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Melodías que curan

Música para el Alma "nace del amor y de la pérdida". Surgió de la idea de una flautista y hoy está presente en ocho países, Uruguay es uno de ellos
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01 de marzo de 2016 a las 05:00

Por Anabella Aparicio

@anabelapa

Fotos Anabella Aparicio y Wanderley Pintos

Eran las 6:45 de la mañana de un sábado pero nadie tenía cara de sueño, todo lo contrario. Las sonrisas y buen ánimo rodeaban el ómnibus en el que nadie durmió, a pesar de los planes de algunos. Se escuchaban charlas, que comentaban el recital del cantante tropical Lucas Sugo que terminó tarde en la noche, y también un variado repertorio musical, que partió del reguetón y siguió por la plena, la música clásica y el folclore. Así empezaba la primera gira de Música para el Alma, que visitaría, en un solo día, hospitales, un centro de rehabilitación y un hogar de ancianos de Maldonado.

Músicos que salen del teatro

Música para el Alma (MPA) Uruguay nació en febrero de 2013. Es una extensión de la organización que nació en Argentina y que hoy está presente también en Chile, Paraguay, Perú, Venezuela, Italia, Israel y Francia. El objetivo es llevar la música a quienes no pueden ir a un teatro por diferentes problemas de salud; utilizarla como algo curativo y compartir con estas personas un momento de distensión que les ayude a sobrellevar la situación que están viviendo. Por eso, las actuaciones se realizan en hospitales, escuelas de educación especial, geriátricos, centros psiquiátricos u otras instituciones de atención especializada.

"Se dice que MPA tiene un ángel que se llama María Eugenia Rubio. Ella fue flautista del Teatro Colón (Buenos Aires), tuvo una enfermedad oncológica, y cuando iba al médico tocaba para animar a otras personas que también iban a hacerse la quimioterapia. Cuando la internaron, su novio Jorge Bergero (chelista de la orquesta estable del Colón), junto a otros colegas, tocaban en el hospital mientras ella recibía el tratamiento. Antes de morir, Eugenia le dijo a su compañero que su muerte no fuera en vano y que esta experiencia se replicara. Con la muerte de María Eugenia nace MPA", relata Estela Nicrosi, fundadora de MPA Uruguay.

"MPA nace del amor y de la pérdida. De la dignidad de estar con el otro, de verse a los ojos y reconocerse en ese otro", expresa Adriana Bergero, de la organización que trabaja en Argentina. Este es el lema que lleva este grupo como bandera y el que los motiva a seguir trabajando.

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Esta idea llegó a Uruguay con la visita de Jorge Bergero al hospital pediátrico Pereira Rossell, donde el argentino sembró una semilla a la que Estela junto a varios colegas le dieron vida y hasta el momento lograron realizar más de 20 conciertos en Montevideo, Maldonado, Durazno y Tacuarembó. Actualmente son cerca de 25 músicos y cantantes los que integran este movimiento pero aspiran a crecer y principalmente a llegar a las generaciones más jóvenes que integran las orquestas sinfónicas y filarmónicas del país.

"Fue difícil porque la gente piensa que hay dinero de por medio, les cuesta creer que todo esto uno lo hace por dedicación, es una forma de agradecerle a la vida por todo lo que nos da", explica Estela.

"Solidario, gratuito e independiente", de esa forma se define MPA y es la condición que se exige a las filiales que comienzan a trabajar en otros países. A su vez, en Argentina se establecen algunas pautas para mantener uniformidad en la imagen, el estilo y las características de la organización en todos los países. Por ejemplo, si bien en algunos temas varía el repertorio, desde Buenos Aires se enviaron los logos y partituras para utilizar en los conciertos, no se permite que haya carteles de fundaciones u organismos privados en los lugares que tocan, no pueden hacer publicidades así como tampoco ir a eventos o fiestas.

Por lo tanto, juntando dinero de sus bolsillos se hicieron remeras, globos para las actuaciones, se imprimieron las partituras y se armaron las carpetas con placas viejas de hospital, ya que no alcanzaba la plata para todo, comenta Estela con una sonrisa.

El problema al que se enfrenta MPA en Uruguay es que "es un país tributario y acá hay tres orquestas, en gran parte los músicos tocan en dos de ellas y en el caso de los más jóvenes tocan en las tres". Entonces es difícil acaparar tantos músicos como lo hacen en otros países, eso repercute también en la parte económica. "En Buenos Aires hay unas 50 orquestas, sin contar las del interior", explica Estela. Por este motivo se integraron otros estilos musicales como el folclore o el rock, que permiten dar un repertorio más amplio.

En algunos casos tuvieron que pedir apoyo logístico, por ejemplo a la fundación Banco República para pagar el transporte de la gira por Maldonado, y a la Intendencia de Tacuarembó para viajar a Paso de los Toros. "No es fácil manejar ese límite de tener o no apoyo externo, porque tenemos expectativas de llegar a todo el país, y todo eso necesita un trabajo logístico que para pocas personas es mucho", agrega. Estela junto con Ximena Armand-Ugon se encargan de la coordinación de los conciertos ya pautados y de la búsqueda de nuevos lugares, aunque en algunas oportunidades son las instituciones las que se contactan con ellos para que vayan a compartir su música.

Estela convoca a los músicos, ya que es violinista de la Orquesta Filarmónica de Montevideo y de la Sinfónica del Sodre. Andrés Presno, cantante del Coro del Sodre, convoca a sus colegas y estudiantes de las escuelas de formación, mientras que Ximena se encarga de las tareas de logística. Ella no es música, es la madre de un integrante del grupo, y "se enganchó" con esta causa y le dedica muchas horas.

A dos años de iniciar este camino, Estela cree que se ha unido un grupo humano "maravilloso" y tiene la esperanza de sumar más gente y llegar a todo el país. "Queremos que las personas sepan que si están en un centro pasando un mal momento nosotros podemos ir a tocar, no nos cuesta nada", agrega.

Saber que se puede

Al llegar al hospital de Pan de Azúcar, primer concierto de la gira por Maldonado, algunas personas llegaban y miraban con cara de desconcierto. Eran las 8:30 de la mañana y no entendían por qué la entrada estaba llena de músicos con gorros de cotillón, nariz de payaso y collares de colores. Empezaron a sonar los primeros acordes de los violines y el público comenzó a cambiar la cara, cada canción sacaba una sonrisa. Al llegar al hospital de Maldonado, las cámaras de la prensa recibieron a los músicos y un fuerte aplauso de la gente agradecía la llegada. Más de una señora se emocionó hasta las lágrimas al escuchar O mio babbino caro, O sole mio y el Brindis de La Traviata. Pero el tema que al final todos coreaban era Color esperanza de Diego Torres, un tema que fue adoptado como himno del grupo y que se utiliza para cerrar cada actuación. "Nos sorprendió cómo reaccionaba la gente cuando la tocábamos, la letra es profunda y también genera impacto en estas personas por el momento que están pasando", comenta Estela.

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Al terminar la actuación, una de las enfermeras se acercó a los cantantes para comentarles que fue "increíble la cara de los niños cuando sintieron la música desde sus habitaciones", incluso los abuelos mostraron un ánimo especial y "les cambió la cara" al ver las interpretaciones.

"Esto es magia pura", expresó un enfermero en el silencio que quedó tras la interpretación de una de las obras en el hospital de San Carlos, emocionado y sin poder contenerse.

Lamentablemente, la burocracia o la falta de voluntad impidieron que los pacientes psiquiátricos de este hospital pudieran ver la actuación dentro de su pabellón, como ocurrió con las demás personas internadas, por lo que los músicos tuvieron que tocar desde afuera, y cual mariachis en una serenata, para las personas que miraban desde el balcón y tras las rejas, solo porque padecen una enfermedad mental. "Muchas gracias por regalarnos esto", gritó Marta desde el balcón despidiendo a los músicos cuando se retiraban.

El Centro de Adicciones El Jagüel fue otro de los lugares visitados, que dejó al descubierto la sensibilidad de esas personas que en algún momento tal vez figuraron en noticias policiales y hoy buscan empezar una nueva vida. En su mayoría hombres, que estaban acompañados por sus novias, hijos o madres, esperaban sentados en el patio del centro la actuación de MPA. Al empezar a sonar El violín de Becho de Alfredo Zitarrosa, algunos se emocionaron de una forma sorprendente, querían seguir escuchando temas folclóricos y los músicos no se negaron. La emoción fue tal que, al final de la actuación, todos terminaron cantando Color esperanza abrazados, con algunas lágrimas que se escapaban y miradas cómplices que transmitían ese reconocimiento por estar superando los momentos difíciles y los errores que cometieron en su vida, pero preparados para empezar de cero. "Lo que hacen es impresionante", dijo uno de los jóvenes a los músicos cuando se despedían.

La música desde otro ángulo

"El aplauso, ese cariño tan cálido y sentido que te mueve, no lo tenés en el Teatro Solís por ejemplo, es algo totalmente diferente", dice Estela, quien cree que a pesar de lo duro que es, desde el punto de vista emocional conocer las realidades de los centros que visitan, se van con un "regocijo al alma" que les dejan los pacientes.

Una de las experiencias que más marcó a la artista fue cuando visitaron la escuela Roosevelt, que atiende a menores discapacitados, muchos de ellos parapléjicos. "Ver el esfuerzo de las madres que fueron temprano en la mañana a llevar a sus hijos para que pudieran ver la actuación son cosas duras pero emotivas", recuerda.

También relata cuando visitaron la escuela Horizonte, que atiende a niños y jóvenes con parálisis cerebral, muchos de ellos viven allí tras ser abandonados por sus padres o ser víctimas de violencia doméstica. Una de las niñas que estaba en la escuela, tras quedar parapléjica por los golpes que recibió en su casa, tenía una radio con música las 24 horas porque era lo único que la mantenía tranquila. "Cuando fuimos, le apagaron la radio y se alteró muchísimo. Pero cuando empezamos a tocar, empezabas a ver, en su mirada, que quería enfocarse hacia donde se dirigía la música. Y se quedó tranquila, nos miraba tocar".

También fue una sorpresa para ellos visitar la cárcel de mujeres con hijos El Molino. Las internas se emocionaban con obras como O sole mio y les pedían que tocaran más piezas de música clásica. Estela considera que esto ocurre también porque, por lo general, este estilo musical no es tan accesible ni está tan popularizado como por ejemplo el folclore. Para ellas era algo novedoso.

A dos años de iniciar este camino, MPA festejará, el 22 de febrero, su aniversario en el lugar donde comenzaron esta aventura: el hospital Pereira Rossell. Allí la propuesta será compartir la mañana junto a los niños que están internados. También está previsto que a la visita se sumen los integrantes de MPA Argentina.

Para 2016 el grupo de músicos comenzará a trabajar fuertemente en acciones que les permitan viajar a más departamentos. Uno de sus objetivos es llegar a "lugares más alejados" como el caso del hogar de ancianos Ginés Cairo Medina, ubicado campo adentro, a varios metros de la ruta 39. Allí MPA brindó un concierto inolvidable, que terminó con bailes entre los artistas y las señoras, que pedían que tocaran un tango más. "Queremos visitar los pueblitos y centros más alejados, algunas veces olvidados. Queremos ir a aquellos lugares que nadie se imagina que podemos llegar".

La música como terapia

Numerosos estudios a lo largo de la historia comprobaron que la música influye en el tratamiento de ciertas enfermedades y ayuda a la rehabilitación. Así nace la musicoterapia, una disciplina que utiliza la música con fines terapéuticos, para ayudar a las personas en su desarrollo emocional, cognitivo, social o espiritual. Sus orígenes datan de la prehistoria, pero fue conocida formalmente como disciplina en la década de 1950. En los últimos años se comprobó que la música mejora notablemente los resultados en una larga lista de enfermedades, entre las que se encuentra el alzhéimer, el párkinson, el autismo, el cáncer, la depresión, las lesiones cerebrales y las enfermedades cardíacas, entre otras.

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