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Lula, un mito bajo sospecha

Expresidente de Brasil vive su peor momento personal y político tras las acusaciones de la justicia
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15 de septiembre de 2016 a las 05:00
Luiz Inácio Lula da Silva fue el héroe obrero de Brasil, el metalúrgico que piloteó su milagro económico y una estrella internacional, aunque para la Fiscalía fue también el "comandante" del mayor escándalo de corrupción del país. Con 70 años, su improbable destino da su giro más oscuro.

Apenas dos semanas después de ver cómo su ahijada política, Dilma Rousseff, era destituida por el Senado, al patriarca de la izquierda que presidió al mayor país de América Latina entre 2003-2010, le llegó otro golpe judicial. La fiscalía de Brasil lo acusó ayer de ser el "comandante máximo" de la red de corrupción en Petrobras.

No es el primer golpe que recibe en este año terrible, que comenzó con la policía despertándole al alba para interrogarlo, pero sí el más severo. Por primera vez, el Ministerio Público le acusa de haber recibido sobornos de la red corrupta que desangró a la petrolera estatal y que ya ha puesto bajo el foco de la justicia a buena parte de la élite política y arrastrado a la cárcel a numerosos empresarios de peso.

El último capítulo del thriller judicial que aprieta al mismo político que hace menos de seis años dejaba la presidencia de Brasil con un 80% de popularidad, le deja ahora en manos del temido Sergio Moro, el juez estrella de lucha anticorrupción y referente de sus opositores.

Pero tras estos meses donde el trabajo de toda una vida parece derrumbarse sin control, el carismático líder ve a sus viejos enemigos. Los mismos que, según él, le impidieron ser el jefe de gabinete de Rousseff cuando ésta le pidió socorro y los que tramaron la otra denuncia en su contra por obstrucción a la justicia.

"Están intentando criminalizar a la izquierda. No quieren que yo sea candidato en 2018. Quieren sacarme del camino. Quiero decirles a los que me persiguen que el problema no soy yo. Ya estoy viejito. El problema son ustedes", afirmó con ironía en un campamento de jóvenes militantes la semana pasada.

De lustrabotas a presidente

Nacido en el árido noreste en octubre de 1945, Lula conoció desde la cuna lo más dramático de la pobreza que azotaba a casi un tercio de los brasileños.

El séptimo hijo de un matrimonio de analfabetos fue abandonado por su padre con siete años, antes de que la familia emigrara a la prometedora capital industrial de Brasil, San Pablo, como millones de coterráneos.

Fue vendedor ambulante y lustrabotas, a los 15 años inició su formación de tornero mecánico, perdió un meñique en una máquina y al final de la década de 1970 se convirtió en el líder sindical al mando de una histórica huelga que desafió a la dictadura.

Brasilia, sin embargo, se hizo esperar y en tres ocasiones fue derrotado como candidato presidencial al frente de su Partido de los Trabajadores (PT), que él mismo había cofundado en 1980.

El político al que Barack Obama calificó como "el hombre" llegó finalmente a la presidencia en 2003, montado en promesas de justicia social, mientras el real se derretía ante el terror de los mercados a un presidente sindicalista.

"Escapé de morir de hambre antes de los cinco años, eso fue un milagro. El segundo fue obtener un diploma de tornero mecánico. Otro fue adquirir conciencia política, fundar un partido. Y otro fue que llegué a la presidencia de la República. Y fui mejor que todos ellos, cientistas políticos, médicos, abogados que presidieron el país", recordó rodeado de militantes tras declarar ante la justicia en marzo.

Durante sus dos mandatos, empujados por el viento a favor de la economía mundial, 30 millones de brasileños salieron de la pobreza e ingresaron en la clase media.

En el mundo, su ascensión causó furor y los presidentes disputaban su tiempo para visitar o recibir al mandatario descrito por la revista Foreign Policy como una "estrella del rock de la escena internacional".

Lula coronó su mandato, y su popularidad mundial, consiguiendo para Brasil la sede de la Copa del Mundo de fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016.

Aunque no acabó la secundaria, el expresidente cuenta con 30 títulos honoris causa de universidades de todo el planeta.

Batalla

La causa Petrobras no es la primera que envuelve a Lula en un escándalo de corrupción. En 2005 su gobierno se tambaleó cuando perdió a algunos de sus principales ministros y jerarcas del PT, acusados de crear una millonaria contabilidad ilegal (el "mensalão") para pagar a partidos y congresistas a cambio de apoyo político.

El expresidente consiguió mantenerse al margen, fue reelegido en 2006, y en 2010 consiguió la victoria de su heredera Rousseff.

Un año después de dejar el poder, al exmandatario le diagnosticaron un cáncer de laringe que superó, aunque dejó huella en su voz áspera con la que declaró a la justicia haber sufrido una "canallada homérica" en estos meses.

Aunque ya avisó el mismo día en que la policía le llevó a declarar: "Si querían matar a la serpiente, no le golpearon en la cabeza, le pegaron en el rabo, y la serpiente está viva como siempre".

Comandante máximo

El jefe de los fiscales que investiga el caso, Deltan Dallagnol, dijo ayer que Lula estaba en la cima del esquema que desvió miles de millones de dólares de Petrobras, que era el "comandante máximo".

Discurso de la fiscalía es "farsesco"

La fiscalía brasileña recurrió a "un discurso farsesco" para acusar al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva de haber comandado el gigantesco esquema de corrupción de Petrobras, afirmó ayer su abogado.

"La denuncia en sí misma se perdió en un deplorable espectáculo de verborragia", aseguró el letrado Cristiano Zanin Marins para quien, por falta de pruebas sobre cualquier delito cometido por Lula, la fiscalía "recurrió a un discurso farsesco".

"Es una acusación de cuño político que está imponiendo a cualquier costo, de manera injusta, una condena al expresidente Lula", valoró el abogado.

Según el jefe de los fiscales, Deltan Dallagnol, "sin el poder de decisión de Lula, ese esquema sería imposible". Además, definió el caso también conocido como "Petrolão" como "el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil".

Dallagnol aseguró que en esta causa Lula recibió unos 3,7 millones de reales (US$ 1,1 millones) "en sobornos pagados disimuladamente" y que el esquema en Petrobras provocó pérdidas estimadas en 42.000 millones de reales (unos US$ 12.600 millones).

En el punto de mira volvía a estar la reforma de un apartamento tríplex en un balneario de San Pablo, que según los investigadores fue financiada por la constructora OAS, una de las principales involucradas en la trama de Petrobras.

Aunque el expresidente ya había negado en varias ocasiones que el inmueble fuera suyo o de alguien de su familia, la Fiscalía lo denunció tanto a él como a su mujer, Marisa Letícia Lula da Silva.

"Ese apartamento nunca perteneció al expresidente Lula, y sólo estuvo una vez en el apartamento. Doña Marisa y su hijo volvieron otra vez más y manifestaron que no tenían interés en adquirirlo", repitió Zanin.

En la misma línea en la que siempre se manifestó el líder izquierdista y su Partido de los Trabajadores (PT), el letrado achacó la acusación de la Fiscalía –que calificó de "espectáculo absolutamente incompatible con el estado de derecho"– a los intereses de los enemigos del expresidente que, según él, quieren evitar que concurra a las elecciones de 2018.

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