Acuario según Salvador Dalí<br>

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Los astros callaron

Hubo una época en la que creí que la astrología guardaba los secretos del alma humana, pero se me pasó
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29 de noviembre de 2015 a las 05:00
Nací bajo el signo de Acuario, lo cual significa... probablemente nada, más allá de que es un signo de aire, como Géminis y Libra, opuesto a los de tierra, como Tauro, Virgo y Capricornio.

Me debería llevar mejor con los de fuego (Aries, Leo y Sagitario) que con los de agua (Cáncer, Escorpio y Piscis). Pero lo importante es conocerlos, saber de qué hablamos cuando hablamos de los signos del zodíaco.

Supe creer en todo eso. Hubo una época en la que el mundo estaba dividido entre doce tipos de personas, de acuerdo a la constelación en la que estaba el sol cuando habían nacido.

Llegaba a adivinar el signo de mis interlocutoras, aunque no dispongo de estadísticas de acierto. Recuerdo, sí, la mirada intensa de unos ojos casi, casi negros, que me fijaban bajo su poder, mientras su dueña me desafiaba a que le adivinara el signo. "Escorpio", sentencié y me mantuvo la mirada en silencio. Era escorpiana, claro, cómo olvidarla.

De la cantidad de veces que fallé no me acuerdo de ninguna. Mi biblia era Los signos del zodíaco y su carácter, de Linda Goodman, una traducción publicada en los 1970. Cada signo se dividía en seis capítulos, desde "Cómo reconocer a Aries" hasta "El jefe Piscis", pasando por "El hombre Tauro", "La mujer Leo", "El niño Libra" o "El empleado Sagitario".

Goodman tenía muy buena prosa, con un humor muy sano y, por supuesto, dejaba bien parados a todos los signos, aunque se reía de todos. Sagitario mete la pata, Acuario está loco, Virgo quiere tenerlo todo bajo control, Leo necesita ser admirado (y lo es), Escorpio es temible, Piscis es misterioso, Capricornio es perseverante y Aries es un optimista incurable.

Yo no soy de andar creyendo en cosas, pero me sorprendía intentando encajar las conductas reales con las prescriptas por la astrología. Y eso a pesar de que me sonaban alarmas por todos lados.

Para empezar: los planetas rectores. A mí me rige Urano, pero eso es desde que se descubrió que existía ese planeta de condición tan inestable. En el principio los astros eran siete: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, la Luna y el Sol.


Por esta razón, había planetas que regían a más de un signo, en tanto que, a medida que se descubrían nuevos planetas, se los asignaba a alguno de los signos menos favorecidos. Leo, regido por el Sol, y Cáncer, regido por la Luna, son los que tienen más razones para presumir, en tanto que Escorpio, con toda su aureola aristocrática, es regido por un planeta enano: Plutón.

Otro asunto que me parecía que complicaba las cosas era la imprecisión en cuanto a las coordenadas temporales. No había consenso sobre en qué fecha, exactamente, empezaba y terminaba cada signo.

Yo tengo dos amigos que nacieron el 22 de noviembre: ella afirma con total convencimiento que es de Sagitario y él sabe que es de Escorpio. Sin embargo, el de Escorpio nació de noche y la de Sagitario de mañana. Se supone que el 22 de noviembre es el final de Escorpio y el principio de Sagitario, así que debería ser al revés. Ellos advierten la incongruencia, pero su identidad astrológica se mantiene firme.

Y, por último, el horóscopo diario o semanal. A mí me parece obvio que se trata de una columna de humor. Usarlo como herramienta para elegir conductas es de una ingenuidad que mi carácter acuariano no me permite. No, no creo que hoy, domingo, sea un buen día para que los nacidos en Libra firmen contratos de negocios, en tanto que para los geminianos sea mejor no tomar decisiones importantes.

No puedo precisar el momento en que mi fe en el zodíaco cesó, pero sucedió. Dejé de pensar en el signo de una persona como algo a tener en cuenta, me olvidé de qué signo son algunos de mis amigos viejos y ya no averiguo el signo de los nuevos.

Es un cambio típico de Acuario, ya sé: soy un turista de destinos esotéricos que volvió a casa. O será que me casé con una Capricornio, tal vez, no lo sé. Solo una carta astral muy precisa, la idea platónica de mi carta astral, podría ser capaz de averiguar la razón.

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