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Los personajes que marcan la nueva psiquis de la televisión

Tras una oleada inaugurada por Orange is the New Black, los personajes con trastornos mentales conquistan el medio
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02 de julio de 2016 a las 05:00

La evidencia habla por sí sola. Mientras que el cine hollywoodense y los premios de su academia se anquilosaron en una cosmovisión que parece desconocer la diversidad, la televisión estadounidense ha creado un nicho necesario, recorriendo caminos antes inexplorados en términos de raza, sexualidad y género.

En los últimos años, sin embargo, algunas series han dado un paso aún más complejo, retratando luchas internas que muchas veces se deben librar en silencio, fuera de los ojos juzgadores de los demás. Así, personajes con trastorno bipolar, depresión crónica y esquizofrenia se consolidan en la pantalla pequeña y, con el tiempo y el desarrollo que les permite el formato serial, van gestando una nueva forma de comprender a quienes se desvían de lo "normal".

No es sorpresa que los grandes nombres que componen esta diversificación provengan, en su mayoría de la misma plataforma que cambió cómo el mundo mira televisión. Con Netflix como desarrollador y difusor, programas como Unbreakable Kimmy Schmidt, Orange is the New Black, BoJack Horseman y la más reciente Lady Dynamite llegaron a las pantallas y el interés en la psiquis humana logró llegar a las cadenas televisivas con otros ejemplos, como Crazy Ex-Girlfriend, de CW, y Mr. Robot, de USA Network (en Uruguay, vía Space).

Las mujeres comandan

Un denominador común innegable de esta nueva oleada de programas es el protagonismo de las mujeres, un destaque que suma capas a personajes que históricamente han sido mantenidos en la superficie. En este sentido, la gran precursora fue Orange is the New Black (OITNB), alabada por su elenco diverso y casi totalmente femenino. La serie sobre una cárcel de mujeres en Estados Unidos que debutó en Netflix en 2013, alejó progresivamente el lente de su protagonista para enfocarse cada vez más en las historias personales de las presidiarias, tanto a través del presente narrativo como de los flashbacks.

Ese desarrollo fue especialmente importante para Suzanne Warren, "Crazy Eyes", el personaje "loco" de la serie. Sin diagnóstico revelado, Crazy Eyes es delineada por sus dificultades para comprender límites, sus explosiones de violencia, alucinaciones y apego emocional exacerbado. Sin embargo, a lo largo de las temporadas, ese cuadro no la ha limitado ni la ha encasillado en el peligro que puede suponer para las demás, sino que ha abierto un mundo de posibilidades para comprender a un personaje perturbado, pero con ingenio y sentimientos genuinos que demanda empatía. Esa perspectiva se volvió a confirmar con Lolly Whitehill, presidiaria presentada en la segunda temporada. Con delirios psicóticos, paranóicos y alucinaciones, Lolly cuenta con su propia historia descorazonadora, pero el mayor logro del personaje podría ser cómo retrata la convivencia con voces que constantemente quieren empujarla al borde.


Mientras OITNB gravita entre la comedia y el drama, Unbreakable Kimmy Schmidt prefiere reprimir a través de la risa, al igual que su protagonista, Kimmy, una mujer que fue secuestrada en un búnker durante 15 años y que, al ser liberada, decide vivir en Nueva York. La carga cómica es tal que es fácil olvidarse que Kimmy admite, ya en el primer capítulo, haber sido víctima de "cosas sexuales raras" de la mano de su secuestrador. De naturaleza altruista y siempre preocupada por los demás, Kimmy utiliza la negación para lidiar con sus traumas, que emergen involuntariamente bajo la peculiar forma de "eructos emocionales" (padecidos por el asesino serial Robert Durst), miedo al velcro y cierta agresividad ante encuentros sexuales.

En ese sentido, la terapia que realiza en la segunda temporada ha sido fundamental para la trama, al obligar a Kimmy a enfrentar todos los sentimientos que mantiene secuestrados en su propia psiquis, pero también al demostrar que, en el mundo mágico de la televisión, no todos los problemas se solucionan de un episodio a otro.

Con otros lenguajes

La depresión encuentra dos grandes representaciones en BoJack Horseman y Crazy Ex- Girlfriend que se alejan del facilismo efímero del personaje que llora en su sillón por un par de capítulos y es rescatado de su tristeza por una nueva oportunidad. También entre comedia y drama, BoJack Horseman apuesta a un formato animado que hace convivir humanos con animales antropomórficos, teniendo por protagonista a un caballo actor que nunca logró recuperarse de éxitos pasados.

Entre la crítica a la industria del entretenimiento que vehiculiza la serie, su representación de la tristeza de BoJack apunta a una realidad de claroscuros, en la que no deja de sabotearse a sí mismo: el progreso se ve constantemente obstaculizado por su odio a sí mismo, su alcoholismo, sus inseguridades e incluso un narcisismo que no logra sino demostrar lo desapegado que está de su entorno, sin poder siquiera prever las repercusiones de sus acciones en los demás.

La segunda temporada también ha sido importante en su caso, al llevarlo a preguntarse cuánto de su infelicidad está vinculada a sus propias pésimas actitudes, y, de nuevo, sin fórmulas mágicas, el camino fuera de ese pozo y hacia la superación personal es una batalla cuesta arriba.

Para Rebecca Bunch, de Crazy Ex-Girlfriend, estrenada el año pasado en CW, el éxito profesional, las presiones y los trastornos propios eran los que ahogaban su vida. Tras encontrarse con un ex novio que vive en un pueblo "feliz" de California, sus delirios y deseos frustrados la llevan a abandonar todo y seguirlo a un lugar desprovisto de los rascacielos y metas martirizantes de Nueva York. Lo que no cambia, empero, es la "locura" que designa el título: aunque Rebecca tira su medicación al segundo de llegar a California, su ansiedad y su depresión siguen ahí. Si la herramienta de BoJack es la animación, la de Crazy Ex-Girlfriend es el musical, con números como Sexy French Depression que le permiten a Bunch, en la ligereza de dicho género, burlarse explícitamente de las representaciones románticas y glamorosas de la depresión.


Aunque todos estos programas están marcados por cierto tono cómico que matiza las tribulaciones de sus personajes, Mr. Robot utiliza esa oscuridad para definirse a sí misma y a su protagonista, Elliot Alderson, ingeniero de ciberseguridad de día y hacker ciber-vigilante de noche. En él, depresivo clínico con ansiedad social, la tecnología no es accesoria, sino que funciona como único instrumento para vincularse a los demás. Además de una fotografía que manifiesta el aislamiento y la paranoia del protagonista, las mismas revelaciones de la trama son definidas por una psiquis que recorta la realidad con el filtro de sus trastornos.

Aunque desde un lugar radicalmente distinto, otro programa también moldea sus recursos desde esa distancia con la "normalidad". Estrenada este mayo, Lady Dynamite se centra en el pasado y el presente de María Bamford, una comediante con bipolaridad, trastorno obsesivo-compulsivo y ansiedad, además de un perfil generoso similar al de Kimmy Schmidt. En tiempos distintos, la serie muestra la época de éxito previa a su colapso nervioso y su posterior tratamiento en Minnesota utilizando recursos autoreferenciales y rupturas de la cuarta pared, pero también se atreve a retratar el presente, el resultado de aquel prolegómeno. En el presente de Bamford, los trastornos continúan, controlados, pero siguen siendo parte de su esencia. Y en esa negociación constante está la clave, el quid de una persona que no es solo lo que padece.

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