Mauricio Macri intenta aplacar el descontento participando de anuncios de obras públicas y privadas

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Macri: "Cadena de buenas noticias" y promesa de recuperación rápida

Para contrarrestar el desánimo social, presidente promete rebote económico
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02 de mayo de 2016 a las 05:00
El segundo semestre son los padres", ironizó en los últimos días un comentario en Twitter, que se viralizó rápidamente entre los argentinos. Y la frase sintetiza el humor que predomina en las empresas, en el ámbito político y en la sociedad en general.

El gobierno de Mauricio Macri, en su ansiedad por hacer más tolerable el ajuste fiscal y por comunicar que se trata de medidas necesarias para permitir una recuperación sana de la economía, acumuló promesas sobre efectos positivos que se producirían, todos, en la segunda mitad del año.

Así, sería que a partir de julio la inflación iniciaría su camino fuertemente descendente para finalizar el año en torno de 25%, una meta que parece hoy imposible, cuando sólo el primer cuatrimeste ya acumula 17% de suba del costo de vida. También en esa etapa frenaría la ola de despidos que se verifica actualmente, tanto en el Estado como en el sector privado.

En el segundo semestre se produciría la prometida "lluvia de dólares", tanto por parte de inversores extranjeros, a quienes el "cepo" había mantenido lejos del mercado argentino, como también por parte de ahorristas locales que se habían llevado sus ahorros al exterior o a las cajas de seguridad de los bancos. Pero, sobre todo, sería en la próxima mitad del año cuando, por fin, se reactivarían fuerte las inversiones y se empezaría a notar un crecimiento de la economía, que está oficialmente en recesión.

"Estamos convencidos de que la economía pega la vuelta y va a empezar a crecer en el segundo semestre a tasas que nos van a sorprender a todos", período en el cual dijo que la inflación "va a bajar muy fuertemente", reiteró por enésima vez el viceministro de Hacienda, Pedro Lacoste, al presentar el programa financiero del año.

Y también sumó una advertencia hacia los empresarios. "Creemos que ya no hay excusas para volver a la inversión directa" y señaló que se "está "tratando de dar todas las señales claras posibles porque la contracara de eso es la creación de empleo, que es lo que todos queremos para nuestro país".

Antes, en una reunión en la residencia de Olivos, el propio presidente Mauricio Macri, ante la crema del empresariado local, había reclamado más decisión para que los directivos de las compañías "pongan primera y arranquen".

Esos gestos y mensajes entrelíneas revelan cuál es el sentir del gobierno: siente que, a pesar de haber realizado en tiempo récord una serie de reformas que eran pedidas por todo el mercado, las empresas no hacen su parte.

El dicho que circula entre los empresarios es que la gran diferencia entre el macrismo y el kirchnerismo es que, durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, los directivos de las compañías salían "con caras largas" de las reuniones con los funcionarios, pero al día siguiente invertían para expandir sus negocios. Ahora, en cambio, todos aplauden a los ministros y se van con sonrisas, pero nadie arriesga un peso en un contexto de economía fría y desplome del consumo.

Las noticias de las páginas económicas siguen siendo malas. La industria, en marzo volvió a retroceder y en comparación anual ya cayó 1,8%. Y las ventas minoristas, según una encuesta de la Cámara de la Mediana Empresa, descendió un impactante 5,8% en relación al año anterior, que de por sí había sido flojo.

Pero lo peor de todo es que ese escenario frío ocurre en un contexto de alta inflación, con un pronóstico de 7% para abril, por efecto de las subas en los boletos de transporte público.
Operativo buenas noticias

Es en ese contexto que el gobierno se ha fijado como prioridad trabajar sobre el humor social, para tratar de instalar la idea de que "lo peor ya pasó".

Hasta ahora, ha tenido poco éxito en esa tarea.

Hasta el Fondo Monetario Internacional contradijo la proyección oficial de un crecimiento del PIB para este año y opina que recién en 2017 se verá la parte buena de las reformas.

Mientras tanto, ante la inquietud por el aumento de los despidos, el Congreso avanza con una ley que establece la doble indemnización para quien eche personal, algo que espanta al gobierno, que cree que es una ley que desestimula las nuevas contrataciones.

Es por eso que el presidente Macri se ha embarcado en una campaña por transmitir buenas noticias. Por recomendación de sus asesores, no usa la cadena de televisión nacional, como hacía la expresidenta, pero trata de hacer anuncios de inversión cada vez que puede.

De hecho, el tono no difiere tanto del que usaba la exmandataria, cuando decía que tenía que comunicar las buenas noticias en cadena oficial, para contrarrestar contra "la cadena del desánimo y la mala onda".

El pasado miércoles, mientras el Senado trataba la polémica ley de emergencia laboral, estuvo en un acto de la empresa de software Globant, en la que se presentó un plan de inversiones por unos
US$ 80 millones.

Antes, el mismo día en que se confirmaba en la justicia estadounidense el acuerdo con los "fondos buitre", el presidente estuvo en la planta de Bridgestone, donde se anunció una inversión por US$ 190 millones.

Esta semana asistirá, en Bariloche, a la presentación del modelo Cruise de General Motors, que se fabricará en Argentina y se comercializará a nivel mundial. Es uno de los mayores proyectos de la automotriz estadounidense en muchos años.

Acaso el anuncio con más sabor a revancha, ocurrirá en los próximos días, cuando la brasileña Vale do Río Doce, una de las mayores mineras del mundo, que por causa del "cepo" cambiario había suspendido un megaproyecto de explotación de potasio en Mendoza, oficialice el reinicio de obras. Será un proyecto de

US$ 1.500 millones que empleará en forma directa a 6.000 personas.

Pero también, como para contrarrestar la acusación de que el ajuste fiscal vino a poner fin a la política de "Estado presente" del kirchnerismo, el gobierno tuvo sus anuncios de obra pública. Que enfatizaron, precisamente, en lo que el gobierno anterior había dejado como flancos débiles. En el rubro de las inundaciones, la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, con perfecto "timing" luego de las inundaciones que afectaron a buena parte de la producción agrícola, anunció un plan hídrico a un costo de US$ 1.000 millones.

Y el propio Macri anunció un plan nacional de viviendas, con el cual se prevé construir 120 mil casas para familias de bajos ingresos, además de subsidiar créditos para 175 mil para compradores de clase media. El costo será de unos US$ 6.800 millones y aspira no solo a satisfacer la demanda insatisfecha por crédito hipotecario, sino a reactivar la alicaída industria de la construcción al generar empleo para 200 mil trabajadores.

La presión sobre la ortodoxia monetaria

Pero está claro que todos estos proyectos empezarán a ser palpables en el mediano plazo. En tanto, ya estamos casi en mayo y el esperadísimo segundo semestre y el gobierno necesita mostrar cambios urgentes.

Es por eso que persisten dudas respecto de la estrategia económico-financiera. Uno de los temas centrales es el dólar: luego de una corrida cambiaria, el Banco Central de Argentina lo "anestesió" en el nivel de 15 pesos argentinos al alto costo de sacrificar reservas y de poner las tasas de interés en pesos a un nivel de 38%.

Los motivos para hacerlo eran claros: con una inflación en alza por las subas de tarifas públicas, el tipo de cambio estable funcionó como ancla de los precios.

Pero, además, había que minimizar el costo de los contratos por dólar futuro que había realizado el gobierno anterior, y que mayoritariamente vencen entre marzo y junio: una escapada del billete verde implicaría aumentar el de por sí alto costo de US$ 5.000 millones que tendrán estos contratos.

Pero en el segundo semestre esto puede cambiar. Para empezar, ya se atenuará el ingreso de "soja dólares", cuya estacionalidad alcanza su pico en el segundo trimestre. Pero, sobre todo, se hace difícil sostener políticamente la política de tasas al 38%.

El titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, está siendo objeto de una intensa presión, incluyendo al propio ministro Alfonso Prat Gay, para que empiece a "aflojar el torniquete" monetario.
El funcionario dijo que recién cambiará su postura cuando vea que la inflación empiece a bajar, pero todo el mercado descuenta que la decisión no puede demorarse mucho. A la hora de la verdad, las buenas noticias no alcanzan para invertir y pagar sueldos, y los empresarios piden más pesos en la calle.

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