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Los entretelones del circo Tihany

Se instaló en el Velódromo Municipal el 30 de junio, con 45 contenedores, 120 personas y un espectáculo sorprendente. Estos son los entretelones de formar parte de un circo itinerante en el siglo XXI
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03 de julio de 2015 a las 05:00
Si hay algo que la carpa del circo Tihany no logra, por lo menos aquí en Montevideo, es pasar desapercibida ante la mirada de cualquiera que circule por inmediaciones del Parque Batlle. Alojada en el Velódromo Municipal, su estructura necesita más de 14 mil metros cuadrados para instalarse, 45 contenedores para trasladarse y un equipo fijo de más de 60 técnicos para armar y mantener todo su despliegue que noche a noche se luce ante un promedio de mil espectadores. Lo que el público realmente no sabe es cómo es el día a día de las 120 personas de más de 25 nacionalidades que han entregado su vida a este arte y recorren el mundo bajo la bandera del Tihany. El Observador accedió a un detrás de escena para descubrir las personas detrás del escenario.



No todo es una ilusión

El mundo circense tiene una especialidad: generar show. Desde el momento en que uno ingresa al vestíbulo del predio por la puerta principal, el ambiente se trasforma y traslada al espectador al Hollywood o al Las Vegas de los años 1950. Con una combinación de luces, espejos y colores, el primer contacto con ese mundo es seductor y no es hasta que termina esa ceremonia que se puede reconocer que la experiencia es avasallante.

A pesar de lo atractivo que pueda resultar ese universo, la realidad es que el trabajo duro es "su base más sólida". Así lo afirmó el ilusionista y director general del circo, Richard Massone. El Tihany viene girando con su espectáculo Abrakadabra desde hace 10 años pero Massone, de origen argentino, trabaja para la compañía desde hace más de 30 años. Comenzó como mago suplente y hoy por hoy es una de las figuras principales.

"El día a día del circo es de mucho esfuerzo para todo el equipo", afirmó el ilusionista, quien también aseguró que la grandeza del espectáculo se encuentra en cuidar hasta los detalles más pequeños.
Las 120 personas que emplea el Tihany se pueden dividir en dos categorías: técnicos y artistas. Ambos equipos trabajan mucho pero con horarios y rutinas distintas. Massone es el único empleado cuya labor se divide entre la técnica y la artística, o sea que hace "un poco de todo".

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Richard Massone (Director de Tihany) Foto: Nicolás Garrido


Hogares sobre ruedas

El circo amanece con el trabajo de los técnicos a eso de las 8 de la mañana. Son poco más de 60 las personas que viven en las inmediaciones en donde se encuentra montada la carpa. La mayoría de ellos tienen su propio motor home o casa rodante completamente equipada como si fuese, en algunos casos, un lujoso mono ambiente.

A mayor cargo, mejor casa sobre ruedas. Por ejemplo, Francis Demarteau es francés, tiene 54 años y trabaja en el circo desde hace 15 años como director de arte, que incluye los departamentos de maquillaje, vestuario y escenografía. Su tráiler está estacionado en un predio al costado de la gran carpa, en donde se encuentran las cabinas de los camiones que cargan con los contenedores de la infraestructura del Tihany (durante el tiempo en que el circo está establecido en un mismo lugar, estas mismas cabinas se transforman en oficinas administrativas o de producción). El sector cuenta con seguridad privada las 24 horas.

Demarteau disfruta de varias comodidades. Tiene un living comedor con cocina integrada, un baño con ducha de agua caliente y un dormitorio con una cama tamaño king size más varios guardarropa. Además, tiene un televisor pantalla plana y un reproductor de DVD en frente a un gran sillón de dos cuerpos. Pese a todos los lujos, tanto para Demarteau como para el resto del equipo técnico, es difícil encontrar momentos libres en los que acostarse a mirar una película o descansar.

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Foto: Nicolás Garrido
Foto: Nicolás Garrido


Especialistas en detalles

El trabajo desde temprano en la mañana es intenso y la manutención de toda la estructura es un quehacer diario. Dentro del equipo técnico la mayoría son profesionales en su área: carpinteros, pintores, electricistas e ingenieros. En conjunto, se encargan de cuidar cada uno de los detalles.

"Parecería que hay mucho tiempo libre, pero la realidad es que siempre hay algo que reparar o perfeccionar" recalcó Massone. Y agregó: "Al ser un espectáculo itinerante, el constante movimiento de los elementos genera más rupturas de las típicas en un show fijo".

Pulir pisos, ajustar el cablerío, asegurar los trapecios o coser piedras y botones a un traje son parte de la labor matutina.

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Foto: Nicolás Garrido
Foto: Nicolás Garrido


Sobre el mediodía se realiza la primera pausa, allí todo el staff técnico comienza sus horas de descanso. En cuanto a la comida, Massone informó que no existe una "olla popular" o una "olla artística" como se cree en el imaginario colectivo de la gente. "Acá cada uno se va para donde quiere a la hora de comer", contó. La mayoría de los técnicos consultados por El Observador comentaron que prefieren salir a comer a tener que cocinar su propia comida. Además, ya aprovechan para conocer la ciudad de turno.

A eso de las 18 horas los técnicos retoman sus actividades ya de cara a la función que se aproxima, y terminan de ajustar los últimos detalles para que todo salga y se vea perfecto. Una vez finalizado el espectáculo, suelen encargarse de ordenar lo imprescindible. El resto de las tareas se retomarán en la mañana siguiente.

A diferencia de los artistas, quienes trabajan más los fines de semana debido a la gran cantidad de funciones, los técnicos suelen aprovechar los fines de semana para descansar y hacer algo de turismo. Dentro de esa categoría también entra el grupo de profesionales de carácter más administrativo: relacionista público, recursos humanos, gerencia, administración y comercio exterior.

La rutina artística

La vida de los artistas es bastante más relajada en comparación con la de los técnicos, o por lo menos así la consideran muchos de ellos. Los 60 virtuosos –entre los que se incluyen magos, payasos, bailarinas, contorsionistas y acróbatas– se alojan, sin importar la ciudad, en hoteles.

Aquí en Montevideo se encuentran ocupando casi 40 habitaciones del Regency Hotel (Rivera y Julio César), a dos cuadras del Zoológico de Villa Dolores. No tienen una hora estipulada para levantarse, pero lo mayoría lo hace antes de las nueve de la mañana para no perderse el desayuno que incluye la noche de hotel. Luego, muchos aprovechan el resto de la mañana para realizar actividad física.

Javier Morales tiene 35 años, es cubano y se unió al circo hace 14 años. Como acróbata, uno de los roles más arriesgados dentro de la producción, su estado físico debe ser impecable. “Intento no perder nunca el hábito de entrenar”, contó Morales. “Por eso, cada vez que llegamos a una nueva ciudad, con mis compañeros buscamos un gimnasio cerca del hotel y nos anotamos durante el tiempo que estemos trabajando allí”.

Sus rutinas son exigentes, pero tanto Morales como el resto de sus colegas entienden que mantenerse en un buen estado físico es también parte del trabajo y, en definitiva, por lo que les pagan un sueldo.

Al mediodía salen a comer por separado, en grupos pequeños o todo el elenco junto, dependiendo de lo que tengan ganas en ese momento. No se les exige una dieta determinada, incluso tampoco tienen prohibido fumar o tomar alcohol. Pero la mayoría de ellos mantiene una alimentación equilibrada y vida saludable.

El resto de la tarde también es tiempo libre salvo cuando hay ensayos programados que, por lo general, son cada diez días. Los fines de semana también trabajan más, pues el número de funciones aumenta.

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Foto: Nicolás Garrido
Foto: Nicolás Garrido


Cuando están ociosos, algunos realizan turismo cultural, comercial o una mezcla de ambas. Visitan museos, plazas, recorren a pie los puntos históricos de interés y cierran esas horas libres con compras.

A los artistas más jóvenes les gusta aprovechar la noche, salir a bailar y conocer el ambiente nocturno de las ciudades por las que pasan. En Montevideo ya visitaron Azabache y otros bares emblemáticos de la capital. Si bien estos momentos se prestan para la lujuria y los excesos, los que salen saben que, al otro día, un mal rendimiento en el espectáculo a causa de una borrachera o por estar mal dormidos, puede costarles una multa económica (un descuento en su paga semanal), por lo que son bastante precavidos.

No todos prefieren el ocio. Matías Rossi, por ejemplo, es acróbata, tiene 33 años de edad y de vida en el circo, ya que sus padres también se dedicaban a este arte. “Nací girando por el mundo”, comentó Rossi. Si bien él también se toma sus debidos descansos, la mayoría de los días entre semana los aprovecha para tomar cursos online a distancia sobre temas que le interesan. Hoy en día está haciendo uno de música electrónica y otro de informática.

Ser padre de circo

Las responsabilidades también apremian a otro grupo dentro de la empresa: los padres y madres de familia. En conjunto con el resto de las 120 personas que conforman el equipo de Tihany, viven 15 niños. Kelly Yadamtsoo es una de ellas, tiene 8 años y nació dentro de la compañía. Su padre es acróbata y su madre, contorsionista. Vive en una habitación de hotel junto con su hermana pequeña, Kayla Yadamtsoo, de 5 años.

En cada ciudad en la que se establece el circo, los niños acuden a algún colegio privado de la zona. Allí toman cursos durante el mes o mes y medio de estadía.

A Kelly no parece importarle, por ahora, esa condición de vida: “¡Es increíble poder conocer gente nueva todo el tiempo! Además, siempre invito a mis compañeros a venir a ver el show y nos divertimos mucho”, contó. En el futuro le gustaría poder seguir los pasos de su madre y convertirse en contorsionista.

Enrique Alvarado, relacionista público del Tihany, dijo que los niños son como “las mascotas” del circo: “Todos los adoran, juegan con ellos y los consideran sus propios sobrinos o primos. Los hacen sentir como en casa”.

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Foto: Nicolás Garrido
Foto: Nicolás Garrido


La previa

A las 19 horas recogen a los protagonistas por el hotel y los llevan hasta el circo. Esa hora y media previa al inicio del show es un torbellino. Los artistas se maquillan, se visten y realizan exigentes sesiones de calentamiento para no lesionarse. Los técnicos, por su parte, ultiman detalles y se colocan en sus puestos de trabajo para encarar así una nueva gala. Algunos de ellos incluso son multifunción y pueden pasar de vender souvenires a asistir al equipo de iluminación.

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Foto: Nicolás Garrido
Foto: Nicolás Garrido


La sala se queda a oscuras y comienza a sonar la música: el espectáculo acaba de empezar y allí afuera, sentados en sus butacas, hay una audiencia con ganas de dejarse llevar por la magia.



Lejos pero muy cerca

Más allá de los distintos ritmos de vida que puedan tener técnicos, directores o artistas, todos padecen, según ellos, una misma desventaja en su día a día: la inestabilidad y el alejamiento de los seres queridos.

En cuanto a lo primero, Cecilia Delgado, bailarina de 34 años, cree que en base a su experiencia de 15 años girando por el mundo, son esos dos factores las peores partes de trabajar en un circo itinerante. “Son detalles, pero por ejemplo, no poder cocinar tu plato favorito por que el hotel no tiene cocina o tener que dejar la ropa adentro de la valija durante meses, hacen que extrañes la estabilidad de tener tu propia casa”, explicó.

Por su parte Chloe Hirts, bailarina australiana de 23 años, se unió al Tihany hace solo un año y a pesar de que está disfrutando mucho la experiencia, sabe que es solo parte de una etapa: “No podría hacer esto toda mi vida, es imposible sacrificarlo todo por el trabajo”.

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Foto: Nicolás Garrido
Foto: Nicolás Garrido


Si bien todos los empleados de la compañía tienen un mes de vacaciones cada año en el que pueden volver a sus hogares, la distancia con los afectos se siente. Quizá este es el motivo por el que muchos encuentran pareja dentro del elenco: para poder compensar esa lejanía con el verdadero hogar.

No obstante, el circo y su gente no escapan a la globalización. Ahora todos poseen un smartphone a través del cual se comunican con sus familias vía Whatsapp, Skype y Facebook. De hecho, el predio del circo provee a sus funcionarios de su propia red de Wi-Fi.

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Foto: Nicolás Garrido


Los artistas concuerdan en que trabajar en un circo requiere de mucha pasión y ellos, sin duda, la tienen. Por eso al momento de hacer un balance entre los aspectos negativos y positivos del trabajo (y del estilo de vida que este conlleva), hoy eligen quedarse haciendo lo que más les gusta y, en medio de una sociedad tan racional y pragmática, regalarles su magia a los niños del mundo.


Para ir al circo

Con entradas desde $ 340 hasta $ 1.375, los horarios de las funciones varían según el día: el viernes 3 (14, 17:30 y 20:30 horas), sábado 4 (11, 13:30 y 19:30 horas), domingo 5 (11, 14:30 y 18 horas), martes 7 (14 y 17:30 horas), miércoles 8 (14 y 17:30 horas), jueves 9 (14, 17:30 y 20:30 horas), viernes 10 (14, 17:30 y 20:30 horas), sábado 11 (14, 17:30 y 20:30 horas) y, la última función, domingo 12 (11, 14:30 y 18 horas).

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Foto: Nicolás Garrido


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