<p>Cuba. Una mujer cubana usa una bandana con la bandera de Estados Unidos mientras trabaja en su casa de la Habana</p><p></p>

Opinión > EDITORIAL

Más cerca pero aún lejos con cuba

La reanudación formal de relaciones diplomáticas el 20 de este mes acerca a Estados Unidos y Cuba pero mantiene abierta la escabrosa brecha creada por el embargo económico de Washington y la supervivencia dictatorial en La Habana
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03 de julio de 2015 a las 00:47

La reanudación formal de relaciones diplomáticas el 20 de este mes, gracias a un retrasado triunfo de la sensatez política después de más de medio siglo de ruptura, acerca a Estados Unidos y Cuba pero mantiene abierta la escabrosa brecha creada por el embargo económico de Washington y la supervivencia dictatorial en La Habana. La ruptura de relaciones dispuesta por el entonces presidente John F. Kennedy en 1961 fue explicable por el formal ingreso de Cuba al bloque soviético, creando una base del imperio comunista a 90 kilómetros de las costas estadounidenses en plena efervescencia de la guerra fría. Siguió el embargo económico impuesto al año siguiente. Pero aunque la guerra fría, que llegó a amenazar el mundo con un holocausto nuclear, terminó con el colapso de la URSS, sucesivos gobiernos de Washington mantuvieron las restricciones.

Su propósito de aislar y debilitar a la dictadura castrista fue un fracaso, como acaba de reconocer el presidente Barack Obama al anunciar la reapertura de embajadas. El resultado fue, en cambio, empobrecer a los cubanos y darle a Fidel Castro una cómoda excusa para culpar a Washington, y no a su desastroso sistema económico, por las penurias cotidianas de un pueblo con alimentos racionados y sumido en el atraso. Este contrasentido se tornó tan evidente con el paso de los años que, con la decisiva mediación del papa Francisco y de Canadá, los dos gobiernos reconocieron que había llegado el momento de ponerle fin. Obama mostró valentía y sentido común cuando, hace seis meses, acordó con Raúl Castro el restablecimiento de relaciones y la flexibilización de restricciones comerciales, de viajes y de remesas de dinero. El presidente cubano, por su parte y asediado por las pavorosas condiciones de la economía de la isla, también aceptó la lógica del acercamiento, pese a que en 1960 había sido uno de los decisivos dirigentes revolucionarios que impulsaron a Fidel a ponerse bajo la tutela de la Unión Soviética.

Pero aún queda mucho camino por recorrer. El nuevo pedido de Obama al Congreso de que levante el embargo tiene escasas chances de prosperar. El opositor Partido Republicano, con mayoría en ambas cámaras y que incluye a legisladores de ascendencia cubana, se oponen a rajatabla a hacerlo mientras el régimen cubano no atenúe su sistema comunista de partido único, sin libertades civiles y con notoria represión de los derechos humanos. Como parece difícil por ahora que el castrismo afloje el lazo dictatorial, la renuencia del Congreso a levantar formalmente el embargo con seguridad se mantendrá por lo menos hasta la elección presidencial del año próximo.

Se anticipa, de todos modos, que habrá de hecho una gradual atenuación limitada que ya ha comenzado. Además de la decisión de Obama de atenuar restricciones hasta donde se lo permite la autoridad presidencial, muchas empresas de Estados Unidos ya tienen prontas las valijas para emprender negocios en Cuba, circunvalando la ley de embargo. La normalización de las relaciones diplomáticas es inminente. La plena normalización comercial llevará todavía bastante tiempo. Y la normalización total simplemente no llegará hasta que el gobierno cubano, tal vez con el surgimiento de nuevos líderes en reemplazo de la anciana conducción actual, implemente formas de liberalización democrática que la más perdurable dictadura latinoamericana sigue negándole a su pueblo.

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