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Macron sopesa los mayores retos de Francia

La economía del país no es un caso perdido, pero el presidente electo todavía tiene problemas que resolver
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14 de mayo de 2017 a las 05:00
La fortuna favorece a los osados. Emmanuel Macron arriesgó todo y ganó. Ahora tiene que convertir su victoria en un éxito. Le ha brindado una nueva oportunidad a su país, a Europa, y a la causa de la democracia abierta.

La cuestión es si puede aprovecharla. Para hacerlo no sólo necesitará claridad y valentía, sino también suerte. Las reformas que planea pueden funcionar, económica y políticamente, siempre y cuando la recuperación de la eurozona continúe.

Los retos de Macron son inicialmente políticos. Debe convertir su victoria personal en control sobre un poder doméstico eficaz. Los obstáculos son enormes. Después de todo, es un líder que carece de un partido establecido.

Pero más allá de esto yacen los desafíos económicos. Su dificultad es que la situación económica de Francia no es lo suficientemente mala como para persuadir a un cínico público para que tolere un cambio decisivo.
Exactamente lo mismo se aplica a los intentos de transformar el funcionamiento de la eurozona. A los ojos de la clase dirigente alemana, no existe una crisis de la eurozona, sólo el fracaso de los franceses en "hacer su tarea".
Sin embargo, Francia no es un caso perdido. Es un país rico con excelentes infraestructuras y servicios públicos. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el poder adquisitivo del producto interno bruto (PIB) per cápita francés era el mismo que el del Reino Unido en 2016, aunque un 12% menor que el de Alemania. Según la organización Conference Board, la productividad laboral de Francia por hora es la misma que la de Alemania y 28 por ciento por encima de la del Reino Unido.

Su distribución del ingreso disponible es mucho menos desigual que en EEUU o en el Reino Unido, pero similar al de Alemania. En resumen, Francia es un país rico con excelentes infraestructuras y servicios públicos.

¿Cuáles son sus problemas económicos? Básicamente, existen tres: el bajo empleo; la baja tasa de crecimiento económico; y la simple magnitud del gasto público.

La tasa general de desempleo francés era del 10.1% en marzo de 2017, frente al 3.9% en Alemania y el 4.5% en el Reino Unido. Peor aún, la tasa de desempleo era todavía más alta de lo que había sido en 2009, después de la crisis financiera mundial.

En 2015, sólo el 72% de los hombres y mujeres franceses de entre 25 y 64 años estaban empleados. Esto fue muy inferior al 79% de Alemania y al 78% del Reino Unido, pero cerca del 73%de EEUU.
En términos de crecimiento económico, lo más importante es que el PIB per cápita real fue más o menos el mismo en 2016 que en 2007. Ésta, entonces, ha sido una década perdida. El PIB británico per cápita, afectado mucho más por la crisis que el de Francia, subió a un 2% por encima de su nivel de 2007 el año pasado, un desempeño terrible, pero mejor que el de Francia.
A Italia le ha ido peor, con un PIB per cápita real en 2016 que estuvo un 11% por debajo de los niveles de 2007. Pero el PIB real per cápita de Alemania en 2016 estuvo 7% por encima de los niveles de 2007.

Por último, las finanzas públicas están sobrecargadas. Su característica más impresionante es la escala de las actividades del Estado: según el FMI, el gasto público fue del 56% del PIB durante 2016, el más alto ratio en el grupo de las siete principales economías.

El de Alemania fue del 44% y el del Reino Unido sólo del 39%. Mantener los impuestos necesarios para financiar tal gasto representa un enorme reto para una economía abierta. La deuda pública neta francesa fue del 88% del PIB en 2016, frente al 45% en Alemania. Pero el ratio de deuda fue del 81% en el Reino Unido y en EEUU.

Entonces, ¿qué hay que hacer? La primera prioridad es rezar por una fuerte recuperación. El desempleo persistentemente elevado debe ser por lo menos parcialmente cíclico. El FMI cree que la brecha de producción (una medida del exceso de capacidad) es de un poco menos del 2% del PIB potencial.

Pudiera ser aún más grande. Además, la inflación interanual de los precios al consumidor de la eurozona (menos energía y alimentos) ha estado en o muy por debajo del 2% durante cada mes desde principios de 2009. Más recientemente, fue sólo del 1.2%.

Existen buenas razones para anticipar la continuación prolongada de una política monetaria altamente solidaria por parte del Banco Central Europeo (BCE) bajo el liderazgo de Mario Draghi.
En el contexto de una economía en recuperación, Macron necesita legislar rápidamente sus reformas en el mercado laboral y en el gasto público. La prioridad más importante en la primera categoría es reducir la protección de los trabajadores permanentes: pocos contratarán si no pueden esperar ser capaces de despedir.
El requisito esencial en la segunda categoría es lograr cambios permanentes en la trayectoria del gasto. Esto tiene que ser factible ya que el gasto francés es mucho más alto que en países europeos comparables.

Pero Francia no está cerca de la bancarrota. Recortar el déficit es, en el caso francés, mucho menos importante que recortar la trayectoria del gasto. El gobierno más bien debiera atreverse a recortar los impuestos, sobre todo en el empleo.

Con suerte, las acciones de este tipo reforzarán la confianza y fomentarán la inversión. Entonces Macron podrá volcar su atención a la reforma de la eurozona. La realidad es que cualquier reforma posible no hará mucha diferencia en el desempeño de la economía francesa a corto y a mediano plazos.

Sin embargo, una vez que haya demostrado que está comprometido con la reforma de la economía francesa, el nuevo presidente tendrá que forzar un debate sobre cómo corregir los males más graves de la eurozona.

Alemania se resistirá a esto. Pero debe comprender que rechazar a Macron sería muy peligroso. Si se ignora a un hombre tan entusiasmado con el proyecto europeo como Macron, Marine Le Pen y la muerte del proyecto europeo esperan entre bastidores. Eso sería un desastre para Alemania.

La Alemania post-unificación aceptó la moneda única como el precio de cementar su relación estratégica con Francia. Necesita aceptar las reformas de la eurozona, una vez más para consolidar su relación con Francia.

Una eurozona que parezca funcionarle bien principalmente a Alemania fracasará. Tal vez no mañana, pero a la larga.

Sin embargo, la eurozona no se puede administrar como EEUU: una federación completa no está políticamente disponible. Entonces, ¿qué se debe hacer para mejorar su funcionamiento? Ése será mi tema para la próxima semana.

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