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Libertad para crear
Lo que motiva a la chilena Pamela Chávez es la pasión por el conocimiento. La emprendedora, originaria de Antofagasta, es una de las cinco microbiólogas de su país. Realizó estudios de postgrado en Japón y Hawái. Según contó en su exposición para la Mega Experiencia -organizada por Endeavor Uruguay el jueves 13 de junio-, siempre pensó que estaba destinada a ser “la vieja de microbiología” en la Universidad de Antofagasta. En el camino se le cruzó la oportunidad de emprender y desde 2007 lleva adelante su empresa de base tecnológica, Aguamarina, enfocada en resolver problemas para la megaminería.
Aguamarina está conformada por 35 profesionales altamente calificados entre doctores, magisters e ingenieros y logra ventas cercanas a US$ 3 millones en investigación. Además, Chávez es emprendedora Endeavor desde 2010 y su empresa está en la segunda ronda de inversión.
No es común una mujer al frente de una empresa en esta industria
No, pero he tenido muy buena acogida. Los mineros me respetan mucho y apoyan la empresa.
¿En qué consiste su modelo de negocios?
Empezamos con una etapa de investigación y desarrollo. El cliente financia el riesgo tecnológico para poder llegar a una solución que necesitan. Eso nos permite crecer rápidamente sin endeudamiento. En poco tiempo podemos terminar un producto y luego ponerlo en el mercado. Es un concepto bastante innovador, sobre todo para empresas de biotecnología que tradicionalmente tardan 10 años en desarrollar un producto con inversiones propias y luego esperan recuperar la inversión en el primer año en el mercado.
¿Cómo surgió el interés de volcarse a este sector?
Los proyectos que desarrollaba en la Universidad tenían mucho interés en la industria, y algunos inversionistas me ofrecían hacer empresas. Hice un primer intento en el 2005, pero al año y medio vendí mi participación del 30% por US$ 300.000. Había comenzado con cero peso y ahí noté que la idea y el conocimiento, aunque son intangibles tienen mucho valor. Cuando tuve que decidir seguir en la Universidad o con la empresa, pesó mucho la libertad que te da el emprendimiento para hacer cosas sin topar con tantas barreras. Hay muchos riesgos, pero hay mucha más libertad.
¿Cómo resolvió pasar de ser una científica a una empresaria de las ciencias?
Tenía muchos años de estudio, pero estaba en un lugar donde no conocía nada: no sabía qué era un plan de negocios, qué era una factura, nada. Decidí entrar a estudiar. Hice un diploma en innovación, tecnología y negocios y en enero de este año además, me gradué del Columbia Bussiness School de Nueva York, en un programa especial para emprendedores, que me permitió hacer un modelo de negocios y un plan de crecimiento con los mejores profesores y mentores.
¿Qué productos han lanzado hasta el momento?
Nuestro primer producto, que salió al mercado tras cinco años de investigación, es BioSeal, una bacteria que al mezclarse con cualquier tipo de polvo, se convierte en cemento y de esa manera no se levanta o vuela. El mismo procedimiento se utiliza para BioRoad, que se aplica en caminos. Además estamos por lanzar dos nuevas aplicaciones: una para las molduras de las fundiciones de acero, que van a remplazar a la resina y otra para mejorar o aglomerar material fino en las mineras de cobre.
