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Los radares fallaron y ahora queda por ver si acierta la bola de cristal

El gobierno y el Frente Amplio no supieron escuchar el ruido y ahora les queda confiar en el desgaste de la protesta, lo que no parece fácil
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20 de enero de 2018 a las 05:00
El gobierno se manejó mal con los radares y ahora apuesta a la bola de cristal. No detectó las señales que mostraban que había un clima propicio a la protesta por malestar generalizado, y por eso llega tarde a resolver un complejo problema. No tiene cómo complacer el reclamo masivo que se le viene desde el interior, y la apuesta es a ganar tiempo, confiando en el "olfato" que dice que un enredo interno de los manifestantes, termine por diluir la protesta.

¿Había señales?

La segunda mitad de 2015 había mostrado un quiebre de tendencia en las encuestas de opinión pública: el gobierno del Frente Amplio dejaba de tener la buena aprobación de sus dos primeros quinquenios (2005-10 y 2010-15) y bajaba a un nivel inferior. Desde entonces, apenas un tercio de los uruguayos aprueba la gestión. Y durante estos dos años y pico, ha sido más la gente que desaprueba, que la que pone buena nota.

Además, pese a que la economía ha seguido creciendo, la "confianza de los consumidores" se ha mantenido en zona de "pesimismo". Eso también refleja "mal humor".

Y por otra parte, el ministro de Economía, Danilo Astori, dejó de ser una de las figuras con mayor simpatía de la población para quedar como uno de los vistos con más antipatía. Es obvio que esa baja de popularidad de Astori está ligada a malestar con la economía, y no es por asuntos político-personales.

Unos por seguir en la pobreza y no zafar de esa zona (clase baja), otros por fatiga con presión tributaria (en clase media), otros por baja renta de sus negocios (en clase media-alta y alta), y muchos por vincular mirada económica con opinión político partidaria.

Han venido sumando bronca. Y el Frente no lo vio.

Ni son todos los pobres, ni todos los de clase media, ni nada generalizado, pero desde la primavera de 2015, segmentos no despreciables que provienen de todos los estratos sociales emiten señales de malestar que han sido subestimadas.

Y además, el fenómeno de la desilusión de frenteamplistas generada por el caso ANCAP y Sendic, también fue una señal de disconformidad. La izquierda creyó que con la caída del vicepresidente se sacaba un problema de encima, reagrupaba fuerzas y daba el caso por superado, pero no era así. Hay fastidiados ahí que esperan otras señales de cambio.

Con una mala lectura del Frente Amplio de estos fenómenos políticos, la irrupción de la protesta encontró en off side al partido de gobierno.

No lograron diferenciar entre "temperatura" y "sensación térmica"; la primera era económica, era la causa, y la segunda era de opinión pública o política, la consecuencia. Creen que la gente siente "calor" porque sí, y no comprenden que hay problemas económicos reales, de costos altos, de baja rentabilidad que marcan la temperatura.

Una chispa nacida en Paysandú terminó prendiendo en todo el interior.

El grupo de whatsapp que reunía a 47 contratistas y productores de Paysandú y Río Negro sirvió de tablado para que se subieran todos los molestos, disgustados o indignados.

El factor que desató la reacción fue la postergación de audiencia a las gremiales, porque eso desnudó una doble bronca: malestar con el gobierno por los impuestos y las tarifas, y enojo con las cámaras por verlas como blandas. Por eso las gremiales no pueden conducir este fenómeno.

¿Qué pasa con el movimiento rebelde? Los que tratan de liderar a los "indignados" rurales buscaron darse cierta organización para minimizar riesgos en una protesta que tendía a ser anárquica y sin cauce alguno. Consiguieron que de distintos puntos del país se nombraran delegados para coordinar acciones y se reunieron en Durazno, divididos en diez grupos para analizar cada tema.

Buscaron unificar discurso, evitar que los etiqueten como de un color partidario, impedir que las consignas más radicales contaminen su exposición, y diseñar un plan de acción.

Mostraron inteligencia en votar contra la idea de una multi-plataforma que contemplara variedad amplia de planteos y se quedaron con otra acotada a cuatro o cinco puntos.

También fueron inteligentes en definir las características del acto, para que no caiga en una asamblea de catarsis de decenas de oradores, lo que sería una competencia a ver cuál es más guapo y radical. Decidieron hacer una manifestación masiva con tres oradores que reflejen realidades diversas, y que no puedan ser señaladas como afines a un color político.

Además formaron una comisión para elaborar una proclama única, sencilla, que incluya los cuatro reclamos más importantes. Esa será la carta que tres días después entregarán al presidente Vázquez con una solicitud de audiencia.

Y nombraron voceros.

Tampoco dejaron librado al azar las movilizaciones y definieron su nueva protesta "al costado de las rutas" para el recambio de temporada turística, con una "vigilia desde el miércoles 31 a las 18 horas hasta el jueves 1º de febrero al mediodía.

¿Y después? El presidente dijo que solo dialoga con gremiales representativas, que no ve un problema generalizado como para bajar impuestos o tarifas al barrer, y que quiere mesas de trabajo para estudiar cada caso. Nada de eso calma la furia que se expresará el martes 23.

Si cediera a la presión, alentaría a la rebelión como método útil para conseguir beneficios, justo el año en el que vencen convenios salariales de 205 grupos y en el que hay que votar la última ley presupuestal con posibilidad de aumentar el gasto público.

Aun cuando quisiera y pudiera atender los pedidos, un dólar más alto impactaría en la inflación y una renuncia fiscal llevaría el déficit a niveles más preocupantes que los actuales. Y justamente el gobierno quiere priorizar la continuidad del crecimiento, con estabilidad de precios y contención del déficit financiero del Estado.

En el Ejecutivo confían en que la rebeldía se irá diluyendo, que la fuerza del reclamo de hoy se debilitará por choques internos y dificultad de ese movimiento para encauzar planteos muy diversos, que una intencionalidad política quedará expuesta por participación de dirigentes blancos, y que eso jugará a favor de los intereses del oficialismo.

¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los rebeldes si no reciben lo que piden? Es una incógnita preocupante. No es fácil que se apague el fuego, pero tampoco es sencillo mantenerlo vivo.
Aunque leyeron mal el pasado, no hay que descartar que el gobierno esté anticipando bien el futuro. Pero este fenómeno implica alto riesgo para el oficialismo; porque siga como siga, asumirá costos políticos que parecen altos, bastante altos.

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