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Marcelo Tinelli: El toque de Midas

“No creo que el programa haya influido tanto en la política como lo dijeron en su momento Menem, De la Rúa, Cristina, Néstor, Macri, Scioli o quien fuera”
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21 de enero de 2017 a las 05:00

El conductor argentino de televisión Marcelo Tinelli sonríe ante la cámara de un teléfono celular que le devuelve una imagen de su cara deformada digitalmente. A su lado se encuentra el presidente de la República Argentina, Mauricio Macri, posando ante la misma situación. Ambos rostros son combinados de forma tenebrosa gracias a una herramienta de Snapchat, la aplicación móvil del momento. Este "intercambio facial", de alta rotación en las redes sociales, no solo representó el fin de un pleito efímero entre Tinelli y el mandatario, sino que volvió a confirmar al primero como una figura de peso tanto en la industria del entretenimiento como en la política de la vecina orilla.

Pero para que a Tinelli le fuera adjudicado el poder de influir en la construcción de la imagen entera de un gobierno, como ocurrió con el de Fernando de la Rúa –quien realizó una vergonzante visita al programa en el año 2000, cuando Showmatch se llamaba Videomatch y Tinelli portaba un micrófono verde y lucía pelo largo–, varios hechos debieron suceder antes. Comenzó como un "che, pibe" que en 1975 inició una carrera meteórica, partiendo de un puesto como cadete en la radio Rivadavia.

Años después de ser movilero en varios programas radiales de fútbol, Tinelli se probó como periodista televisivo en Badía y compañía. Desde entonces su rostro no ha abandonado la pantalla chica. La década de 1990 le brindó la oportunidad de conducir, en la medianoche de Telefé, un programa propio enfocado en los deportes, como su nombre de raíces anglosajonas lo denotaba: Videomatch. Este se emitió por primera vez el 1o de marzo de 1990. Pero el humor le fue ganando al contenido deportivo una vez que se introdujo un cierre de programa con una sección de bloopers, chispa que disparó el fuego imparable del carisma de Tinelli.

Al mismo tiempo pasó al frente de cuatro temporadas de Ritmo de la noche, donde ya dominaba con facilidad a plateas de cientos de personas, quienes también lo siguieron cuando Videomatch desapareció para luego resucitar como El show de Videomatch. Allí, Tinelli introdujo una galería muy extensa de comediantes –quienes luego se convirtieron en su séquito, durante años y hasta la actualidad–, sketches de humor, cámaras ocultas, rondas de chistes, imitaciones de políticos y actos de un atractivo televisivo inverosímil (como ingerir un alfajor entero de un solo bocado) que acercaron cada vez más al público con el hincha de San Lorenzo más célebre después del actor de El Señor de los Anillos, Viggo Mortensen.

En paralelo a una trayectoria al aire de más de dos décadas, Tinelli no solo se afianzó como conductor de televisión –su "¡Buenas noches, América!" se convirtió en un saludo icónico que reveló sus pretensiones de conquista continental–, sino que también se volvió un peso pesado del entretenimiento gracias la fundación de Ideas del Sur, hoy una de las productoras de ficción y documentales más importantes de América Latina.

Pero ser una estrella no es suficiente para algunos en el cosmos de la televisión. Y si Tinelli debía constituir un cuerpo celestial, no sería menos que un planeta. La órbita contemporánea de programas que hoy giran en torno a él se formó hace 10 años, gracias a la incorporación de un nuevo factor competitivo en su emisión televisiva –llamada Showmatch desde su última encarnación–. Con la conversión de los programas de telerrealidad de concurso de baile en una excusa para crear un desfile de celebridades, seudofamosos y personajes extraños, Tinelli terminó de montar, con el segmento "Bailando por un sueño", la colosal carpa en la que él sería el maestro de circo definitivo de la televisión de la última década.

Un año después de haber celebrado el 25o aniversario de su llegada a la pantalla chica, el desafío de comprobar si todavía mantiene el toque mágico de convertir ideas en oro televisivo es tan sencillo como el axioma que estipula que si la TV está encendida, Tinelli está en ella.

Esta nota forma parte de la publicación especial de El Observador por sus 25 años.

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