar sobre tiempos pasados. Creo que no era afecto a emplear el tiempo rememorando lo que pasó, sino que más bien pensaba el presente y futuro.

Por último, Seregni no nos perdonaría que terminemos de hablar de él y no hiciéramos mención a Lilí, su compañera perfecta de ruta, en las buenas y en las malas, en particular en estas últimas. Imprescindible consejera para Seregni, con los pies en la tierra y con una memoria prodigiosa. Para todos aquellos que estábamos cerca, era como una madre que se preocupaba y estaba pendiente de nuestras familias y que siempre nos llenaba de afecto y atenciones.

Para terminar no se me ocurre más que adherir y reiterar una frase que se la he escuchado más de una vez al compañero presidente de la República doctor Tabaré Vázquez, “los hombres como Seregni, y yo agrego las mujeres como Lilí , no mueren, se siembran” .

* Trabajó junto a Seregni a comienzos de la década de 1970. Fue procesado por la Justicia Militar, y tras la recuperación democrática trabajo en el Centro de Estudios Estratégicos fundado por Seregni.

El Observador 2015 - Diseño: Adrián Sosa