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Los relatos de la zona de guerra que se vivió en Pocitos

Vecinos, empleados, gremialistas y policías pasaron raya esta mañana en el lugar del sangriento tiroteo de Pocitos
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06 de agosto de 2013 a las 14:22

Los pocos metros que separan Martí de Avenida Brasil sobre Benito Blanco, una de las cuadras más transitadas de Pocitos, vivieron una mañana conmocionada hoy. Entre los móviles satelitales de los canales de televisión, el chusmerío de las vecinas de la zona y una sensible presencia policial, se hacían visibles varios agujeros de bala, charcos de sangre y vidrios rotos.

Vestigios de una tarde que cambió hunmores y sensaciones del barrio más densamente poblado del Uruguay. “Fue un tiroteo pesado. Mirá que yo estuve en otros, pero como esto nunca”, le dijo Gonzalo a El Observador, un mozo de un restaurante ubicado a pocos metros en referencia al intento de rapiña que terminó con la vida de un Policía, un ladrón y dejó en estado grave, con siete balazos en el cuerpo y la cabeza del segundo oficial.

Las imágenes captadas por los celulares de vecinos de la zona, dignas de cualquier película policial, pero con la guiñada de un escenario muy familiar, le dieron un tinte distinto a una crónica policial.

En la cuadra en donde los sucesos tuvieron lugar hay un parking, un bar, un supermercado, una siempre poblada parada ómnibus, dos ferreterías, una peluquería, una juguetería, un lavadero de autos, una farmacia y por lo menos siete edificios de viviendas. En el recorrido realizado por El Observador esta mañana, se contaron 14 impactos de bala, en la acera sur y norte de Benito Blanco, y en la oeste de Martí.

Con el sol brillando, en una primera pasada de raya del sangriento acontecimiento, de los vecinos, empleados, policías y gremialistas que estaban presentes esta mañana en la calle de los sucesos se desprenden las siguientes historias, conclusiones y críticas.

Zona de guerra
La oficina del correo que se intentó robar, de acuerdo a lo que informó uno de los custodias a El Observador, estaba hecha un “desastre”. “Parece zona de guerra, hay sangre por todos lados, vidrios rotos y desorden”, dijo el señor.

De acuerdo a lo que los vecinos contaron a El Observador, el cadáver del ladrón permaneció adentro del local hasta pasadas las nueve de la noche.

Mucha gente no entendió el peligro que enfrentaba
Luis, un portero de un edificio de la calle Martí lindero al solarium por donde intentaron escapar, Marcelo, un empleado de la ferretería ubicada a unos pocos metros del correo y Gonzalo, el nombrado mozo del restaurant, coincidieron todos en que se sorprendieron de ver en pleno momento de locura a gente “común y corriente” caminando sin estar al tanto del peligro que enfrentaba.

“Una chica joven, pasó caminando por ahí en uno de los peores momentos del tiroteo, atravesó toda la zona de balacera y creo que ni se enteró de lo que estaba pasando. Andaría escuchando música, no lo sé”, contó Marcelo.

De hecho, en el video filmado con un celular que hizo público Subrayado, filmado desde la acera norte de Benito Blanco se ve a un hombre caminando campante y a otro que se baja de un auto blanco. Completamente desprotegido.

Ante estos planteos, que abundaron en la mañana pocitense, los comentarios que primaban eran “es que no estamos acostumbrados a este tipo de cosas”.

Los refugios
Entre las cinco y las seis de la tarde, la parada de ómnibus, el supermercado, el bar y la calle, en un día de clima agradable, estaban repletos de gente. Cuando se percataron de la balacera y del peligro que se les vino encima, su primera reacción fue meterse adentro de los comercios.

La farmacia Pigalle, fue el primer refugio de los que estaban en la parada de ómnibus. Una de las empleadas le dijo a El Observador que los policías los mandaron ingresar al local e irse para el piso de arriba. Ahí se acostaron y esperaron unos quince minutos.

Marcelo, el empleado de la ferretería, dejó que ingresaran unas ocho personas, y que una vez que llegó la Policía, cerró la puerta y no dejó que entre más gente, temiendo que los ladrones que escapaban se metan en el local. “Es a lo que atiné sin pensar”, contó, intentando justificar una reacción más que entendible.

La escapatoria fallida por Maui Solarium
La corrida de los dos fugados, uno de ellos con una herida en la cabeza, comenzó y terminó por una casa a la que mayoritariamente asisten mujeres para broncearse en camas solares.

De acuerdo a lo que dijo el responsable del local, ingresaron porque estaban arreglando la puerta “que siempre permanece cerrada” y al muchacho que trabajaba, le dieron un fuerte culetazo. Luego subieron y en el primer piso, donde está la recepción, maltrataron a las empleadas y exigieron saber en dónde se encontraba la azotea. Ante la inmediata respuesta, hacia ahí se dirigieron.

En ese momento, tres de ellas y el muchacho lastimado se “escondieron” en una pequeña cocina que da a la sala de espera. La puerta no tiene tranca.

Cuando los delincuentes fueron a la azotea y se vieron encerrados por dos grandes edificios, sin posibilidades de escapar, volvieron y gritaron “¡vamos a tomar un rehén!”. Y comenzaron a golpear la puerta que a fuerza humana atajaron los que se habían encerrado en la pequeña cocina.

Ante la imposibilidad de captar rehenes, rodeados, con las balas de la Policía rozándoles, tiraron las armas y se entregaron.

La limpiadora del lugar contó que había tenido unas horas muy duras, de mucha limpieza. Por las manchas de sangre que había dejado el delincuente herido. Dijo que la sangre sale, "se le pone limpiador y sale. Lo que era esto más temprano, ¡mijito!", exclamó.

“No supe que había terminado hasta que llegué a mi casa a las nueve de la noche”
La inseguridad fue denominador común esta mañana en Pocitos. Marcelo, el empleado de la ferretería lo dijo claro: “No sé cuando terminó todo, no lo supe hasta que llegué a mi casa a las nueve de la noche”.

Los empleados del correo, que se hicieron presentes y concentrados pidieron por más seguridad y honraron con un minuto de silencio al oficial caído.

Dos empleadas de una sucursal del Correo en Portones de Carrasco, Laura Lemos y Sandra de los Santos, que ya vivieron una rapiña, comentaron que ellas siempre se sienten “inseguras y con miedo”. Contaron que “tiemblan” cada vez que alguien va a pagar y coloca su mano en el bolsillo interior, que abren la puerta y “tiene pinta rara”.

Además agregaron que este sentimiento empeora cuando es principio de mes y tienen que pagar pasividades.

Según contó el presidente del gremio del Correo, Julio Medina, las empleadas fueron tratadas de forma muy violenta, que “fue una locura. Le decían: dale puta, dame la plata puta” y que ahora están “en shock”, recomienda que se tome la mayor cantidad de licencia posible.

Lo que pide el Correo
El presidente del gremio del Correo, Julio Medina, se tomó cuatro minutos para dirigirse a los aproximadamente 400 empleados que se hicieron presentes. Arremetió contra las autoridades porque no dieron la cara y porque no se hacen responsables de la inseguridad que ellos sienten.

“El señor Juarez, la señora vicepresidenta y Silveira, ¡quién sabe dónde estaban! Es una falta de respeto hacia ellos y hacia todos nosotros. Lo que pasó ayer fue lo que rebasó el vaso”, estableció Medina.

Según dijeron varios empleados y confirmó el propio Medina en conversación con El Observador, las mamparas es la única solución que buscan. Y, según adelantan, la lucha se entablará en este punto porque saben que el directorio va a decidir que no se pague más pasividades en las oficinas del Correo, y esto hará que buena parte de los salarios se reduzcan considerablemente porque los empleados cobran comisión por brindar ese servicio.

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