Masterchef: comimos de la mano

El reality show de cocina que finalizó su primera temporada el lunes de noche fue relevante por haberle dado un toque uruguayo a un formato extranjero. Los ingredientes usados en los desafíos, los "personajes" que conformaron los concursantes a través de la pantalla (sumados a esa sensación de "me los puedo cruzar en cualquier lugar público") y hasta las reacciones del público ante los hechos televisivos le dieron un sabor autóctono a un programa que por lo demás, fue idéntico a versiones foráneas. Incluso su ganador reúne varios de los rasgos estereotípicos uruguayos, que lo convirtieron en un competidor querido y en el favorito popular antes de la final.

Esa localidad fue uno de los factores que cautivó al público incluso aunque no siguieran el certamen desde un primer momento. Las cifras de audiencia reflejan que el público se incrementó a medida que fue avanzando el concurso, llevados por los comentarios constantes y por la posibilidad de ver una realización local de una escala pocas veces vista en la pantalla local. Fue un ver para creer el fenómeno, que fue captando así a nuevos conversos.

Otro aspecto que mostró Masterchef fue que, con propuestas adecuadas (sean formatos extranjeros o locales) y un nivel de producción atractivo, el público mira televisión hecha en Uruguay. Las cifras de rating de los últimos meses muestran que programas de concursos como este o como Master Class, o que ciclos como El Origen llaman la atención del público y recurrir a la producción extranjera no es tan vital como podía parecer.

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El certamen de cocina cayó en el momento adecuado, con la gastronomía en un punto alto como moda, y con el "nuevo uruguayo" buscando incorporar nuevos gustos, sabores y alimentos a la dieta tradicional, algo que también era uno de los objetivos del programa. Pero Masterchef no fue exitoso solo por eso, sino que sumó trabajo y un equipo de jurados, conductor y participantes óptimo.

Una de las grandes críticas que se le puede hacer al ciclo de cocina es que sus pausas eran interminables. Aunque siendo comprensivos, las apuestas de este tipo son caras y sin dudas que algo como el primer programa de Masterchef, que no tuvo tandas publicitarias, es inviable. Los canales locales se dieron cuenta hace varios años que debían apostar por lo local -al menos en parte de su programación- para poder competir con el cable y más recientemente con el streaming. Pero con una competencia cada vez más exigente, la escala de las apuestas locales también debe elevarse. Masterchef fue eso.

Más allá de lo que fue el programa en sí, este reality show dejó una marca en la televisión local por ser un fenómeno social como pocos. El nivel de mensajes y comentarios de la final equivalieron al de los partidos más trascendentes de la selección uruguaya, y llegó a una cifra de 21,2 puntos de rating (391.000 espectadores en Montevideo), una cifra que quedará en los hitos de la pantalla uruguaya.

Esa sensación de "todos están hablando de lo mismo" fue el factor más interesante de Masterchef, y lo que lo hizo tan atractivo, el haber sido un fenómeno cultural y social. Ahora vendrán las sucesivas temporadas (la segunda arranca este mismo año), los programas similares y, si sigue el modelo de otros países, las versiones con niños o con famosos. Pero esta primera experiencia fue la importante por haber puesto a un gran número de espectadores a seguir cada semana las aventuras culinarias de un grupo de uruguayos, algo que hasta ahora nunca habíamos visto. Semana a semana, Masterchef propuso su receta, y comimos de la mano.