Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > Crónica del show de Calamaro

Los boleros de Calamaro

El cantante argentino dio la primera de sus dos funciones en el Auditorio Adela Reta con su show acústico Licencia para cantar
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11 de julio de 2017 a las 12:38

Lo primero que se recibe es una advertencia, que es también un pedido y un deseo. Al entrar en la sala, el espectador recibe un volante en el que Andrés Calamaro explica: "Voy y vengo para cantar y para ofrecer el extraordinario concurso musical de mis compañeros. No somos modelos de fotografías celulares ni estamos filmando un video en vivo de mala calidad. La euforia por capturarlo todo para compartirlo en las redes tiene que suspenderse por el tiempo que dure el concierto".

Ese mensaje se reitera por el sistema de audio de la sala antes que las luces se apaguen y Calamaro salga a escena acompañado por el percusionista Martín Bruhn, el contrabajista Antonio Miguel y el pianista Germán Wiedermer.

El pianista fue junto a quien Calamaro grabó el disco Romaphonic Sessions, que ejerce como base para esta gira acústica, que lo trajo a Montevideo para dar dos funciones agotadas en el Auditorio Adela Reta el lunes y martes de esta semana.

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El comienzo fue puntual y el show arrancó con un cover: El cantante, del salsero puertorriqueño Héctor Lavoe, lo que marcó la tónica del espectáculo, donde domina el bolero y en el que el argentino se saca el gusto de cantar varias de sus obras predilectas.

El gran dilema es que a pesar del talento de la banda, y la calidad de las canciones, la voz de Calamaro mostró su desgaste, con algunas (y solo algunas) notas desafinadas, aunque luego de los primeros temas se ajustó (también ayudó que cantara más de sus canciones y otras que exigen un registro más grave, más cómodo para él).

La audiencia del Adela Reta le perdonó todo, y aplaudió continuamente, en ocasiones al final de cada una de las estrofas, salpicando la velada con gritos como "¡Te amo, Andrés!" o "¡Genio, Andrés!".

El público también cumplió con rigor el pedido de mantener los celulares en los bolsillos, con contadas excepciones. Y, quienes lo hicieron, al menos intentaban sostenerlos de una forma más discreta.

Calamaro no interactuó con la audiencia hasta después del octavo tema, que marcó "el final del primero de los tres tercios del evento", según explicó el artista, y en el que convivieron las versiones ajenas, como Algo Contigo o El día que me quieras con obras propias como La libertad, Bohemio – "un tema que podría cantar Julio Iglesias", según comentó Calamaro, o ¿Quién asó la manteca?

El artista, en constante movimiento tanto al cantar como al hablar, dejó en cada una de sus interacciones varias frases destacadas, como "Montevideo y Buenos Aires son como Madrid y Barcelona, solo que Montevideo ya es independiente", varios mensajes de amor y respeto a Montevideo, a Uruguay y sus músicos, y algunos desvaríos, como un breve monólogo sobre los encierros de San Fermín que se interrumpió cuando se dio cuenta que no iba a ninguna parte.

El segundo tercio del espectáculo arrancó con otra versión, en este caso del tango Garúa, y al contrario de la primera parte incluyó una breve presentación de cada canción. Este segmento tuvo momentos como Himno de mi corazón, de Los Abuelos de la Nada, en el que el Auditorio acompañó coreando o una versión del tango La copa rota.

El último segmento estuvo dedicado al público más joven, relató el músico, quien consideró un honor haber hecho canciones que tanta importancia tienen para sus seguidores. Y allí soltó todos los hits, comenzando por Tuyo Siempre. Lo siguió Para no olvidar, de Los Rodríguez, donde puntualizó que es una canción cantada por las "mejores hinchadas de fútbol del mundo", lo que impulsó a un integrante de la audiencia a gritar un "¡Vamo' arriba Nacional!" a todo volumen.

A eso lo siguió la trilogía Estadio Azteca, Flaca y Crímenes perfectos, acompañadas por las voces del público, que en ese fragmento se olvidó del pedido del comienzo y sacó sus teléfonos para registrar el momento.

Tras una larga ovación de despedida, el cuarteto volvió para un bis compuesto por Mi enfermedad, Media Verónica y Paloma, para retirarse bajo otra catarata de aplausos, y no sin antes un beso al suelo del escenario por parte de Calamaro.

"Va a ser un show corto" había anunciado en una de sus charlas con el público. Más allá de eso llegó a las dos horas de duración, y ofreció una faceta diferente a la habitual del artista argentino, que aprovecha este show para darse algunos gustos y luego presentar sus éxitos aunque pasados por un filtro diferente. Más allá de los deslices vocales del comienzo, Licencia para cantar se presenta como un espectáculo sólido, que combina momentos en los que el escenario se convierte en un pequeño bar de jazz, y otros en los que pasa a ser un estadio.

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